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Fisionomías (X): Museo Nacional del Romanticismo en Madrid (y II). Los retratos de los caballeros

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Suicidio romántico. Leonardo Alenza. 1839. Museo Romántico.  Madrid.  Foto R.Puig

Suicidio romántico. Leonardo Alenza. 1839. Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

 

Por las salas del Museo Romántico he encontrado más retratos femeninos que por su calidad me han llamado la atención, que masculinos. A pesar de que fueron los varones los más dados a suicidarse en actitud romántica (por lo que consta).

De todas formas, algunos sí que he recogido. Principalmente de escritores y hombres de letras que, en varios casos, también  se implicaron en la agitada política española del siglo XIX.

No me  falta tampoco un rostro del poder y otro del mundo del dinero.

 

Literatos

La verdad es que es inevitable comenzar por Gustavo Adolfo Becquer (1836 -1870) dignamente retratado en su lecho de muerte por Vicente Palmaroli (1834-1896), el pintor madrileño de padre italiano que fue director del Museo del Prado.

 

Gustavo Adolfo Bécquer en su lecho de muerte. Vicente Palmaroli. 1870 a 1871. Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

Gustavo Adolfo Bécquer en su lecho de muerte. Vicente Palmaroli. 1870 a 1871. Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

 

Al ver mis horas de fiebre

e insomnio lentas pasar,

a la orilla de mi lecho,

¿quién se sentará?

Cuando la trémula mano

tienda, próximo a expirar,

buscando una mano amiga,

¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidríe

de mis ojos el cristal,

mis párpados aún abiertos,

¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene

(si suena, en mi funeral),

una oración al oírla,

¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos

oprima la tierra ya,

sobre la olvidada fosa,

¿quién vendrá a llorar?

¿Quién, en fin, al otro día,

cuando el sol vuelva a brillar,

de que pasé por el mundo,

¿quién se acordará?

Gustavo Adolfo Becquer, Rima LXI

 

El poeta no lo supo, pero los amantes de la poesía seguirán acordándose de él.

 —-

Otro de quien también nos acordamos es Mariano José de Larra (1809-1837) que se definía como “el pobrecito hablador” y que dijo y sintió aquello de “escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta”, pero a quien no lo mató Madrid, sino, según dicen, un amor no correspondido.

No hay retrato suyo yacente tras el suicidio, pero el museo conserva su camisa ensangrentada.  Es mejor recordar al joven escritor en este gran retrato pintado por José Gutiérrez de la Vega (1791-1865) del cual he preferido dejar aquí el detalle de su mirada de soslayo.

Mariano José de Larra. José Gutiérrez de la Vega 1835. Museo Romántico.  Madrid.  Foto R.Puig

Mariano José de Larra. José Gutiérrez de la Vega 1835. Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

 

—-

Menos dramática fue la vida de Manuel José Quintana (1772-1857), poeta oficial de la época de Isabel II, de quien fue preceptor. Neoclásico y pre-romántico en sus versos, sus poemas puede que nos suenen hoy cursis y revenidos o pomposos y rimbombantes, pero tuvo fama de buena persona entre quienes le conocieron y fue políticamente activo durante la Guerra de la Independencia.

El retrato del taller de Vicente López creo que ha logrado captar la benignidad de su temperamento.

Manuel José Quintana. Taller de Vicente López. 1830. Museo  Romántico.  Madrid.  Foto R.Puig

Manuel José Quintana. Taller de Vicente López. 1830. Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

 

Cuando sus amistades le pedían un poema, no sabía resistirse:

Tarde este libro a tus manos

Se vuelve, niña gentil,

Con el tributo de versos

Que me piden para ti

Bien quisiera yo que fueran

Dignos de tu verde Abril,

Tan frescos como la rosa,

Tan puros como el jazmín;

Y que volando atrevido

A modo de aura sutil,

Las alas de los amores

Te pareciera sentir.

A haber gozado un momento

De tu amable trato, al fin,

Fueran más bellos, sin duda,

Como inspirados por ti.

Una vez sola al pasar

Cual relámpago te vi,

Y no es más dulce la aurora

Cuando comienza a reír.

Y al ver la gracia y la gala

Con que brillabas allí,

Entre las danzas festivas

De las bellas de Madrid,

¡Bien dichoso es quien la adora!

Sin poder más, prorrumpí,

¡Y el que la deba un suspiro

Mil y mil veces feliz!

Ni pienses tú que desdice

Este acento juvenil

De los años que severos

Ya se agolpan sobre mí,

Pues aunque Do deba amar,

¿Por qué no podré aplaudir

En el tributo de versos

Que me piden para ti?

Para el álbum de la Señorita doña María Encarnación Fernández de Córdoba, hija de los marqueses de Malpica, a ruego de su tía la marquesa de Cerralbo. Manuel José Quintana, 10 de Junio de 1835

 

Pero dicen que el poema que le dio a conocer fue uno dedicado al fragoroso mar.

He aquí un extracto:

Calma un momento tus soberbias ondas,

Océano inmortal, y no a mi acento

con eco turbulento

desde tu seno líquido respondas.

Cálmate, y sufre que la vista mía

por tu inquieta llanura

se tienda a su placer.

Sonó en mi mente

tu inmenso poderío,

y a las playas remotas de occidente

corrí desde el humilde Manzanares

por contemplar tu gloria,

y adorarte también, Dios de los mares.

Oda al Mar – Manuel José Quintana

 

Así como su poema a la rebelión contra la invasión napoleónica.

Sólo unos versos como muestra:

¿Qué era, decidme, la nación que un día

reina del mundo proclamó el destino,

la que a todas las zonas extendía

su cetro de oro y su blasón divino?

….

Ora en el cieno del oprobio hundida,

abandonada a la insolencia ajena,

como esclava en mercado, ya aguardaba

la ruda argolla y la servil cadena

….

Estremecióse España

del indigno rumor que cerca oía,

y al grande impulso de su justa saña

rompió el volcán que en su interior hervía.

La heroica España

de entre el estrago universal y horrores

levanta la cabeza ensangrentada,

y, vencedora de su mal destino,

vuelve a dar a la tierra amedrentada

su cetro de oro y su blasón divino

A España, después de la Revolución de marzo.  Manuel José Quintana, Abril 1808

Si alguien se extraña de que cite tanto a este poeta, le daré una explicación: sus versos le gustaban a mi abuelo materno, que también fue romántico a su modo. A su memoria los brindo.

 —–

Pero el retrato de verdad romántico es uno del guipuzcoano Eugenio de Ochoa y Montel (1815-1872), un humanista abierto y europeo.

Eugenio de Ochoa. Anónimo. ca. 1870. Museo Romántico.  Madrid.  Foto R.Puig

Eugenio de Ochoa. Anónimo. ca. 1870. Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

Filólogo, tradujo y editó autores franceses (V. Hugo, J. Sand, F. Soulié, A. Dumas), escribió teatro, novela y poesía,  fue un buen crítico literario y fundador de la revista “El Artista”, además de pintor y político. Este lienzo anónimo es estupendo. Hay en él algo que me llama la atención, es ese botón o flor roja de su ojal que añade misterio al aire garibaldino y seguro de sí mismo del retratado.

Con su esposa, la hermana de Federico de Madrazo (1815-1894), fueron padres de una familia numerosa de diez hijos.

De la literatura pasamos a dos mundos y dos  rostros que están en el Museo Romántico por mor de la cronología. Uno representa a las milicias de entonces y el último, el del banquero, a la parentela del fundador del museo.

 

Altivos

En el detalle de mi foto no se ven las condecoraciones en este magnífico trabajo de Federico de Madrazo que le costó al retratado 3000 reales.

Fernando Álvarez Martínez. Federico de Madrazo. 1849. Museo Romántico.  Madrid.  Foto R.Puig

Fernando Álvarez Martínez. Federico de Madrazo. 1849. Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

Fernando Álvarez Martínez (1814-1883) fue ministro de Gracia y Justicia y presidió el Congreso de los Diputados. Alcanzó el grado de capitán militando en las guerras carlistas. Fue miembro fundador de la Real Academia de Ciencias Políticas y presidente del Tribunal de Cuentas. ¿Quién da más?

 —–

Y, hablando de cuentas, también es altiva la fisionomía del banquero Jaime Ceriola enarcando las cejas, retratado en 1835 por el pintor Bernardo López Piquer (1799-1874) hijo de Vicente López.

El banquero Jaime Ceriola. Bernardo López Piquer. 1835.Museo Romántico.  Madrid.  Foto R.Puig

El banquero Jaime Ceriola. Bernardo López Piquer. 1835.Museo Romántico. Madrid. Foto R.Puig

Ceriola era un emigrante leridano. Se enriqueció en La Mancha comprando propiedades eclesiásticas durante la desamortización de Mendizábal y Madoz.  Emparentó a través de sus hijos con otros banqueros y con la nobleza.  Fue diputado a Cortes y senador vitalicio. Su primogénito, José Ceriola, llegó a ser uno de los hombres más ricos de la provincia de Ciudad Real. En una generación los Ceriola pasaron del mundo de los negocios en torno a la Ciudad Condal a convertirse en terratenientes de Ciudad Real

(Fuente: Tesis Doctoral de Ángel Ramón del Valle Calzado, La desamortización eclesiástica de la provincia de Ciudad Real, 1836-1854, Cuenca, Universidad de Castilla la Mancha, 1995)

En estos tiempos de alambicadas disputas históricas no hay que olvidar que mucha de la especulación capitalista española en el siglo XIX tenía su origen en el nordeste peninsular. Se dio entonces una especie de emigración (pudiente) desde los polos de la industria catalana hacia los sabrosos negocios del centro del país.  Todavía no se podía imaginar que un siglo más tarde serían los charnegos (pobres) los que viajarían con lo puesto en la otra dirección.

Pero esa es otra historia y en eso no soy autoridad, hoy sólo reseño una modesta muestra del repertorio romántico de nuestro patrimonio nacional.

 



Tres días de mayo en Gotland (II): En el norte de la isla, paseo por Fårö y visita al cementerio marino de Ingmar Bergman

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Por el norte de Gotland. Foto R.Puig

Por el norte de Gotland. Foto R.Puig

La parte norte de Gotland es menos feraz pues está constituida por una enorme plataforma de sedimentos calizos del Silúrico, separados en tiempos geológicos de la parte sur por un brazo de mar, sin que por ello carezca de una actividad agrícola que se alterna con parajes de bosque y de monte bajo y extensos pedregales y una soberbia costa de roquedales fósiles y de reservas de aves migratorias.

Costa de aves.  Foto R.Puig

Costa de aves. Foto R.Puig

 

La mayor empresa cementera de los países escandinavos

No todo es paisaje, pues gracias a su geología, Gotland cuenta con una inmensa mina a cielo abierto, que provee la materia prima para la producción de cemento. En Slite se halla la empresa Cementa que garantiza puestos de trabajo e ingresos para el desarrollo de Gotland. Exporta a otros continentes, entre ellos Norteamérica.

Slite.Foto R.Puig

La empresa Cementa en Slite.Foto R.Puig

La presión del movimiento ecologista empujó hace unos años a la creación de unos laboratorios de investigación en un centro de la empresa que cuenta con un equipo de profesionales químicos y de otras disciplinas, para garantizar que se puedan explotar los recursos calizos y se pueda producir el cemento respetando el medio ambiente mediante procesos industriales alternativos.

Claro que para no ser menos, el norte de Gotland está también sembrado de iglesias

Iglesia cerca de Slite. Foto R.Puig

Iglesia cerca de Slite. Foto R.Puig

e, igualmente, jalonado de piedras miliares,

Piedra miliar. Gotland. Foto R.Puig

Piedra miliar. Gotland. Foto R.Puig

sin que tampoco falte algún que otro molino centenario

Molino. Gotland.Foto R.Puig

Molino. Gotland.Foto R.Puig

 

 

La isla de Fårö

Fårö (pronunciado fore) es el fascinante apéndice del norte de Gotland.

Costa noroeste de Gotland. Foto R.Puig.

Costa noroeste de Gotland. Fårö.  Foto R.Puig.

 

La isla fue base militar durante décadas. Cuando estuve por primera vez hace veintiocho años, necesité como extranjero un pase especial. Hoy es de acceso libre para los miles de turistas que la visitan en verano, aunque el cupo diario es limitado y controlado por el tráfico del pequeño ferry que te transporta a ella en pocos minutos desde su isla madre.

Por desgracia, la población local disminuye año tras año y ya se debe contentar con una sola galería de alimentación.

De pelicula. Gotland. Foto R.Puig

De pelicula. Gotland. Fårö.Foto R.Puig

 

La Fundación y el Centro Bergman

Tras bordear la costa pedregosa y sus espectaculares formaciones pétreas, el momento álgido de nuestra visita a Fårö fue la visita al Bergmancenter.

Proyector AGA utilizado por Ingmar Bergman. Bergmancenter. Foto R.Puig

Proyector AGA utilizado por Ingmar Bergman. Bergmancenter. Foto R.Puig

 

El mítico proyector AGA de los años Bergman. Centro Bergman en Gotland.

El legendario proyector AGA de los años Bergman. Centro Bergman en Gotland.

 

Durante el almuerzo escuchamos las explicaciones de sus directivos sobre la historia del proyecto y sus desarrollos actuales, y visitamos el museo con su sala de proyecciones multimedia y distintos paneles y pantallas muy completos.

Sala de visionado. Bergman Center. Foto R.Puig

Sala de visionado multimedia. Bergman Center. Foto R.Puig

Quien quiera estudiar la obra del cineasta puede acceder también a un fondo de documentación y a la filmografía de Ingmar Bergman (1918-2007)

Interior de Fanny y Alexander. Bergmancenter. Fårö. Foto R.Puig

Interior de Fanny y Alexander. Bergmancenter. Fårö. Foto R.Puig

Los ambientes y el atrezzo de Fanny y Alexander (1982), el film que evoca la infancia de su autor, se conservan también, incluida la linterna mágica que le regalaron a su hermano mayor y que el logró canjearle por soldaditos de plomo, así como el teatrín donde con precoz imaginación comenzó a dirigir actores de juguete.

El teatrito de Fanny y Alexander. Bergman Center. Foto R.Puig

El teatrito de Fanny y Alexander. Bergmancenter. Foto R.Puig

Es también un lugar donde vienen a residir becarios de la Fundación a investigar sobre uno de los mejores cineastas del siglo XX. Hay además una muy buena serie de elementos expositivos dedicados a Fårö y a la relación de Bergman con sus vecinos a lo largo de las últimas décadas de su vida. Entre otras cosas, te informan sobre el Bergman mecenas de la restauración y conservación de edificios y antiguas granjas en Fårö (¿remordimiento por las que quemó para filmar Vergüenza?).

Recientemente, el conocido millonario noruego Hans Gudessen, a petición de la escritora y actriz Linn Ullmann (Oslo 1966), la hija de Liv Ullman y de Ingmar Bergman, ha comprado la casa que el realizador construyó pensando en vivir con Liv para siempre y que siguió habitando hasta su muerte. La ha donado a la Fundación. Se ha salvado así de convertirse en un camping.

Costa de los raukar de Fårö.   Foto R.Puig

Costa de los raukar de Fårö. Foto R.Puig

Ingmar Bergman realizó cuatro films en los que el paisaje de la isla de Fårö es un importante protagonista.

En Como en un espejo (Såsom i en spegel) (1960) la luz de la severa playa de la isla contrasta con las oscuridades que acechan la vida interior de Karin, la protagonista.

Como relata en sus memorias, fue la búsqueda de las localizaciones adecuadas para el rodaje de esa película lo que condujo a Bergman a descubrir Fårö,

 

El taxi nos llevó finalmente a los “raukar”, las singulares formaciones rocosas del norte de la isla. Allí estuvimos inclinados contra la tempestad, con los ojos clavados hasta las lágrimas en esos misteriosos ídolos que levantaban sus pesadas frentes hacia las olas y el horizonte que iba oscureciéndose.

En realidad  no sé qué pasó. Si uno quisiera ponerse solemne se podría decir que había encontrado mi paisaje, mi verdadera casa. Si se quiere ser divertido se puede hablar de flechazo

en tu profesión buscas simplificación, proporción, tensión, respiración. El paisaje de Fårö te proporciona todo eso en gran medida.”

(Ingmar Bergman, Linterna mágica. Memorias, Barcelona, Tusquets Editores 1988, traducción de Marina Torres y Francisco Uriz, pp.221-222)

 

Costa de los raukar en Fårö. Foto R.Puig

Costa de los raukar en Fårö. Foto R.Puig

Bergman explica además que su pasión por Liv Ullmann, veinte años más joven, le llevó a construir, durante las filmaciones de sus siguientes películas en la isla, entre 1966 y 1967, la casa a la que se retiró a vivir con ella, pensando que sería para toda la vida. Ella no pudo resistir la vida de enclaustramiento, de celos y de presión psicológica en que aquel idilio al final se transformó. Aunque, más tarde volverían a trabajar juntos en otros films.

En Persona (1966), la playa de piedras se convierte en un tercer protagonista que lleva a su clímax la dramática relación entre Alma y Elisabet.

En la orilla. Norte de Gotland.  Foto R.Puig

En la orilla. Norte de Gotland. Foto R.Puig

En Vergüenza (Skammen) (1968) toda luz desaparece en un región en guerra, el entorno es terrorífico y la relación entre Jan y Eva se agrieta de la misma manera que lo hace el paisaje que les rodea. Las escenas de incendios son reales, un especialista, que había sido experto del ejército sueco, las creó quemando granjas abandonadas con napalm. Era precisamente el tiempo de la guerra de Vietnam.

En Fårö se filmaron también Pasión (En passion) (1969) , donde alguien deambula por una especie de reino de muerte, y Escenas de un matrimonio (Scener ur äktenskap) (1973), una larguísima obra (se produjo como serie televisiva), cuya filmación, sumados ensayos y rodaje, duró sólo diez días, con la interpretación inolvidable y despiadada de Erland Josephson y Liv Ullmann.

En la costa de los raukar de Fårö.. Foto R.Puig

En la costa de los raukar de Fårö.. Foto R.Puig

Además, en 1970, realizó un documental sobre la vida de las gentes de Fårö. El Fårödokumenten es una declaración de amor a esa tierra y su mar y de afecto a sus vecinos, a quienes entrevista ante las cámaras y que le explican sus aspiraciones y problemas.

Para retirarse del mundo. Foto R.Puig

Para retirarse del mundo. Foto R.Puig

Tanta fue su identificación con este rincón del Báltico que, cuando aquel hombre elige el lugar de su sepultura, no solo opta por Fårö, sino que decide que los restos de Ingrid (1930-1995), con quien se casó en 1971 y que fue la última de las cinco mujeres con las que estuvo casado (sin contar aquellas con las que convivió), sean inhumados junto a él.

 

Iglesia y cementerio de Fårö. Foto R.Puig

Iglesia y cementerio de Fårö. Foto R.Puig

El cementerio marino de Ingmar Bergman

A alguien le podría parecer desproporcionado este paralelismo con el famoso poema de Paul Valéry que canta al cementerio en el que reposan sus restos en Séte y del que hemos tratado en este blog : http://ensondeluz.com/2011/09/18/cementerio-marino-de-sete/

Pero no creo que a Valéry le hubiese disgustado mi aproximación entre él y este otro poeta, el del cine, con cuyos films crecí y me inicié al estudio del séptimo arte a través de los cineforums y cursillos de análisis cinematográfico de los años sesenta.

No en vano, Ingmar Bergman comenzó su carrera de cineasta, inseparable de la del hombre del Teatro, en los años cuarenta, reflejando en sus primeras películas no pocas afinidades con la poesía cinematográfica del Marcel Carné de Le jour se lêve, al tiempo que bebiendo de la tradición estética del sueco Sternberg.

Claro que lo que  luego desarrollaría en los cincuenta y los sesenta, ese era ya su propio universo, su sello personal inigualable.

Pero me estoy desviando del lugar del que ahora hablo. Se trata del cementerio del jardín de la iglesia de Fårö enfrentado con el mar.

Allí, en una esquina sombreada desde la que se divisan las aguas del Báltico, está enterrado. En un espacio reservado para él por la mujer sacerdote que regía la parroquia de Fårö en 2007, la pastora de la Iglesia sueca, amiga suya y con la que colaboró en mejorar la isla, descansa Bergman, sin cruz ni símbolos de creencia.

Vista del mar desde la tumba de Ingmar Bergman. Foto R.Puig

Vista del mar desde la tumba de Ingmar Bergman. Foto R.Puig

Su nombre está inscrito, junto al de su mujer, sobre una piedra torneada y alisada por el mar Báltico. Sobre estas tumbas no vuelan las palomas de Séte sino las gaviotas y los albatros de las costas escandinavas.

Sepultura de Ingmar Bergman y su mujer Ingrid. Foto R.Puig

Sepultura de Ingmar Bergman y su mujer Ingrid. Foto R.Puig

Pero me permito imaginar que alguno de los cormoranes que en verano visitan las reservas de aves de Fårö ha cumplido su migración anual desde el invierno en el mare nostrum, donde les he visto zambullirse, en enero y febrero, en las suaves aguas del Mediterráneo.

 

Ingmar Bergman. Foto Reuters. Daily Mail

Ingmar Bergman. Foto Reuters. Daily Mail

 

Manejo un instrumento tan refinado que podríamos con él esclarecer el alma humana con una luz infinitamente más viva, desvelarla con mayor brutalidad aún e incorporar a nuestro conocimiento nuevos campos de la realidad. Puede que incluso lleguemos a descubrir una fisura que nos permita penetrar en el claroscuro de la surrealidad y narrar de un modo nuevo y transformador

Ingmar Bergman, Qu’est-ce que faire des films?, Cahiers de Cinéma, n° 61 (juillet 1956) Citado por Jacques Siclier en su monografía sobre Ingmar Bergman, Colección Classiques du Cinéma, Paris, Éditions Universitaires, 1966. (la traducción es mía)


Rostros y actitudes de la colección Masaveu (Fisionomías XI)

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El profeta Daniel. Maestro de San Nicolás. s.XV.  Detalle. Coleccion Masaveu

El profeta Daniel. Maestro de San Nicolás. s.XV. Detalle. Colección Masaveu

 Publicado de mañanita en Heilderberg a la orilla del Neckar, mientras la lluvia cae mansa sobre su corriente y los jirones de neblina visten los árboles de sus altas riberas

Hace no mucho estuve viendo, en una casi soledad total, la selección de obras de la Colección Masaveu, en el Ayuntamiento de Madrid. Habría mucho que decir sobre ella, pero hoy me dejo llevar por mi manía de coleccionar rostros de la historia del Arte.

Lo hago a mi aire, en estos días veraniegos, más bien perezoso y, más que nunca, divagador, sin esa determinación inflexible que exhibe la bella musa que a viene a continuación.

anta Catalina de Alejandría. Zurbarán. Detalle. Coleccion Masaveu

Santa Catalina de Alejandría. Zurbarán. Detalle. Colección Masaveu

Pues ¿qué mejor que comenzar por la belleza de la Santa Catalina de Alejandría de Zurbarán, con ese aire determinado de quien blande la espada de la sabiduría con la mano derecha, portando en su izquierda un grueso volumen que simboliza el conocimiento?

Santa Catalina de Alejandría. Zurbarán. Detalle.  Coleccion Masaveu

Santa Catalina de Alejandría. Zurbarán. Detalle. Colección Masaveu

Supongo que el pintor conocía su historia por la Leyenda Áurea. No sé quién sería la modelo, pero con este cuadro se demuestra que el artista no sólo frecuentaba a esos severos monjes que le hicieron famoso y que, además de los severos hábitos conventuales, no se le daba mal la pintura de las ricas vestimentas de las damas.

Al fin y al cabo, la niña tenía dieciocho años cuando se midió en un debate teológico con cincuenta filósofos seleccionados por el malvado emperador Maximino (que era el tetrarca de Oriente y no Majencio como dice el texto, para luego corregirse).

Daños colaterales

Antes de que le cortaran la cabeza, cuenta Jacobo de Vorágine que convirtió a los cincuenta sabios paganos, con lo cual el emperador los quemó vivos a todos. A continuación, oyendo a la sabia Catalina,  la mismísima emperatriz renegó del paganismo. A la primera dama, antes de matarla, su marido le cortó los pechos en un arrebato de violencia doméstica. Tras lo cual se cargó también al consejero aúlico Porfirio, secreto amante de la difunta, junto con un montón de soldados, todos ellos seducidos por la ardiente fe de Catalina.

Hacia el Amado

Lo que refleja muy bien el pintor es la hermosura de la santa. Por lo que se entiende que Maximino, ya viudo, le propusiera ser la nueva emperatriz.

Pero ¡imposible competir con el Altísimo! Una voz de lo alto la llamaba: “¡ven, mi prometida, que las puertas del cielo están ya abiertas para ti!”. Puede ser que por eso a mediados del siglo XV en Inglaterra un fraile lanzase la leyenda de los esponsales platónicos de la santa con Jesús , dando origen a la iconografía del “matrimonio místico de Santa Catalina”.

Lo que ocurre es que otros frailes acabaron por atribuírselo a la otra, a la de Siena (es así como se plagia la vida de los otros).

Matrimonio místico

Matrimonio místico

Pero acabemos con la historia de su martirio. El miserable Maximino, despechado, mandó decapitarla y de su garganta degollada en vez de sangre brotó leche.

Faltaban pocos años para el Edicto de Milán (315) que dio libertad religiosa a los cristianos. Así que la santa estuvo en un tris de no ser martir.

Aunque del suplicio y la decapitación de Catalina no haya cuadro en esta colección  (y sea preferible como la pinta Zurbarán) si tiene para compensar el cuadro de otro pintor de temas místicos, Luis de Morales, un San Pedro de Verona o San Pedro Martir, a quien recientemente también encontré en un fresco de una iglesia de Gotland, como mis sufridos lectores recordarán:

https://ensondeluz.files.wordpress.com/2014/05/iglesia-de-vamlingbo-gotland-frescos-del-siglo-xiv-detalle-foto-r-puig.jpg

Expresa la amargura y el dolor con los mismos trazos de los pintores góticos, pero acentuados si cabe por el impulso barroco y contrarreformista.  En este caso, el santo no lleva la tradicional podadera en la cabeza, sino más bien una pica (de esas que se ponen en Flandes).

 

San Pedro de Verona. Luis de Morales. Detalle. Coleccion Masaveu

San Pedro de Verona. Luis de Morales. Detalle. Coleccion Masaveu

Casi más triste está San Francisco de Asís, en este caso dolorido, probablemente por las llagas que debían de molestarle mucho en las palmas de su manos, aunque me inclino a pensar que eran los mismos motivos que impulsaron a Lope de Vega a escribir aquel poema que empieza “No me mueve mi Dios para quererte…”.

San Francisco de Asís. Ribera. Detalle.Coleccion Masaveu

San Francisco de Asís. Ribera. Detalle.Colección Masaveu

Pero no quiero dejar a San Pedro de Verona sin traer aquí otra versión de su imagen con la cabeza hendida por el hierro. Es de Lorenzo Lotto y se puede ver en Nápoles en el Museo di Capodimonte. Como se puede apreciar en su calma olímpica, este hombre se ponía la podadera por montera. La verdad es que Lotto pintaba santos para ganarse la vida, pero en el fondo era luterano e iconoclasta, lo que pasa es que en la Italia de entonces mejor era no significarse mucho, pues si no te partían la cabeza, sí que te podían achicharrar en una pira.

San Pedro Martir. Lorenzo Lotto. Detalle de la Madonna con San Juanito y San Pedro Martir. Capodimonte. Napoles.

San Pedro Martir. Lorenzo Lotto. Detalle de la Madonna con San Juanito y San Pedro Martir. Capodimonte. Nápoles.

En este caso el pintor ha respetado escrupulosamente la leyenda y lo que lleva el martir en la cabeza es una auténtica podadera o machete (nada nuevo bajo el sol en esto de matar gente sin necesidad de pólvora).

También suspirante, pero menos dramático y adoptando ambas la misma postura son el protagonista de una escultura de Pedro de Mena

Pedro de Mena. Detalle. Fray Diego de Alcala. Coleccion Masaveu.

Pedro de Mena. Detalle. Fray Diego de Alcalá. Colección Masaveu.

y, de nuevo, el San Francisco de lo Spagnoletto.

San Francisco de Asís. Ribera. Coleccion Masaveu

San Francisco de Asís. Ribera. Colección Masaveu

ambos de riguroso hábito franciscano.

 

Iconografía de Santa Ana y de la virgen María y el Niño

También son magníficas las representaciones de las actitudes y los rostros de Santa Ana y de varias vírgenes de la colección. Comenzando por las hieráticas e ingenuas tallas góticas con el niño y la niña

Santa Ana con la Virgen y el Niño. Murillo. Círculo del maestro de Covarrubias. s.XVI. Coleccion Masaveu

Santa Ana con la Virgen y el Niño. Círculo del maestro de Covarrubias. s.XVI. Colección Masaveu

o con Jesús muerto.

Piedad. Escuela hispanoflamenca. s.XV.  Detalle. Coleccion Masaveu

Piedad. Escuela hispanoflamenca. s.XV. Detalle. Colección Masaveu

Y siguiendo con una virgen María del Maestro de la leyenda de la Magdalena

Virgen con el Niño, Maestro de la Leyenda de la Magdalena. s.XV a XVI. Detalle. Coleccion Masaveu

Virgen con el Niño, Maestro de la Leyenda de la Magdalena. s.XV a XVI. Detalle. Colección Masaveu

y otra de Murillo

Virgen con el Niño. Murillo. Detalle. Coleccion Masaveu

Virgen con el Niño. Murillo. Detalle. Colección Masaveu

 

Pero ya que hablamos de la Magdalena ¿qué decir de este maravilloso retrato del Greco?

María Magdalena. El Greco. Detalle.Coleccion Masaveu

María Magdalena. El Greco. Detalle.Colección Masaveu

¿Y de este detalle de la madre implorante con sus hijos harapientos y mal alimentados de la Virgen de los desamparados de Vicente López?

Virgen de los desamparados. Vicente López. Detalle. Coleccion Masaveu

Virgen de los desamparados. Vicente López. Detalle. Colección Masaveu

Mejor nutrido es el Niño Jesús de Murillo que acompaña a su madre, a la que ya hemos ya visto.

¿Se acuerda alguien de los anuncios de Pelargón?

Virgen con el Niño. Murillo.  Detalle. Coleccion Masaveu

Virgen con el Niño. Murillo. Detalle. Colección Masaveu

Y ya que hablamos de niños ¿qué decir de este del taller de Salcillo en brazos de su padre putativo?

San José y el niño. Círculo de Salcillo. Detalle. Coleccion Masaveu

San José y el niño. Círculo de Salcillo. Detalle. Colección Masaveu

No sé, no sé,pero me parece a mí que las fisionomías profanas en la fabricación de los muñecos de cartón pintado que regalaban a nuestras hermanas durante los años de la autarquía (a nosotros los reyes nos traían aviones y soldaditos) se inspiraban en los maestros imagineros de nuestra tradición escultórica sacra. Luego vinieron otros materiales más caros y aquellos muñecos se arrumbaron en los desvanes.

A modo de despedida

Pero yo, con permiso de Zurbarán, me voy tras Santa Catalina a rogarle que me convierta, o al menos que me haga un poco más sabio.

Santa Catalina de Alejandría. Zurbarán. Coleccion Masaveu

Santa Catalina de Alejandría. Zurbarán. Colección Masaveu

¿Creen ustedes que podré conseguir que abandone ese su aire de predestinación y que se digne mirarme y me sonría?


Cenicienta y el tótem o los rostros del dáimôn (Fisionomías X)

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Mosaico de Medusa y las estaciones. IV. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

¿Cuál guinda me como? Mosaico de Medusa y las estaciones. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Foto R.Puig

Iba a ser domingo, me tocaba componer mi crónica semanal y me encontraba en un aprieto, dudando entre diversos temas que todavía no han adquirido el grado de madurez necesario. Algo así como el pájaro con sus cerezas del mosaico hispanorromano que encabeza la entrada.

¡Con estos calores, dedicado a los nietos (bien que como abuelo mi dinamismo no esté a la altura que se requiere) y ocupado en deberes vecinales, se estaba acercando la fiesta del Señor y yo con estos pelos!

Pero, la Providencia, en forma de periódico, se me reveló de mañanita, mientras me tomaba dos cafés con leche en un bar acogedor de Vergel, acompañados de una exquisita barrita tostada con tomaca.

El periódico al que me refiero es el ABC, que cuando puedo compro los sábados por su suplemento cultural. Espero que no les parezca mal que les traiga a esta página con la agencia Reuters (me gustaría sin embargo tener el nombre del anónimo fotógrafo). Mi blog (para nada comercial) reproduce aquí la foto a efectos bibliográficos.

Pues bien, la imagen salvadora ha sido la de una bella que mira no sé qué espectáculo catedralicio escondida tras un hombrachón de madera policromada.

La reina tras el apóstol. ABC Reuters. 26 julio 2014

La reina tras el apóstol. ABC Reuters. 26 julio 2014

Para dejarme de circunloquios: nuestra reina novicia, es decir Letizia, no sé bien si se cobija o se abraza a las espaldas de nuestro tótem nacional.

¿Me pregunto lo que pasa por su mente al contemplar la nave de la catedral repleta de autoridades y de un público fervoroso? Puede que un día, cuando ya anciana abdique se lo diga a nuestros nietos en sus memorias. Por el momento, parece que, en secreto cuchicheo, comparte sus aporías con el santo mártir.

La reina abraza al apóstol.  ABC Reuters. Detalle. 26 julio 2014

La reina abraza al apóstol. ABC Reuters. Detalle. 26 julio 2014

El apóstol cabezudo responde como si nuestra egregia cenicienta (ya hace tiempo rescatada de la cocina de TVE por su príncipe) estuviese haciéndole cosquillas lumbares. Lo hace con una expresión de sorpresa y gusto que no se le conocía desde hace siglos. ¡Y el pobre lleva ya casi ocho recibiendo achuchones y alguna que otra colleja!

Desde luego lo de frotarse con Francisco Camps no debió de hacerle mucha gracia,.

Camps abraza a Santiago.El País.2010.

Camps se abraza a Santiago.El País.2010.

Por no hablar de los amplexos de otro Francisco, aquél ferrolano que llegaba bajo palio a ofrecer la nación al bélico patrón

Franco ante el Pórtico de la Gloria

Franco ante el Pórtico de la Gloria

 

Paralelos fisiognómicos

Pero este es un blog serio ¡basta de frivolidades!

En la mejor tradición de Gianbattista Della Porta, dejadme especular con algunas analogías entre la efigie de Santiago el Mayor, cuyo sagrado leño tantas ilustrísimas y peregrinos han abrazado y a quien tantas supremas magistraturas han ofrecido la nación (sin pedirnos permiso). Pienso que no me excedo en ello (nada del abrazo de Siva y de otros mitos escabrosos).

¡Lejos de mi cualquier paralelismo surrealista! ¡Sólo pura analogía fisiognómica que diría nuestro Della Porta!

En primer lugar, hay algo que me recuerda a nuestros Gigantes y Cabezudos. En particular a uno que salió en unas fiestas de San Isidro en Madrid, creo que por la época de aquel alcalde al que llamábamos “el viejo profesor”. Lleva una corona de santidad, puede que sea el patrono de Madrid. Pero, salvada la diferencia de materiales, su parecido con el hijo del Zebedeo es bastante grande y también parece que le estén haciendo cosquillas.

Gigante cabezudo de la  Feria de San Isidro de  Madrid

Gigante cabezudo de la Feria de San Isidro de Madrid

Claro que, cerca del santo, también hay bellas chulapas cabezudas, pero esto viene menos al caso ¿o no?

Gigante cabezuda. Feria de San Isidro de Madrid

Gigante cabezuda. Feria de San Isidro de Madrid

Remontándome en el tiempo, me sorprende también el parecido con otro dáimôn tutelar, uno de esos seres semidivinos que protegen a los baqueteados seres humanos.

Me refiero a la ibérica Bicha de Balazote, un híbrido de animal y hombre al que también es  probable que venerasen en un templo.

La cabeza de la bicha de Balazote. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

La cabeza de la bicha de Balazote. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Se piensa que representa a Aqueloo, el dios prehelénico, hijo de Gea y del Océano, deidad río garante de la fertilidad. Curiosamente, cuenta la leyenda que el cuerpo del apóstol Santiago llegó navegando por el mar, como si hubiese superado las tempestades y las olas bajo los auspicios de las divinidades oceánicas hasta su arribo a Galicia en la desembocadura del río Ulla.

Perfil de la bicha de Balazote. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Perfil de la bicha de Balazote. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Nada tiene pues de extraño que se parezcan tanto estos dos tótems ibéricos.

Perfil de Santiago de Compostela

Perfil de Santiago de Compostela

 

Conclusión: ¡no olvidéis ir a visitar el renovado Museo Arqueológico de Madrid así como os sea posible!

La bicha os espera. No se si os van a dejar pero, no parece que sea imposible darle un abrazo cuando el guarda de la sala se despiste. ¿Por qué no inaugurar otra tradición?  Cuando vuelva al Museo, yo mismo trataré de darle un achuchón.

Pudiera ser que si, superando el espesor de los siglos, abrazamos esa bicha de nuestra protohistoria común, esas polémicas entre nacionalidades españolas, hoy tan enconadas, acaben por revelarse fútiles.

….

Nota bene, en todo caso, hay alguien más serio que yo que ha investigado y escrito sobre el nacionalismo:

-    Tortosa, J.M. El nacionalismo europeo, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, 1993

-    Tortosa, J.M. “La cuestión de la identidad en las Ciencias Sociales Contemporáneas”, en AA.VV. Ensayos de Teoría Sociológica, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992

-    Tortosa, J.M. Política linguística y lenguas minoritarias, Madrid, Tecnos, 1982


Fisionomías (XI): rostros del Museo Arqueológico de Madrid

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Llueve furiosamente sobre el parque de Seneffe. Anillo espiral. Mauro Staccioli. Foto R.Puig

Llueve furiosamente sobre el parque de Seneffe. “Anillo espiral”. Mauro Staccioli. Foto R.Puig

 

Estoy de viaje y han sido varios días de carretera en mi ruta de vuelta a Suecia, pero los domingos hay crónica, llueva o truene. Esta tarde he vuelto mojado hasta los huesos de una visita al Chateau de Seneffe en Bélgica. Una exposición de esculturas al aire libre de Mauro Staccioli ha sido el motivo. Una tormenta despiadada nos ha sorprendido deambulando por el parque a varios centenares de metros del aparcamiento.

Pero de esto hablaremos otro día.

……

Ya que en la crónica precedente he hablado del renovado Museo Arqueológico de Madrid, hoy, antes de irme a dormir, comparto aún algunos rostros que he admirado en sus salas. Todos dejan un poso de interrogación e intriga.

Por ejemplo ¿Cómo reventó la cabeza de este Apolo?

Apolo. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana.Foto R.Puig

Apolo. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana.Foto R.Puig

Parece como si una granada de mano le hubiera explotado dentro de la cabeza, desgarrando el bronce tan despiadadamente como aquellos rostros desfigurados y mutilados en la I Guerra Mundial, que se han vuelto a mostrar cien años después en los filmes y reportajes gráficos que recuerdan aquellas matanzas.

¿O fue un iconoclasta cristiano de los que destruían las esculturas paganas, tras la conversión de Constantino en el siglo IV, el que le rompió la cara al ídolo?

Apolo. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

Apolo. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

En todo caso Apolo parece aturdido ante la saña de los hombres o de los elementos, ya que su rostro pareciera también hendido por el rayo.

Todo lo contrario de este joven Baco, reposado y lúcido, en un momento de sobriedad, más apolíneo que el mismo Apolo. De hecho aún ignora la fama de bebedor que le asignará la tradición iconográfica.

Baco. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

Baco. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

Hay otro bronce que destaca en las salas de arte de la Hispania romana.Se trata de la cabeza de un magistrado. Aunque, al faltarle los globos oculares, no puede mirarnos, no carece de un aire de equilibrio y magnanimidad.

Magistrado. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

Magistrado. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

Pero el premio a la serenidad y la elegancia se lo lleva Livia Drusila, que fue emperatriz, como esposa (la tercera) del emperador Augusto

 

La emperatriz Livia Drusila. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

La emperatriz Livia Drusila. Detalle. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Época hispanoromana. Foto R.Puig

 

Visajes ibéricos

Por último, no hay que dejar el Museo sin dedicar un buen rato a tratar de descifrar los rostros de las esculturas ibéricas. Estos son sólo algunos.

Figura iberica de mujer sentada. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Figura iberica de mujer sentada. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Los de las figuras femeninas en actitud de ofrenda.

Figura iberica de oferente femenina. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Figura ibérica de oferente femenina. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Con la cabeza cubierta de un tocado puntiagudo en varios casos.

Cabeza femenina ibérica .Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Cabeza femenina ibérica .Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

 

En otros enjoyadas.

Como esta dama de rasgos admirablemente simplificados, tan sobrios como los de un dibujo de Picasso

Cabeza femenina ibérica.Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Cabeza femenina ibérica.Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

O este otro cuyas líneas juegan con los volúmenes y las sombras

Figura iberica de oferente femenina. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Figura ibérica de oferente femenina. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

No son sólo las joyas y el tocado los que hacen fascinante la Dama de Baeza, que aún presenta restos de policromía.

La dama ibera de Baeza. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

La dama ibera de Baeza. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

Aunque quien domina una sala del museo con su sola presencia y su altivez es, no haría falta presentarla, la Dama de Elche.

La Dama de Elche. Cabeza femenina ibérica .Museo Arqueológico Nacional.  Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

La Dama de Elche. Cabeza femenina ibérica.Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Protohistoria. Foto R.Puig

….

Por ahora dejo el Arqueológico de Madrid, pues debo ahorrar energía para mi ruta hacia Suecia y se ha hecho tarde. Y puesto que de viaje estoy, concluyo con una imagen que los caminantes del Camino de Santiago han de conocer sin duda.

La pregunta es: ¿de qué ciudad de un ramal del Camino es esta concha de bronce sólidamente encastrada en una losa del trayecto?

Señal del camino de Compostela. Foto R.Puig

Señal del camino de Compostela. Foto R.Puig

La foto la tomé yo mismo el jueves pasado. Pero la respuesta es para el próximo domingo.


Camino de Suecia (y V): la casa museo de Emil Nolde en Seebüll

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Emil Nolde. Juncos. Acuarela.  China 1913

Emil Nolde. Juncos. Acuarela. China 1913.

Dejo Beauraing a las once de la mañana y pian piano llego al camping de Lübeck  poco antes de las nueve de la noche, hora de cierre de la recepción.  La mayor parte de la ruta transcurre por las autopistas alemanas, en particular por la A2. A día siguiente dejo Lübeck temprano.  Ya he visitado Lübeck en el viaje de bajada, así que ni siquiera atravieso el centro de la ciudad. El objetivo es llegar al ferry de las ocho de la tarde, que me habrá de llevar de Fredrikshavn a Gotemburgo.

La Fundación Ada y Emil Nolde

Guiado por un cálculo optimista decido desviarme hacia Seebüll, muy cerca de las orillas del Mar del Norte en Alemania, ya dentro de la península de Jutlandia y a un paso de la frontera danesa.  Cumplo así el viejo propósito de ir  a ver las obras de Emil Nolde (1867-1956) que se guardan en la casa en la que vivió de forma permanente desde 1940 hasta su muerte en 1956. La propiedad del anciano artista pasó a la fundación que lleva su nombre y el de su primera mujer,  Ada Vilstrup, que compartió casi toda su vida. Ella falleció diez años antes que él, en 1946, el mismo año en que el pintor definió en su testamento las líneas maestras del proyecto, en el que tuvo una parte importante Jolanthe Erdmann, la joven con la que se casó en 1948.

La casa museo de Emil Nolde. Foto R.Puig

La casa museo de Emil Nolde. Foto R.Puig

Ciertamente no seré yo quien descubra a los lectores de mi blog el cúmulo de información disponible en internet sobre la vida y la obra de Nolde.  Se ha discutido mucho sobre su abundante producción artística. Lo mío son las impresiones que su casa museo han suscitado en un viejo aficionado al expresionismo alemán.  Mi breve visita me ha recordado también una exposición en Madrid en la Fundación Juan March en el otoño de 1997, “Emil Nolde. Naturaleza y Religión”, que me sirvió de introducción a un artista autodidacta y prolífico que se resistió siempre a las clasificaciones.

Esa doble dominante de su obra, la bíblica y la paisajística, es bien patente en la exposición, así como sus retratos, en especial las acuarelas de rostros de mujer, y una selección de los cerca de 1300 bocetos de su etapa de reclusión en Seebüll, en esta misma casa, cuando clandestinamente desobedecía a la prohibición de pintar que le había impuesto el régimen nazi.

Es bien sabido que en la muestra “Arte degenerado”, promovida por Hitler y sus corifeos, el artista más vilipendiado y representado (con 48 cuadros de los 1.052 confiscados en museos y galerías) fue Emil Nolde.

La casa museo de Emil Nolde desde el jardín. Foto R.Puig

La casa museo de Emil Nolde desde el jardín. Foto R.Puig

Para encontrar este rincón, al que difícilmente habría llegado sin el GPS, hay que adentrarse en una comarca de viejas marismas transformadas en campos de cultivo, circulando por carreteras vecinales

El pintor era hijo de campesinos de la región y cumplió el deseo de volver a vivir y pintar en  sus tierras de origen. Su formación profesional fue la de un ebanista, que, después de pasar por la talla de muebles y el dibujo ornamental, dio el salto a la pintura y el grabado. En la época en que se produce ese cambio y se casa con Ada Vilstrup (estudiante danesa de arte dramático) cambia su apellido de Hansen por el de Nolde, el nombre de su pueblo natal.

Casa museo de Emil Nolde. El jardín. Foto R.Puig

Casa museo de Emil Nolde. El jardín. Foto R.Puig

Es conocida su colaboración fugaz con los pintores de “Die Brücke” (El puente), su fuerte impregnación del romanticismo decimonónico de su país, su vinculación afectiva con las raíces medievales del arte alemán, común a varios pintores y escultores de su tiempo, su misticismo y religiosidad vagamente panteístas, así como su interés por la imaginería de Asia y Oceanía, que cuadraba bien con su forma libre y su manera autodidacta.

Aunque siempre fue reacio a las teorías estéticas ajenas, Emil Nolde teorizó sobre su propia obra, espoleado en parte por las críticas que suscitaba la “tosquedad de su técnica”.  Todavía hoy es difícil enfrentarse a sus cuadros, sobre todo a los “cuadros religiosos”, con un espíritu crítico neutral, debido a la polémica que siempre les ha rodeado.  Pero también es complicado ser imparcial y crítico con la obra de Nolde a causa del aura de resistente y de campeón de la libertad artística que la persecución nazi paradójicamente le brindó.

Sensaciones en la Fundación Nolde

Dejo para el final mi pequeño ramillete de obras de Nolde de entre aquellas que prefiero. Antes quiero recoger aquí mi impresión sobre la distribución expositiva de la fundación de Seebüll y sobre las decisiones que guían la presentación de la obra del artista.

Al parecer, la agrupación de 33 óleos de dimensiones considerables (en sus uniformes marcos originales) en dos apretadas filas superpuestas en un solo salón (el espacio más grande la casa taller), respeta el hecho de que era así como los guardaba bajo llave y los quería contemplar y enseñar el pintor en sus años de reclusión y de retiro. Por lo que esa apelotonada disposición expositiva (que malamente ayuda a admirar las obras) respondería a sus últimas voluntades.

Si es así, hay que resignarse a ello, pero siento que no casa bien con la generosidad espacial y arquitectónica del edificio denominado Forum (pasaje obligado para emprender el recorrido hacia el jardín y la casa museo) que alberga la recepción y venta de billetes y de las publicaciones y objetos  de una la extensa boutique, la sala de proyecciones, la galería informativa y el restaurante. Un tercer edificio está dedicado a las oficinas de la Fundación.

El hostal de Seebüll Hof o granja de Hülltoft. Foto R.Puig

El hostal de Seebüll Hof o granja de Hülltoft. Foto R.Puig

No lejos del aparcamiento, está la granja de Hülltoft, en la que vivió el pintor durante la construcción de su casa y que, a juzgar por las acuarelas en las que aparece, ha conservado su aspecto de entonces.

Emil Nolde. La granja de Hültoof en invierno.  Acuarela.

Emil Nolde. La granja de Hültoof en invierno. Acuarela.

Hoy es una casa de huéspedes para los visitantes.

Emil Nolde.Verano tardío. Granja de Seebüll.  Acuarela.

Emil Nolde.Verano tardío. Granja de Seebüll. Acuarela.

Seebüll un destino de peregrinaje y de veneración de la figura y la obra de Emil Nolde. Como tal paga tributo a los espacios comerciales. No obstante, las obras de mayor formato se podrían presentar más generosamente, dándoles el aire que están reclamando. Ello ayudaría al visitante a contemplarlas,  estudiarlas, y disfrutarlas mejor. Se entiende que el anciano Nolde quisiera tenerlas así y, en el espacio reducido de su casa, no tuviese otra alternativa, pero hoy en día la denominada “Billedsalen” se asemeja a un salón de subastas o a un gabinete de coleccionista barroco.

Contrasta con ello el “atelieret” del artista donde se exhiben sus escenas evangélicas, cuya sinceridad religiosa es patente pero cuya calidad (materiales, color, factura) es discutible o, al menos inferior a los mejores cuadros de su obra profana.  En ese semisótano, donde Nolde pintaba,  esa serie dedicada a la vida de Cristo se presenta, como si de una capilla se tratase, estructurada en retablo.  El artista concibió esas escenas con la idea de que fuesen acogidas en una iglesia, pero fueron rechazadas repetidamente.

Eché en falta uno de los mejores óleos religiosos de Nolde, el “Jesús y los escribas” (1951), obra de su vejez, quizás prestada a la exposición que este verano le ha dedicado el Museo Luisiana de Dinamarca.

Jesús entre los doctores. Emil Nolde. Óleo. 1951

Jesús entre los doctores. Emil Nolde. Óleo. 1951

En todo caso, el jardín sigue también como el pintor lo diseñó y en los alrededores siguen pastando las vacas.

Una vaca cerca de la Fundación Nolde. Foto R.Puig

Una vaca cerca de la Fundación Nolde. Foto R.Puig

Pequeña selección personal

El agitado mar del Norte es uno de los temas preferidos y mejor logrados de Emil Nolde

Mar tormentoso. Emil Nolde.

Mar tormentoso. Emil Nolde.

Así como los cielos abrasados del atardecer

Atardecer. Emil Nolde. Óleo.Detalle.

Atardecer. Emil Nolde. Óleo.Detalle.

Las acuarelas de su largo viaje al Oriente en 1913/14

Emil Nolde. Junco. Acuarela. China 1913

Emil Nolde. Junco. Acuarela. China 1913

los juncos de los osados marineros y pescadores asiáticos

Emil Nolde. Palmen am Ufer. Acuarela. 1913 1914

Emil Nolde. Palmen am Ufer. Acuarela. 1913 1914

palmeras sobre mares paradisíacos y rostros de un mundo inocente.

Emil Nolde.Joven Buka.  Acuarela. 1913 1914

Emil Nolde. Joven Buka. Acuarela. 1913 1914

Más de treinta años después, son otros los rostros

Dos personas. Óleo. Detalle.  1945. Emil Nolde.

Dos personas. Óleo. Detalle. 1945. Emil Nolde.

entre los cuales admiro su maestría a la acuarela en el retrato de aquellas mujeres que conoció o que jugaron un papel importante en su vida, como este de la joven Jolanthe, su segunda mujer, quien se encargó junto con Joachmim von Lepel,  designado primer director por el artista, de organizar la Fundación Ada y Emil Nolde de Seebüll, para preservar y dar a conocer su obra.

Emil Nolde. Jolanthe Nolde. Acuarela. 1950

Emil Nolde. Jolanthe Nolde. Acuarela. 1950

Pienso que Emil Nolte fue tallando su propia vida como un experto ebanista que no sólo mide y construye sus creaciones, sino también su propia historia, contra viento y marea y reivindicándose frente a quienes quisieron eliminarle de la Historia.

 …

Llegando a Gotemburgo

Al salir de Seebüll miro la hora. No tengo más remedio que acelerar la marcha tras dejar las rutas vecinales  que atraviesan la frontera alemana por los campos del sur de Jutlandia, bañados en la luminosidad de una tarde perfecta que ya empieza a ser escandinava.

No me gustaría perder el ferry de las ocho de la tarde que, desde Fredrikshavn, me va a permitir desembarcar en Gotemburgo antes de la medianoche.  Justo, justo, paso por la garita de los billetes media hora antes de la salida.

En el ferry. Foto R.Puig

En el ferry. Foto R.Puig

En las cubiertas del Stena Danica hay, según se mire, un ambiente tanto de final como de comienzo de vacaciones:  hay viajeros alemanes de subida hacia sus destinos campestres en Suecia o Noruega, y suecos y noruegos de vuelta de sus baños de sol y mar en el continente.  Son estos los que más se explayan, cerveza en mano en el bar del puente superior de la nave, donde devoro un canapé de gambas y una hamburguesa doble,  preparados y servidos por empleadas filipinas.

En el ferry.   Foto R.Puig

En el ferry. Foto R.Puig

Un puente más arriba,  sobre uno de los bancos en los que se almacenan los chalecos salvavidas, disfruto de la puesta de sol y de una tardía siesta al aire libre.

Desde el ferry. Foto R.Puig

Desde el ferry. Foto R.Puig

La entrada en la bocana de la ría de Gotemburgo y el paso bajo el Älvsborgsbron (el puente que lleva el nombre de la fortaleza que defendía Gotemburgo en el pasado) la disfruto desde las barandillas exteriores de la nave.

Desde el ferry. Entrada en Gotemburgo.  Foto R.Puig

Desde el ferry. Entrada en Gotemburgo. Foto R.Puig

Las estructuras de acero del puente y la enorme grúa de los antiguos astilleros emergen entre las luces de la noche

Desde el ferry. Entrada en Gotemburgo.  Foto R.Puig

Desde el ferry. Entrada en Gotemburgo. Foto R.Puig

Al fondo, refulgente, la ciudad es una línea de luciérnagas multicolores

La noche de la ría.  Acrílico y óleo sobre tela. R. Puig 2014

La noche de la ría. Acrílico y óleo sobre tela. R. Puig 2014


Detalles de Madrid

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Cristobal.  Foto R.Puig

Cristobal. Foto R.Puig

Para Manolo

Estoy de visita en Madrid, sólo por dos días más.

El lector me perdonará que esta semana no haya podido elaborar alguno de los temas que esperan en mi cartera de futuros.

Sin embargo, al hilo de mis paseos en familia, la cámara que siempre llevo en una cartuchera prendida del cinturón ha seguido moderadamente activa.

Este mico seráa pintor. Foto Dimitris Papadopoulos

Este mico será pintor. Foto Dimitris Papadopoulos

Gracias a ello abro hoy esta especie de crónica batiburrillo con la imagen de un alevín de pintor que gatea junto a la tumba de Goya en la capilla de San Antonio de la Florida, la que que alberga esos frescos deslumbrantes en los que condensó su genio.

Al otro lado del paseo se alza su estatua

Don Francisco. Foto R.Puig

Don Francisco. Foto R.Puig

El río de Madrid

Río Manzanares.  Foto R.Puig

Río Manzanares. Foto R.Puig

El río Manzanares finge profundidades,

dispone balcones para los pescadores

Esperando a los pescadores. Foto R.Puig

Esperando a los pescadores. Foto R.Puig

o asiste al idilio de la columna y el árbol

Idilio. Foto R.Puig

Idilio. Foto R.Puig

Botánica

Algunas de mis capturas fotográficas proceden de los invernaderos magníficos y luminosos de la “Casa de Vacas, junto a la “Casa del Reloj”, no lejos de los parques del Madrid Río en las riberas del Manzanares y parte del antiguo matadero, recuperados para la cultura y el esparcimiento.

Nunca dejan de sorprendernos esos cactus (oriundos de Méjico) que en su perfecta geometría son viva demostración de la teoría de fractales

Echinocactus grusonii. Invernaderos de la Casa de las Vacas. Foto R.Puig

Echinocactus grusonii. Invernaderos de la Casa de las Vacas. Foto R.Puig

En otro orden de cosas, las patas –perdón, quise decir las raíces- de algunas plantas del trópico, podrían inspirar relatos de metamorfosis

Pandanus utilis. Invernaderos de la Casa de las Vacas. Foto R.Puig

Pandanus utilis. Invernaderos de la Casa de las Vacas. Foto R.Puig

Apariencias

Puestos a buscar transformaciones, no faltan en Madrid los trampantojos que transforman los muros de la ciudad.

En lugar de un muro así

El patio trasero. Foto R.Puig

El patio trasero. Foto R.Puig

hay, a pocos pasos, otro así

Trampantojos. Calle de la Montera. Madrid.Foto R.Puig

Trampantojos. Calle de la Montera. Madrid.Foto R.Puig

En la Casa Museo de Joaquín Sorolla

Del mural urbano damos un salto a los jardines de la que fue casa de Joaquín Sorolla, adonde vienen a inspirarse artistas que pintan al aire libre.

Hay quien ha llegado desde Hawai, como es el caso de Kyoko Ishigami

Venirse de Hawai para pintar en España. Foto R.Puig

Venirse de Hawai para pintar en España. Foto R.Puig

Con su caballete encontramos también a un Sorolla en miniatura, en una vitrina de su estudio, junto a una reproducción de la Venus de Cherchell

Sorolla en su vitrina. Foto R.Puig

Sorolla en su vitrina. Foto R.Puig

A pocos pasos, ondean la túnica al viento de la Victoria de Samotracia y los ropajes luminosos de sus paseantes de playa

Ropajes al viento. Foto R.Puig

Ropajes al viento. Foto R.Puig

Una de las muchas esculturas de tradición clásica que coleccionaba, en este caso en el jardín del museo, parece representar  a un muchacho con un odre

Trajín. Foto R.Puig

Trajín. Foto R.Puig

que orina discretamente

Protegiéndose. Jardín de Museo Sorolla. Foto R.Puig

Museo Sorolla.          Foto R.Puig

Otra de las esculturas de su colección, en la que fue su mansión y su lugar de trabajo, se recorta bajo un luminoso ventanal

Ventanal. Museo Sorolla Foto R.Puig

Ventanal. Museo Sorolla Foto R.Puig

Luz y perfiles

Registro siluetas del cielo de Madrid, sobrevolando la calle de Alcalá

Caballos en el cielo.Foto R.Puig

Caballos en el cielo.Foto R.Puig

y en la misma calle, ya cerca de la Puerta del Sol

Se salva la fachada. Foto R.Puig

Se salva la fachada. Foto R.Puig

o en su confluencia con la Gran Vía

El ángel del atardecer. Foto R.Puig

El ángel del atardecer. Foto R.Puig

Las barandillas del edificio de un antiguo banco, cuyas entrañas se están demoliendo aunque la fachada se va a conservar, se recortan en los vanos de sus balcones, como si innumerables cuencas vaciadas de sus ojos se abrasasen en luz y polvo

Balcones a la intemperie.  Foto R.Puig

Balcones a la intemperie. Foto R.Puig

….

Termino por hoy con el callejón y la fachada de la casa, viva y bien conservada, en la que nací

La casa donde nací. Foto R.Puig

La casa donde nací. Foto R.Puig


Fisionomías (XIV): Rostros y figuras del Reino de Ife (Nigeria y Benin)

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Cabeza de un Ooni. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza de un Ooni. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

 Esculturas de la civilización Yoruba en los museos de Nigeria

He visitado recientemente la exposición “Obras maestras de África – la historia del Reino de Ife” en el Museo de las Culturas del Mundo en Gotemburgo, donde he podido abandonarme a la fascinación de sus legendarias fisionomías y figuras en metal, terracota o piedra.

Ife, ciudad del suroeste de Nigeria, fue en siglos pasados una ciudad estado, sede de la dinastía de los Ooni (reyes) y centro de la civilización Yoruba. Su cultura se extendió también a lo que es hoy la vecina República de Benin.

Cabeza coronada. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza coronada. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

La fertilidad del valle en el que está situada favoreció la prosperidad del reino e hizo posible el progreso en la fundición y cincelado de metales, en particular de las aleaciones a partir del cobre y las técnicas del vidrio (perlas de cristal).

De la mitología de esa civilización se deriva una jerarquía tradicional que se sitúa entre el Otro Mundo, el del Creador, y el Mundo de lo que no es humano.

Figura de un rey. Aleación de cobre. s.XV. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Figura de un rey. Aleación de cobre. s.XV. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

De modo y manera que la sociedad y su equilibrio de poderes se ordenaban según tres niveles:

I     El de los espíritus, ancestros y dioses (Òrisa)

II    y las dos categorías de los seres humanos vivientes:

(1) los que saben (y se ornan con perlas de cristal de varios colores): los reyes, reinas, ancianos y jefes, los sacerdotes, adivinos y herboristas, los iniciados y quienes hacen las máscaras;

(2) los ignaros: los extranjeros, los no iniciados, los niños.

Pomo de un cetro. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Pomo de un cetro. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cada estrato tiene su figuración propia en las esculturas que los arqueólogos han ido desenterrando durante los últimos cien años y que conforman la impresionante colección de la  National Commission for Museums and Monuments (NCMM) de Nigeria.

La escultura en metal y en piedra

La técnica de la cera perdida aplicada a la fundición en cobre produjo piezas de una extraordinaria calidad, en general reservadas para las figuras y útiles de los dos niveles superiores. Así como las joyas hechas con perlas multicolores de vidrio, de las cuales Ife fue un centro de producción y de comercialización más allá de sus territorios. Poseerlas y exhibirlas era un signo de status político social.

Máscara que representa al Ooni Obalufun II. Cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Máscara que representa al Ooni Obalufun II. Cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Las fisionomías son de un realismo sereno con finos detalles en el tratamiento del metal, como son las escarificaciones que recorren los rostros y son típicas de las prácticas culturales de la antigüedad yoruba e identificadores de la comunidad de pertenencia.

Figura de siervo o mensajero. Aleación de cobre. ss.XVII a XVIII. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Figura de siervo o mensajero. Aleación de cobre. ss.XVII a XVIII. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Esa serenidad puede alterarse cuando se representan personajes de estrato inferior,

sobre todo si se trata de condenados o prisioneros

Pomo de un cetro con cabeza de condenado. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Pomo de un cetro con cabeza de condenado. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

También se esculpía la piedra, como es el caso en la figura de Idena, la guardiana del camino hacia el santuario de Ore, el dios de la caza

Figura de Idena. Piedra. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Figura de Idena. Piedra. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Terracotas

Las obras en terracota se caracterizan por un mayor naturalismo aunque anteceden en varios siglos a la aparición de los trabajos en aleaciones del cobre

Cabeza. Terracota NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza. Terracota NCMM. Lagos. Foto R.Puig

También estan presentes en la exposición las representaciones de animales en tierra cocida

Cabeza de elefante. Terracota. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza de elefante. Terracota. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza de perro. Terracota. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza de perro. Terracota. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

o las situaciones de enfermedad o anomalía, en este caso no sabemos bien con qué significado y si era con finalidades mágicas o rituales

Figura masculina con elefantiasis escrotal. Terracota. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Figura masculina con elefantiasis escrotal. Terracota. ss.XIII a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

No faltan tampoco en terracota las figuras de extranjeros preparados para el sacrificio

Cabeza de extranjero destinado al sacrificio.  Terracota. s. XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza de extranjero destinado al sacrificio. Terracota. s. XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

También se modelaban las figuras destinadas a los altares de los santuarios o de los hogares y las figuras de orisas, ancestros o personajes reales

Cabeza coronada. Terracota. ss.XII a XV. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza coronada. Terracota. ss.XII a XV. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza de mujer de familia real. Terracota. ss.XIII a XV. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza de mujer de familia real. Terracota. ss.XIII a XV. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Las fisionomías en terracota son particularmente emocionantes por su calidez, textura y tratamiento de las formas.

Cabeza.  Terracota. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza. Terracota. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza. Terracota.   NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza. Terracota. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza. Terracota. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Cabeza. Terracota. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Se supone además que el modelado en arcilla, como en la África de hoy, estaba a cargo de las mujeres, mientras el trabajo con metales estaba reservado a artistas varones.

Figura equestre. Aleación de cobre. ss. XVIIa XVIII.NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Figura equestre. Aleación de cobre. ss. XVIIa XVIII.NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Arquero. Detalle. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Arquero. Detalle. Aleación de cobre. ss.XV a XVI. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Algo que, finalmente, hay que tener en cuenta es que las esculturas de la civilización de los yorubas eran policromadas. Nos haría falta un esfuerzo de la fantasía para imaginar cuál era su verdadero aspecto.

Obalufon. ss.XVII a XIX. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Obalufon. ss.XVII a XIX. NCMM. Lagos. Foto R.Puig

Conclusión

No obstante tratarse de rostros llegados de un mundo y de una sociedad organizada de forma tan distinta a las nuestras, pasé más de dos horas moviéndome entre todas estas presencias, capturado por una sensación de actualidad y de ruptura de tiempos, como si el espesor de los siglos y de las distancias geográficas se hubiera disuelto y estos rostros fuesen los mismos de muchos afroamericanos y no pocos afroeuropeos que viven hoy en día en los territorios de la civilización occidental.

Los seres humanos, sus expresiones, la dignidad o las penas que sus fisionomías pueden expresar y el arte recoger no han cambiado. A los treinta y cinco millones de hombres y mujeres de ascendencia yoruba los podemos hoy encontrar no sólo en el África Occidental, sino  a diario en las calles de Europa y América, en particular en Brasil, Cuba, Haití y los Estados Unidos.

A través de qué vicisitudes, esclavitudes y exilios se han afincado por el mundo, eso daría para muchos capítulos.



Fisionomías (XV): tallas tradicionales de comunidades del África Central

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Mascara del pueblo Yaka. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Mascara del pueblo Yaka. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Dedicado a Fernando y Gloria, a quienes debo esta crónica

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Del Reino de Ife al arte popular del África Central

La entrada del domingo pasado nos transportó cinco o más siglos atrás, a un mundo legendario en tierras africanas que son hoy parte de Nigeria y de la República de Benin. Eran obras pertenecientes a una civilización monárquica muy jerarquizada, próspera, y técnica y culturalmente sofisticada. Metal, cerámica y piedra eran los materiales utilizados por los artistas de aquella África legendaria.

Hoy damos un salto en el tiempo y tenemos la oportunidad de contemplar una muestra de lo que con materiales más modestos pero con no menor destreza crearon otros artistas africanos varios siglos más tarde. Se trata de un arte popular con funciones propias dentro de las comunidades en que nace.

Y ello se debe a que he tenido el placer de visitar a mi buen amigo el Dr. Fernando Cardenal, que desde enero de 1961 y durante dos largas décadas fue médico en varios países del África Central,  principalmente en los que antes formaron parte del Congo Belga y del Congo Francés.

Con tal ocasión he tenido además el privilegio de admirar la importante colección de obras de arte popular que durante los años en que allí ejerció su profesión fue pacientemente reuniendo. Él es además el autor de la rigurosa información que esta crónica contiene

Los creadores de estos objetos suelen ser artistas al servicio de los reyes y los jefes de tribu y también hechiceros y curanderos.  Tras cumplir su misión, las figuras hechas con una finalidad mágica son desacralizadas por el hechicero, dejan de tener valor y pueden ser destruidas o vendidas.

La colección se compone de máscaras rituales, fetiches, estatuas-retrato de antepasados o de personajes que han dejado huella en la vida de la tribu, y también  armas y objetos de uso, que hoy son de interés etnográfico.

Casi todas las piezas son anteriores a la época de las independencias de esos países (las décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo XX), ya que durante las guerras de descolonización y las guerras civiles y tribales que estallaron por entonces se produjeron muchas destrucciones.

Están perfectamente catalogadas y, junto con la importante biblioteca y archivo documental que completan la colección, son de gran valor para los estudiosos de las sociedades africanas tradicionales y de su arte popular.

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Máscaras

Mascara denominada Tshifwebe. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara denominada Tshifwebe. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara de contorno oval con cresta y surcos horizontales pintados alternativamente de blanco y rojo, ojos saltones y perforados para que el portador pueda ver por ellos. Tocado de rafia. Es un tipo de máscara llamada Tshifwebe perteneciente a una sociedad secreta de mujeres del pueblo Songye, que habita en la región sudeste del Congo-Kinshasa. (Catálogo FC-JLO)

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Mascara Tshifwebe. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara Tshifwebe. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Variante de la máscara Tshifwebe anterior. Contorno oval con estrechamiento a nivel de las mejillas y ensanchamiento en el mentón. A lo largo de todo el contorno tiene pequeños orificios para pasar por ellos cuerda que sujete un amplio tocado de rafia que se ha perdido. (Catálogo FC 410)

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Mascara del pueblo Suku.  Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara del pueblo Suku. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara de color claro, de rasgos finos, con cresta de varios niveles y por abajo collarín de rafia. Pertenece al pueblo Suku, que habita en la región del suroeste del Congo-Kinshasa, entre los pueblos Yaka y Pende.(Catálogo FC 47)

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Mascara denominada Muyembo. Pueblo Pende.  Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara denominada Muyembo. Pueblo Pende. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara llamada Muyembo, de cejas unidas, pómulos salientes, boca que hace mueca escéptica o despectiva y tocado de tela aterciopelada y de rafia. Procede de la aldea Tumbi del pueblo Pende, región del suroeste del Congo-Kinshasa. (Catálogo FC 764)

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Mascara de anciano.  Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara de anciano. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara de anciano vista de perfil. Nariz algo respingona, dientes limados en pico y amplia sotabarba. El borde está agujereado a trechos para pasar la cuerda que sostenía la rafia que se ha perdido. Apenas se ve grabada en la frente la cruz característica de este pueblo (sin relación ninguna con la cruz cristiana). (Catálogo FC 427)

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Mascara llamada Tshiongo. Pueblo Tshokwe. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara llamada Tshiongo. Pueblo Tshokwe. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara llamada Tshiongo, de color sepia claro, cejas juntas, nariz algo respingona, tocado de piel de mono de pelaje negro y blanco y de rafia. Pertenece al pueblo Tshokwe, territorio de Tshicapa en la región centro-sur del Congo-Kinshasa.  (Catálogo FC 426)

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Mascara del pueblo Yaka. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara del pueblo Yaka. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Máscara de cara alargada pintada en blanco ligeramente azulado, ojos saltones con contorno azulado. Debajo de los ojos hay sendos agujeros por los que el portador de la máscara puede ver. Tocado de tela y rafia.  Pertenece al pueblo Yaka, que habita en la región  del suroeste del Congo-Kinshasa,  frontera con Angola. (Catálogo  FC-JLO)

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Fetiches

Fetiche Teke para guardar sustancias mágicas.  Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Fetiche Teke para guardar sustancias mágicas. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Pequeño fetiche de 10 cm de altura, tallado en madera, conteniendo en su interior substancia mágica cubierta con una mezcla de barro y alquitrán natural.  Pertenece al pueblo Teke, que habita las orillas del río Congo, cerca de Kinshasa y de Brazzaville. (Catálogo FC 16).

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Fetiche del pueblo Bakongo.  Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Fetiche del pueblo Bakongo. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Pequeño fetiche de 10 cm de altura representando un prisionero atado de pie a dos estacas clavadas en el suelo, con materia mágica en el interior del tronco recubierta de barro y un trozo de tela. Procedente del pueblo Bakongo en la zona occidental del Congo-Kinshasa. (Catálogo FC 19)

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Gran fetiche del pueblo Songye. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Gran fetiche del pueblo Songye. Detalle. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Gran fetiche del pueblo Songye de la región del Kassai oriental, en el este del Congo-Kinshasa.  Altura 90 cm. Madera, cobre, cuentas de vidrio, cuerno, etc. (Catálogo  FC 169)

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Retratos y escenas de lo cotidiano

Alumbramiento. Detalle de la partera y la parturienta con su madre que la sostiene. Pueblo de los Basala  Mpasu. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Alumbramiento. Detalle de la partera y la parturienta con su madre que la sostiene. Pueblo de los Basala Mpasu. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Talla en madera dura de 70 cm de longitud, recubierta de fino polvo de teca con cinco personajes representando una escena de un parto. En la foto se aprecian la parturienta sentada en el suelo entre las piernas de su madre y la partera que sostiene la cabeza del niño. Pertenece al pueblo de los Basala  Mpasu, que habita en la región del centro-sur del Congo-Kinshasa. (Catálogo FC 130).

Alumbramiento. Pueblo de los Basala Mpasu.  Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Alumbramiento. Pueblo de los Basala Mpasu. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Esta foto de la misma talla muestra el grupo al completo y se puede apreciar, detrás de la madre, la presencia de otras dos mujeres que, al son de una especie de silbato y de un instrumento de percusión, marcan el ritmo para que la parturienta puje.

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Retrato de un antiguo rey del pueblo Kuba. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Retrato de un antiguo rey del pueblo Kuba. Colección Fernando Cardenal. Foto R.Puig

Retrato en madera de un antiguo rey del pueblo Kuba. Procede del taller de la aldea real Moshenge, lugar de residencia del rey, en la región del Kassaï, Congo-Kinshasa.  Altura 83 cm. (Catálogo  FC 1)

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Epílogo

Todo lo aquí expuesto es una breve selección de una colección, amplísima y extraordinaria, fruto de la labor de un médico que dedicó casi toda su carrera a servir a los africanos y que es un amante de las culturas de África. A su catalogación han ayudado expertos del Museo Nacional de Antropología, que ya patrocinó anteriormente su exposición en varias ciudades de España.

Este blog sólo cumple con ser una modesta caja de resonancia de la obra admirable y anónima de los artistas que tallaron estas obras. Es también un homenaje al amigo que las recogió y las ha conservado, librándolas de una más que probable desaparición.


De un paseo por Birmingham.

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Birmingham. Detalle de una de las vidrieras de Edward Burne Jones en la catedral.  Foto R.Puig

Birmingham. Detalle de una de las vidrieras de Edward Burne-Jones en la catedral. Foto R.Puig

Para mis nietos

Hace una semana he vuelto de los Midlands ingleses.  El objetivo principal ha sido pasear con mis nietos y compartir tareas y veladas con sus papás.  Nada particularmente extraordinario para los que tenemos la familia en diáspora. Así que la imagen que abre la portada de hoy es lo que más le gustó a mi nieta de nuestro paseo de unas horas por la industriosa Birmingham.

Curiosamente,  en la guía turística de Inglaterra (“England for everyman”) editada por primera vez en 1933 y actualizada en 1965 por la prestigiosa firma de guías turísticas -“prácticas e históricas”- de la editorial J.M Dent & Sons Limited de Londres (“astonishingly near to perfection” según reza su solapa) no creyeron relevante hablar de Birmingham. La palabra más cercana en su copioso índice de materias es Birchington. ¿No han estado nunca en Birchington? Pues no se pierdan su selecto balneario y sus playas de arena no lejos de la desembocadura del Támesis, ni la tumba del pintor y poeta prerrafaelita Dante Gabriel Rossetti (Londres, 1828 – Birchington-on-Sea,1882), enterrado en el cementerio que rodea la iglesia del pueblo.

Lejos de esas playas, en los West Midlands, aunque la guía lo ignore, se halla el extraordinario Museo y Galería de Arte de Birmingham donde se puede admirar una de las mayores colecciones de obras de la Hermandad Prerrafaelita, varias de ellas de ese pintor que fue a morir frente al mar de Birchington en la casa de vacaciones de un amigo.

Birmingham. La fachada del Museo. Foto R.Puig

Birmingham. La fachada del Museo. Foto R.Puig

Pero quien tiene más obras expuestas en el Museo de Birmingham es Edward Burne-Jones (Birmingham 1833 – London 1898). El artista pintó también los cartones de las vidrieras que se pueden admirar en la catedral barroca, ejecutadas por su amigo William Morris (1834-1896).

Birmingham. La catedral barroca del siglo XVIII.  Foto R.Puig

Birmingham. La catedral barroca del siglo XVIII. Foto R.Puig

Birmingham. Detalle de vidriera de Edward Burne Jones en la catedral.  Foto R.Puig

Birmingham. Vidriera de Edward-Burne Jones en la catedral. Foto R.Puig

Birmingham.  Detalle de vidriera de Edward Burne Jones en la catedral.  Foto R.Puig

Birmingham. Detalle de vidriera de Edward Burne-Jones en la catedral. Foto R.Puig

Además del niño Jesús que encabeza esta crónica, a mi nieta de cinco años lo que más le gustó de nuestra visita a Birmingham fue el gran plato de fish and chips que se comió en el Old Joint Stock Pub, situado frente a la catedral.  Era en su día un banco. Hoy, en su gran salón, no se calculan dividendos, se trasiegan pintas de cerveza y se come a la inglesa.

Birmingham. Interior del Old Joint Stock Pub. Foto R.Puig

Birmingham. Interior del Old Joint Stock Pub. Foto R.Puig

Tras haber guardado en la mochila mi venerable guía, inútil para visitar la ciudad aunque deliciosamente literaria, nos guiamos por una bien reciente que me había prestado mi yerno, para apoyar nuestro paseo entre Victoria Square y el Bull Ring .

A la estatua The River de Dhruva Mistry (Gujarat, India, 1957) en Victoria Square, los naturales del lugar la han bautizado, con cierto tono misógino y puritano, como Floozzie in the Jacuzzi, ignorando que su ecléctico escultor parece haberse inspirado en los modelos clásicos de las divinidades fluviales masculinas romanas, en este caso creando una deidad-río femenina.

The River by Dhruva Mistry. Foto R.Puig

The River. Obra del escultor indio Dhruva Mistry. Foto R.Puig

Así que puede que sea un impulso previsor lo que ha determinado al escultor a escoltar a la diosa con una esfinge guardiana. Quizás ella disuada a enfermizos iconoclastas. No se sabe, a veces se empieza por las palabras y luego se pasa a los hechos.

Guardian by Dhruva Mistry. Victoria Square. Birmingham. Foto R.Puig

Guardian de Dhruva Mistry. Victoria Square. Birmingham. Foto R.Puig

Al otro lado de la plaza hay otra “deidad” integrante del panteón británico, en su caso  convenientemente vestida, como corresponde a los códigos de la época que lleva su nombre. Se trata de la Reina Victoria, en este caso envuelta en humo de suculentas fritangas.

La Reina Victoria al olor de la cebolla frita. Foto R.Puig

La Reina Victoria al olor de la cebolla frita. Al fondo el City Hall. Foto R.Puig

Y, un poco más lejos, la Chamberlain Square de trazado geométrico habilidoso y, a mi modo de ver, a pesar de los condicionantes, afortunado.

Juego de líneas en Chamberlain Square. Birmingham. Foto R.Puig

Juego de líneas en Chamberlain Square. Birmingham. Foto R.Puig

Recostado en sus escalinatas, inmortalizado en bronce, el compositor Thomas Atwood (1765-1838), que fue alumno de Mozart y uno de los clásicos de la música coral anglicana, imagina partituras para siempre inconclusas

Efigie del compositor Thomas Atwood en las escalinatas de Chambertlain Square. Foto R.Puig

Efigie del compositor Thomas Atwood en las escalinatas de Chamberlain Square. Foto R.Puig

https://www.youtube.com/watch?v=lAmWl8xWmZQ  (Teach me, Oh Lord by Thomas Atwood)

Este bronce del noble músico inglés es otra de las atracciones para quien pasea con niños por Birmingham, garantizado.

En el otro extremo de la New Street, mientras se circula por la avenida peatonal entre las dos moles comerciales del Bull Ring, aparece demediada la silueta de la iglesia de San Martín, medieval en su origen y neogótica en su versión actual.

Birmingham. Saint Martin desde la avenida peatonal del Bull Ring. Foto R.Puig.

Birmingham. Saint Martin desde la avenida peatonal del Bull Ring. Foto R.Puig.

En ella se conserva, oportunamente salvada de los bombardeos de la II Guerra Mundial, otra vidriera de Burne-Jones y de William Morris, más sobria en su estilización prerrafaelita que las de la catedral.

Birmingham. Vidriera de William Morris siguiendo cartones de Burne Jones. 1877 en la iglesia de Saint Martin. Foto R.Puig

Birmingham. Vidriera de William Morris siguiendo cartones de Burne-Jones. 1877 en la iglesia de Saint Martin. Foto R.Puig

Birmingham. Detalle de la vidriera de Burne Jones y William Morries en la iglesia de Saint Martin. Foto R.Puig

Birmingham. Detalle de la vidriera de Burne-Jones y William Morris en la iglesia de Saint Martin. Foto R.Puig

Naturalmente, mi nieta también descubrió la otra versión del mismo niño.

Birmingham. Detalle de la vidriera de Burne-Jones y William Morris en la iglesia de Saint Martin.  Foto R.Puig

Birmingham. Detalle de la vidriera de Burne-Jones y William Morris en la iglesia de Saint Martin. Foto R.Puig

Y si alguno de ustedes, anduviese un día de shopping por Birmingham, lograse abrirse paso en medio de la marea humana que invade el interior del Bull Ring y levantase la mirada, podría contemplar también unas curvas arquitectónicas modernistas, en este caso las de los almacenes Selfridges.

Birmingham. Los almacenes Selfridges.  Foto R.Puig

Birmingham. Los almacenes Selfridges. Foto R.Puig

Al despedirnos de la ciudad, podemos lanzarle una última mirada desde el tren que nos lleva de retorno a Leicester.  No será tan triste y tan definitiva como la de estos emigrantes ingleses del siglo XIX, que observan los últimos perfiles de las costas de su patria, desde la nave que les transporta a Norteamérica.

Ford Madox Brown. The last of England. Detalle. Birmingham Museum. Foto R.Puig

Ford Madox Brown. The last of England. Detalle. Birmingham Museum. Foto R.Puig


Algo más sobre fotos y dibujos del Perú hallados en Gotemburgo

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Sacsahuaman. Foto Manuel Scollo 1950

Sacsahuaman. Foto Manuel Scollo 1950

Para Eva

En una reciente entrada de este blog me ocupaba del libro Machu Picchu de Hermann Buse, de los dibujos de Luis Ccosi y de las instantáneas de Manuel Scollo que lo ilustraban. Asímismo me refería a mi infructuosa búsqueda de datos de este fotógrafo, nacido en Rosolini, provincia de Siracusa (Sicilia) en 1902, que, después de graduarse en Farmacia, emigró en 1925 al Perú. Veinte años  de su vida transcurrieron en Arequipa donde ejerció como pionero de la fotografía documental dejando miles de fotografías sobre la Ciudad Blanca.

A pesar de todo, la única referencia que encontré del artista, además del citado libro, fue una exposición de “Arquitectura Peruana antigua y moderna” que tuvo lugar en el Museo de Bellas Artes de Gotemburgo en 1950, en el que se encomia su film sobre los paisajes de Puno y de donde procede esta escueta información biográfica.

El catálogo incluye textos (en sueco) de dos ilustres peruanos, el historiador y antropólogo Luis Eduardo Valcárcel (1891-1987) sobre Machu Picchu y el arquitecto y escritor Hector Velarde (1898-1989) sobre la arquitectura de Arequipa

Arequipa. Portal de la iglesia de los Jesuitas. Foto Manuel Scollo 1950

Arequipa. Portal de la iglesia de los Jesuitas. Foto Manuel Scollo 1950

Pues bien, gracias a Eva Ranglin, bibliotecaria y archivera del Museo,  pude examinar el catálogo que incluye algunas de las fotografías de Scollo, más tres reproducciones de tejidos mochicas, que proceden del libro Moche (Lima, Editorial Lumen 1937) de Arturo Jiménez Borja (1908-2000) con un prólogo de Hidelbrando Castro Pozo (1890-1945), sociólogo y político indigenista.  También se enumeran las sesentaicuatro fotos de arquitectura peruana de Manuel Scollo y los demás objetos de la exposición: veintisiete piezas textiles preincaicas, diecinueve vasijas preincaicas e incaicas.

Catálogo de la exposición Del antiguo Perú en el Museo de Bellas Artes de Gotemburgo en 1950. Foto R.Puig

Catálogo de la exposición “Del antiguo Perú” en el Museo de Bellas Artes de Gotemburgo en 1950. Foto R.Puig

El volumen procede de la biblioteca de la antigua Ibero-Amerikanska Institutionen de la Universidad de Gotemburgo, donde fue catalogado el 16 de marzo de 1944. Esta obra es parte de los ricos fondos de aquel Instituto Iberoamericano, que ya no existe en cuanto tal, cuya memoria de actividades incluí en esa crónica.

Hatunrumiyoc.Cusco. Foto Manuel Scollo 1950

Hatunrumiyoc.Cusco. Foto Manuel Scollo 1950

Hoy entrevero algunas de las fotografías de Manuel Scollo que se expusieron en el Museo de Bellas Artes de Gotemburgo en 1950 y los dibujos de Arturo Jiménez Borja, quien traspasó al papel cientos de pictografías de la cerámica y los tejidos de la cultura Mochica

Dibujos y cerámicas

Me ha parecido útil combinar con los dibujos algunas fotos de las cerámicas mochicas de diversas colecciones, en las que aparecen esos motivos y pictogramas

El cautivo de guerra. Cultura Mochica. Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Jimenez Borja

El cautivo de guerra. Cultura Mochica. Perú 100 a.C. a 700 d.C. Dibujo Aruro Jiménez Borja

Prisionero. Cultura Mochica. Berlin. Museum für Völkerkunde.

Prisionero. Cultura Mochica. Berlin. Museum für Völkerkunde.

Por desgracia, las fotos de arte textil mochica que aparecían en el libro fueron arrancadas del mismo, puede que para reproducirlas en el catálogo. Si así fue, quien lo hiciera olvidó restituir las páginas a su sitio, dejando así ese volumen, ironías del destino, desmochado.  El ejemplar que he encontrado no conserva la portada, quizás por el mismo motivo. Sólo se reproducen algunas en blanco y negro en el catálogo de Gotemburgo

Tejido Mochica. Detalle. Catálogo Exposicion de Gotemburgo en 1950

Tejido Mochica. Detalle. Catálogo Exposicion de Gotemburgo en 1950

No así los estupendos dibujos del autor, que siguen en el volumen, y sus sabrosas descripciones y comentarios sobre el significado de las pictografías y sobre la pervivencia en el distrito de Moche (provincia de Trujillo), en aquellas primeras décadas del siglo XX, de las mismas tradiciones artesanales y los mismos oficios milenarios de los mochicas.

Imagen de caminante. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jimenez Borja

Imagen de caminante. Cultura Mochica. Perú 100 a.C. a 700 d.C. Dibujo Arturo Jimenez Borja

Algo sobre Arturo Jiménez Borja

No tengo que abundar mucho sobre la persona y la obra de este descendiente del último curaca de Tacna de la que se encuentra información en la wikipedia. Nació durante la ocupación chilena de esa ciudad del extremo sur peruano, por lo que su familia se exilió en Bolivia y él hizo sus primeros estudios en el colegio de San Calixto de La Paz.

Se doctoró en Medicina y, aunque ejerció su profesión durante toda su vida en el Hospital Obrero de Lima, fue un humanista polifacético. Sus trabajos de exploración, preservación y divulgación arqueológicas sobre las culturas preincaicas de la costa del Perú sirvieron para salvar y divulgar la arquitectura de varios importantes sitios, creando museos y sirviendo con entusiasmo a la construcción de la memoria ancestral del Perú.

En la barca de totora de la costa norte del Perú hacia los años 30. Foto Giuseppe Bazzocchi

En la barca de totora de la costa norte del Perú hacia los años 30. Foto Giuseppe Bazzocchi

No fue siempre ortodoxo en sus tareas de restauración. No era un arqueólogo profesional y, con criterios actuales, se le critica que fuera demasiado espectacular en algunas de sus presentaciones públicas, sobre todo en el desenfardelamiento de momias procedentes de diversas sitios arqueológicos peruanos.

Pero, la otra cara de la moneda, es que, gracias a él, las antiguas culturas del Perú adquirieron una visibilidad internacional ante las instituciones extranjeras y los organismos culturales internacionales (como es el caso de la UNESCO). No fue siempre bien tratado ni se le agradecieron sus servicios cuando la dictadura militar en  le separó en los años 70 de sus funciones en el museo de Puruchuco que él había creado. Retomó sus actividades con el retorno de la democracia.  Fue asesinado en Lima en el año 2000 cuando había cumplido noventa años.  Según las informaciones de entonces se consideró un crimen de carácter homófobo que tuvo que ver con su orientación sexual.

Escena de guerra. Cultura Mochica. Perú 200 a 700 d.C. Dibujo de Arturo  Jimenez Borja

Escena de guerra. Cultura Mochica. Perú 100 a.C.  a 700 d.C. Dibujo de Arturo Jimenez Borja

Lo que verdaderamente me satisface mostrar en este blog son sus dibujos y descripciones, en los que reproduce, a partir sobre todo de las cerámicas, la memoria simbólica y cotidiana de una cultura desaparecida, y sus textos que la reviven.

 

Las pictografías mochicas

Imagen del Rio. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen del Rio. Cultura Mochica.Perú 100 a.C. a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

En la margen sur del río, se anida la villa de Moche. Está rodeada de una alegre campiña, lindamente parcelada por tapiales que recortan en cuadros el verde intenso del valle. El río nace en la cordillera, y desde allí baja cantando hasta morir en el mar. A su paso se abren los cerros y las quebradas se derraman en dones; al llegar al llano, el valle se hace amplio, el río se remansa y de él parten muchas acequias y riachuelos  que extienden hasta muy lejos, ganando tierra al despoblado, la gracia campesina del valle

Imagen de aves marinas. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen de aves marinas. Cultura Mochica.Perú 100 a.C.  a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Próximo al mar el valle se detiene, la arena de la playa incursiona tierra adentro y la hace impropia para el cultivo. La grama salada se encarama sobre las dunas de arena, que ondulando se aproximan al mar. Sobre la playa amplia y dorada chillan las pardelas

Vaso con totoral, peces y aguila marina. Cultura Mochica. Fondo Buckingham. Chicago Art Institute

Vaso con totoral, peces, águila marina y tres figuras de sapo. Cultura Mochica. Fondo Buckingham. Chicago Art Institute

Imagen de totorales. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen de totorales. Cultura Mochica.Perú 100 a.C. a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

El totoral, alarde último de la vega, se halla situado en la linde del valles; más allá comienzan a ondular los arenales. El agua que filtra del río discurre secreta bajo la campiña y aflora en las tierras bajas junto al mar, formando charcas y quietas lagunas. Las plantas acuáticas cubren en gran parte la superficie del charco. La “Pistia stratioes” abre sus rosetas verdes y extiende un suave velamen sobre las riberas cenagosas. En las márgenes de la laguna el viento mece las totoras. Los tallos verdes emergen del agua y sacuden en el ápice sus flores menuditas. Hay varias clases de totoras. La enea o “Typha domingensis” es esbelta, sus hojas son lanceoladas y en la punta del tallo florece una espiga morena. La corta-corta o “Gladium mariscus” tiene hojas ásperas y filudas y las flores se mecen en menudas borlas desde la mitad del tallo. La totora o “Scirpus riparus” es la más bella de todas, flexible y armoniosa; la base del tallo es ancha, después se adelgaza y en la punta baila un fleco de flores

Fauna de los totorales. Cultura Mochica. Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Fauna de los totorales. Cultura Mochica. Perú 100 a.C. a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Los mocheros son fuertes indios costeños que pueblan este paisaje y se derraman a lo largo del valle. Unos viven en la campiña: se llaman los campiñeros. Otros junto al mar: son los pescadores. Al centro los reúne la villa de Moche.

En los hogares queda aún mucho de la primitiva estirpe india. Oyense apellidos como Ucañan, Huamanchumo, Pimincuma, Sachum y Chinchayan.

 

Vaso en forma de navegante sobre caballito de totora. Cultura Mochica. Lima Museo del Banco Central de Reserva

Vaso en forma de navegante sobre caballito de totora. Cultura Mochica. Lima.  Museo del Banco Central de la Reserva

Imagen de barca de totora. Cultura Mochica. Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen de barca de totora. Cultura Mochica. Perú 100 a.C.  a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Los pescadores sacan el cal-cal, red redonda a modo de saco, repleta de pescado y con ella se dirigen hacia tierra. Los niños sostienen el caballito por la proa, y el agua los salpica y mueve la ligera nave como si fuera un bruto que luchase por desasirse.

Como hace cientos de años los indios de Huanchaco reviven diariamente la leyenda. Al atardecer después de terminada la pesca, enrumban las airosas proas hacia tierra y van llegando en filas hasta varar suavemente.

En la barca de juncos de la costa norte del Perú hacia los años 30. Foto Arturo Jiménez Borja.

En la barca de juncos de la costa norte del Perú hacia los años 30. Foto Arturo Jiménez Borja.

Al llegar a la playa los niños corren a dar encuentro a los caballitos y a recibir la canaleta o remo, la chuna, que es el calabacito que sirve de flotador, los cordeles de pesca, y la trinca o piedra de fondeo

Imagen de redes de pesca. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen de redes de pesca. Cultura Mochica. Perú 100 a.C.  a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Bajo los cielos costeños vuelan en largas filas multitud de aves marinas. Mas nada gana en belleza el vuelo ágil y seguro de las águilas del litoral. Quizá por eso, ellas fueron comentadas por los ceramistas en tan repetido elogio sobre la arcilla.

Imagen ave marina. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen ave marina. Cultura Mochica. Perú 100 a.C.  a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

A las imágenes del río se añaden las de la fauna piscícola

Imagen de pez en la red. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen de pez en la red. Cultura Mochica. Perú 100 a.C.  a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Vaso retrato con tocado de motivo piscicola. Cultura Mochica. Museo Real de Arte e Historia de Bruselas

Vaso retrato con tocado de motivo piscicola. Cultura Mochica. Museo Real de Arte e Historia de Bruselas

Imagen de camarones. Cultura Mochica.Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Imagen de camarones. Cultura Mochica. Perú 100 a.C. a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Por desgracia, no todo eran tradiciones idílicas y reflejo de la naturaleza. Ya lo hemos atisbado en las imágenes de prisioneros, de las cuales la cultura mochica, como muchas otras civilizaciones, ha dejado abundantes testimonios que traslucen la violencia del poder y las guerras tribales.

Escena de guerra con hondero. Cultura Mochica. Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

Escena de guerra con hondero. Cultura Mochica. Perú 200 a 700 d.C. Dibujo Arturo Jiménez Borja

En la cerámica se modeló y se pintó con abundancia de detalles a los guerreros, con sus peculiares escudos y sus armas

Guerrero. Cultura Mochica. Museo Etnológico de Leiden

Guerrero. Cultura Mochica. Museo Etnológico de Leiden

Colofón

Visto lo visto, no sé qué pensarán nuestros modernos diseñadores gráficos y quienes se exprimen el cerebro para idear logos e iconos corporativos preñados de sentido y densos de mensaje, que puedan además ser reproducidos con nitidez e impacto visual sobre cualquier tipo de soportes.

Mi modesta opinión es que esas habilidades creativas ya las dominaban los artistas mochicas hace siglos.


Dibujos reunidos (VI) y Fisionomías (XVIII): Retratos de mujeres en el Hermitage

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Retrato de la princesa Daria Lieven. Lápiz, sanguina y creta sobre tela preparada. Thomas Lawrence. Entre 1812 y 1823. Hermitage.

Retrato de la princesa Daria Lieven. Lápiz, sanguina y creta sobre tela preparada. Thomas Lawrence. Entre 1812 y 1823. Hermitage.

Continuamos comentado algunos retratos y rostros del Gabinete de Estampas del Hermitage, a partir de una publicación del época soviética, cuando San Petersburgo era Leningrado. Empezamos por uno de los tiempos de los zares, cuando faltaba aún mucho para que los soviets tomasen el Museo.

La mirada de la dama que abre esta reseña ya te ha clasificado y decidido si te va a invitar otra vez a su salón de la Embajada Rusa en Londres o si más bien juzga que, por tus posibles, indumentaria o modales, no eres digno de sentarte a tomar el té con ella.  Un leve movimiento de su ceja derecha y tu suerte está echada.

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La siguiente, en actitud soñadora, es la esposa de un banquero de Edimburgo. Según explica Assia Kantor-Goukovskaïa en la edición de los dibujos, tenía treinta y seis años cuando el pintor la retrató en este magnífico dibujo al pastel.

Intriga el color de sus cabellos en contraste con las cejas oscuras. ¿Estaba de moda en la alta sociedad escocesa el teñido plateado? ¿O bien sus rizos ya encanecían tras varios lustros de matrimonio?

Retrato de Janet Grizel Cumming. Pastel sobre papel encolado en tela. John Russell. ss.XVIII a XIX. Hermitage.

Retrato de Janet Grizel Cumming. Pastel sobre papel encolado en tela. John Russell. ss.XVIII a XIX. Hermitage.

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En cambio, no sabemos quién sería esta viejecita que parece haberse adormilado mientras remienda los calcetines de su hijo. ¿Es la madre del artista? A juzgar por la delicadeza y el cuidado con que ha realizado el retrato no le debía ser indiferente.

Según comenta Tatiana Ilatovskaïa en su descripción, Otto Dix ha dibujado primero un boceto esquemático, para después, copiarlo con papel de calco y concluir el acabado.

Retrato de anciana. Lápiz. Otto Dix. Hacia 1020.Hermitage.

Retrato de anciana. Lápiz. Otto Dix. Hacia 1020.Hermitage.

Un dibujo elaborado cuidadosamente.

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Henri Matisse, por el contrario, se limita a un trabajo rápido con apenas treinta trazos de su lápiz. El rostro parece flotar al viento. Como subraya Assia Kantor-Goukovskaïa, el artista idealiza su modelo, acentuando los aspectos esenciales de la fisionomía.

Perfil de Mujer. Lápiz negro. Henri Matisse. Hermitage.

Perfil de Mujer. Lápiz negro. Henri Matisse. Hermitage.

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La jovencita del dibujo de Lenbach se viste con un kimono, pero ahí termina todo lo que de japonés pudiera tener este dibujo. La chica, aunque siga las modas de su tiempo, es alemana, de los tiempos del romanticismo germánico. Pareciera que nos esté mirando ahora con su ojos dulces, a poco de haber compuesto su moñete con unos alfileres, esos sí, llegados de algún bazar oriental.

En todo caso, el dibujante lo ha ejecutado, como comenta Assia Kantor-Goukovskaïa, con lo que se denominaba la técnica de Lenbach: ”manera rápida en el esbozo, contorno neto, trabajo detallado de la cabeza, toques y trazos vigorosos de pastel sobre las ropas y fondo apenas elaborado”.

La joven del abanico. Lápiz italiano y pastel sobre papel gris. Franz von Lenbach. ss.XIX a XX. Hermitage

La joven del abanico. Lápiz italiano y pastel sobre papel gris. Franz von Lenbach. ss.XIX a XX. Hermitage

En el siglo XIX y las primeras décadas del XX eran muchos los artistas europeos que trabajaban de esta manera. Por ejemplo, tres décadas más tarde, nuestro extraordinario pintor y retratista Ramón Casas (1866-1932) fue un eximio retratista que perfeccionó unas técnicas y acabados similares.

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Para mirada dulce, la de esta amante de Cristo, imaginada por el alemán afincado en Holanda Hendrick Goltzius (1558-1617) y perfilada con pocos trazos.

A mi modo de ver, aunque sea un personaje del Evangelio muy mitificado y además un fantasma sexual de la leyenda áurea, da la impresión de que el artista haya tenido ante sí a una mujer de carne y hueso, alguien de su entorno, probablemente en Roma, adonde se fue una temporada, ya famoso, agobiado por los conflictos matrimoniales con su esposa, una viuda adinerada que le doblaba en edad y que le financió el taller, con la que se casó a los 21 años.

María Magdalena. Piedra negra y blanca y sanguina sobre papel gris. Hendrick Goltzius. ss. XVI y XVII. Hermitage.

María Magdalena. Piedra negra y blanca y sanguina sobre papel gris. Hendrick Goltzius. ss. XVI y XVII. Hermitage.

La señora no debía tener el aire de la Magdalena…

Margaretha Jansdochter. Hendrick Golzius. Grabado 1580.

Margaretha Jansdochter. Hendrick Golzius. Grabado 1580.

…pero sin su dinero es posible que el artista no se hubiera abierto camino con el mismo éxito.

Sea como sea, de Roma volvió Hendrick con vigor renovado y siguió trabajando más de veinticinco años hasta su muerte.

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El siguiente retrato se atribuye también a un alemán afincado en Holanda,  Jan Boeckhorst (1604-1668), influido por Rubens, van Dyck y Jordaens, como comenta Youri Koutznetsov, editor de la publicación de estos retratos del Hermitage.

La joven en cuestión, vestida de raso y adornada con su sombrerito de plumas recuerda los retratos que Rubens hizo de su segunda mujer, Hélène Fourment.

 

Joven con boina. Piedra negra, sanguina, aguada negra y acuarela. detalle.  Atribuido a Jan Boeckhorst. Siglo XVII. Hermitage.

Joven con boina. Piedra negra, sanguina, aguada y acuarela. Detalle. Atribuido a Jan Boeckhorst. Siglo XVII. Hermitage.

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Y este retrato también me recuerda a los de Ramón Casas (1866-1932), precisamente contemporáneo del autor, Paul Cesar Helleu, pintor, grabador y diseñador, famoso retratista del París de la Belle Époque que destacó por sus cualidades de dibujante.

Retrato de mujer. Lapiz italiano, sanguina y creta. 19909. Paul Cesar Helleu. Hermitage.

Retrato de mujer. Lapiz italiano, sanguina y creta. 19909. Paul Cesar Helleu. Hermitage.

No es difícil comprobar que el pintor barcelonés y el estilista parisino tuvieron mucho en común, entre ellos y con otros dibujantes,  en la práctica del retrato de las actrices francesas de aquellos años.

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Según dice Assia Kantor-Goukovskaïa, la observación durante pocos segundos de la siguiente joven aquí retratada le bastó a Édouard Manet (1832-1883) para, con pocos trazos de un lápiz negro y blando, dejar plasmado el rostro de la parisina, pizpireta y segura de su juvenil encanto.

Retrato de Madame Jules Guillemet. Lapiz italiano. Édouard Manet. Hermitage.

Retrato de Madame Jules Guillemet. Lapiz italiano. Édouard Manet. Hermitage.

En otras apariciones su rostro estuvo, a mi juicio, teñido por un velo de melancolía y hieratismo.

El matrimonio Guillemet en el invernadero. Edouard Manet. Fuente www.repro tableaux.com

El matrimonio Guillemet en el invernadero. Edouard Manet. Fuente: “ReproTableaux”

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El siguiente rostro, como comenta de nuevo Assia Kantor-Goukovskaïa, es un retrato tan franco como la mirada de la muchacha, lejos de la frialdad neoclásica que sus sucesores reprocharon al autor, Dominique Ingres (1780-1867), críticas en parte debidas al largo diktat que el artista ejerció sobre los criterios estéticos en las escuelas de arte de su época, en Francia.

Retrato de joven. Grafito. Detalle. Dominique Ingres. 1815. Hermitage.

Retrato de joven. Grafito. Detalle. Dominique Ingres. 1815. Hermitage.

Según la comentarista se trataría del retrato de una joven de la familia Bonaparte en Italia.

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Y siguiendo con familias poderosas de la Francia napoleónica, este retrato es el vivo perfil de una dama del más puro estilo Imperio, Madame Tayllerand, la bella Catherine Noël Worlee, quien según otro comentario de Assia Kantor-Goukovskaïa, fue dibujado por Pierre-Paul Prud’hon, en 1806, cuando el pintor realizaba el retrato al óleo del hábil y glacial obispo secularizado y gran canciller de Napoleón, que se casó con ella en 1802, después de haberla tenido como amante.

Madame Tayllerand. Piedra negra y blanca sobre papel gris. 1806.  Pierre-Paul Prud’hon. Hermitage.

Madame Tayllerand. Piedra negra y blanca sobre papel gris. 1806. Pierre-Paul Prud’hon. Hermitage.

Graciosa y emblemática, parece salida de un medallón de la época. La nariz respingona tiene un aire de alegría créole que puede que le venga de su nacimiento en las Antillas.

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Si hay en esta colección un perfil con una mirada que hace soñar, es este del dibujo de François Boucher (1703-1770), pintor de picardías, amoríos campestres y escenas de alcoba. En este caso es el de una joven oliendo una rosa.

Como informa Irina Novosselskïa, hubo un grabador que lo reprodujo y lo divulgó bajo el título de l’Odorat (“El Olfato”).

La joven de la rosa. Piedra negra, sanguina y pastel sobre papel marrón. 1747. François Boucher. Hermitage.

La joven de la rosa. Piedra negra, sanguina y pastel sobre papel marrón. 1747. François Boucher. Hermitage.

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Por lo que respecta a la siguiente dama, la forma con que mira al dibujante es de satisfacción. La sonrisa es la de quien sabe que el artista, reconocido y cotizado, la va a dejar hermosa, y que el pago de su trabajo no le supone ningún problema. Se ha preparado con una permanente absolutamente perfecta y luce sus mejores perlas.

¿No les parece que por los corredores del chateau nos llegan los acordes de un laúd o los tonos vibrantes de un clavecín?

Retrato de una dama vestida en negro. Piedra negra y lapices de color con toques de pastel. 1631. Daniel Dumonstier. Hermitage.

Retrato de una dama vestida en negro. Piedra negra y lapices de color con toques de pastel. 1631. Daniel Dumonstier. Hermitage.

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El único retrato de esta colección de dibujos de mujer que ha sido hecho por una mujer, es uno de Anna Salvatore (1923-1978), pintora, escultora y escritora romana, vinculada al Arte Neorrealista italiano.

Como nos explica la estudiosa Assia Kantor-Goukovskaïa  sus “representaciones de jóvenes, enamoradas o soñando ante un libro, están llenas de encantación y de lirismo”.

La joven y su perro. Pincel y tinta china. Anna Salvatore. 1956.Hermitage.

La joven y su perro. Pincel y tinta china. Anna Salvatore. 1956.Hermitage.

Por mi parte, no tengo nada que añadir, si no que este dibujo no tiene nada que envidiar a los de su contemporáneo masculino Renato Guttuso, otro maestro del pincel y la tinta.

Por cierto, cuando revean La Dolce Vita, adivinen quién es Anna Salvatore en la secuencia del salón literario romano.

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Explica Irina Gregorieva que el último dibujo de mi selección es un trabajo preparatorio del pintor veneciano Giovanni Battista Piazzetta (1682-1754), que evolucionó del barroco tardío al rococó y destacó por su notable saber hacer, aunque no alcanzase el éxito de sus contemporáneo Tiepolo, el mejor dibujante del settecento veneciano.

Sin embargo, en una época en la que hubo en Venecia numerosos maestros del dibujo y del grabado, Piazzetta es quien abre una escuela de arte y forma a numerosos artistas en la técnica del desnudo académico y el retrato. Él mismo realizó magníficos retratos de mujeres, niños, músicos y ancianos, con un perfecto dominio del carboncillo realzado con creta blanca, que se distinguen por su plasticidad y dominio del claroscuro (*).

Retrato de una actriz en el papel de Diana. Piedra negra y blanca y sanguina. Giovanni Battista Piazzetta. siglo XVII. Hermitage.

Retrato de una actriz en el papel de Diana. Piedra negra y blanca y sanguina. Giovanni Battista Piazzetta. siglo XVII. Hermitage.

Este retrato es un ejemplo donde la “piedra negra y blanca” se realza con la sanguina (la técnica de los “tres lápices” tan utilizada por los retratistas del siglo XVII.

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Espero que ustedes lo hayan disfrutado

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————-  NOTAS  ——————–

  • A propósito de la fuente de mis dos entradas sobre los dibujos del Hermitage:

Se trata del libro The Hermitage. Western European Drawings (Los dibujos de Europa Occidental en el Hermitage), editado por Yury Kuznetsov (quien, por lo que se deduce de su presentación, debió de ser crítico de arte y experto del Hermitage durante los últimos veinte años de la época soviética), publicado en Leningrado en 1981 por la editorial Aurora Art Publishers, una casa editora que realizaba una impresionante labor de difusión de las colecciones de arte en los museos de la Unión Soviética y de artistas de toda Europa.  Se imprimió en la antigua Yugoslavia. Tengo tanto la edición en francés como la inglesa.

Siento no poder escribir el título en ruso y no haber podido solicitar ningún tipo de permiso de reproducción (si es que aún hace falta), pues no he encontrado huella de la editorial, desaparecida desde que Leningrado recuperó su antiguo nombre de San Petersburgo en 1991.

Tampoco he encontrado datos sobre el editor. Este blog no tiene ánimo de lucro, por lo que espero que publicar estas imágenes de ese libro, hace mucho agotado, no genere ningún problema.

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  • (*) Francesco Negri Arnoldi e Simonetta Prosperi Valenti, Il Disegno nella Storia dell’Arte Italiana, Roma, Carocci, 2010 (1986), p. 153.

Trashumancia 2015 (III) y Fisionomías (XIX): rostros en el Tiempo en el Kunsthalle de Hamburgo

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Fachada del Kunsthalle de Hamburgo. Foto R.Puig

Fachada lateral del Kunsthalle de Hamburgo. Foto R.Puig

Mi visita a Hamburgo no habría dado para nada más si el Museo de Arte (Kunsthalle) no se hallase en proceso de reforma.

Las reformas de arquitectura y organización de los grandes museos no son una resurrección en el sentido evangélico, pero dan nuevo impulso a estas instituciones beneméritas. Algo así como ese Jesús que, usando como pértiga el lábaro de la cruz y en una forma física envidiable, se escabulle de la tumba en el cuadro del Maestro Francke (1383-1436).

Resurreccion de Cristo. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Resurreccion de Cristo. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Kuntshalle Hamburgo. Maqueta del proyecto de renovación. Foto R.Puig

Kuntshalle Hamburgo. Maqueta del proyecto de renovación. Foto R.Puig

Hasta que las obras se concluyan, lo que se visita es solamente una selección a la que se accede por un moderno edificio al costado del histórico edificio. De todos modos, como la muestra es de por sí enorme, me limito a añadir un capítulo a mi serie de Fisionomías, extraídas del Kunsthalle,

Me ha parecido útil ordenar las obras cronológicamente, para seguir de alguna manera la percepción y la representación artística del ser humano, que tanto han evolucionado en Europa, entre finales del siglo XV y primer tercio del XX. Es una muestra muy limitada, pero estas obras reflejan patrones iconográficos, técnicas y propósitos diversos en la representación del rostro.

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Los patrones iconográficos del siglo XV

Es característico de la figuración del rostro humano en la pintura centroeuropea del final de la Edad Media, con la excepción de los maestros italianos del Quattrocento, el que, anclada en los cánones góticos, reproduce las fisionomía de las emociones (pena, crueldad, llanto, etc.) según unos rictus establecidos (disposición del entrecejo, los párpados, la boca).

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Se aprecia bien en las hermosas tablas del Maestro Francke (1383-1436) que posee el Kunsthalle de Hamburgo.

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Entierro de Cristo. Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1424. Foto R.Puig

Martirio de Santo Tomas de Canterbury.Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

Martirio de Santo Tomas de Canterbury.Detalle. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

Verdugo del martirio de Santo Tomas de Canterbury. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

Verdugo del martirio de Santo Tomas de Canterbury. Oleo sobre tabla. Meister Francke. 1426. Foto R.Puig

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Adentrándose en el s. XVI

Aunque, la maestría de lo mejores, como es el caso de Hans Holbein el Viejo (1465-1524), renovará las formas, apartándose de los estereotipos e introduciendo expresiones individualizadas.

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

Los personajes de sus cuadros tienen rostros reales, corresponden a individuos de la sociedad de su tiempo.

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

Presentacion en el templo. Oleo sobre tabla. Detalle. Hans Holbein el Viejo 1500. Foto R.Puig

De hecho, este artista, padre de Hans Holbein el Joven (1497 ?-1543), el retratista de Erasmo, de Enrique VIII y de hombres y mujeres de la Corte de Inglaterra, se representó a sí mismo en alguno de sus cuadros y también retrató a sus hijos.

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Fisionomías del s.XVII

Ahora, me perdonarán ustedes el salto de más de cien años, pero supongo que, cuando las colecciones del museo se puedan ver completas otra vez y si la salud me acompaña, me daré otra vuelta y completaré esta modesta antología.

Lo que no puede ser considerado modesto es este extraordinario retrato firmado por Anton van Dyck (1599-1641). El retratado no tiene cara de mezclarse con plebeyos, pero parece que nos envidia y que estaría dispuesto a dejar su golilla y vestirse de trapillo, con tal de venirse a un chiringuito de las playas que tengo aquí cerca, a compartir un arroz al bogavante con nosotros. ¡Cómo destila melancolía!

Retrato de un caballero. Anton van Dyck. Oleo sobre lienzo. 1618. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de un caballero. Anton van Dyck. Oleo sobre lienzo. 1618. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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El cardenal Alessandro Damasceni por Bernini. Marmol. 1622 a 23. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

El cardenal Alessandro Damasceni (1571-1623) por Bernini. Marmol. 1622 a 23. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

En cuanto a este cardenal, no sé muy bien qué decir… Era nipote de Papa por parte de madre y parece que recursos no le faltaban. No sé que bocatto di cardinale habría yo podido ofrecerle, salvo que le hubiese invitado al restaurante de Quique Dacosta en Denia, lo que me obligaría a desembolsar demasiados euros y no está mi bolsillo en disposición de hacerlo. ¡Y lo mismo se me hubiera vuelto a morir a los postres de la misma congestión que le mató!

En todo caso, el busto de Bernini lo ha inmortalizado en trance de profundas reflexiones, en vísperas de su tránsito a peor vida (mejor que la de un cardenal de la época barroca no pienso que le hubiera ofrecido San Pedro) pues la fecha de ejecución del busto se solapa con la de su muerte.

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Retrato de Maurits Huygens. Rembrandt. Oleo sobre tabla.Detalle. 1632. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Maurits Huygens. Rembrandt. Oleo sobre tabla.Detalle. 1632. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Este alto funcionario del Consejo de Estado en los Países Bajos, además de familiar de famoso científico holandés Christian Huygens, parece un hombre de buen humor. Bajo su poblado entrecejo, Rembrandt ha captado la campechanía de un burgués, habituado a vivir bien y a no temer las complicaciones de la Administración, en la que seguramente se movía como pez en el agua.

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 En la segunda mitad del siglo XVIII

Los estereotipos no se han extinguido con el final de la Edad Media, al menos no en la representación de este filósofo, la cartela se pregunta si no será más bien un famoso padre de la Iglesia, pues recuerda a tantas y tantas representaciones del santo de la calavera en el desierto que escribió la Vulgata -¿me siguen?- aunque, en este caso, sin el símbolo de memento mori, aunque sí con las canas desmelenadas sobre su calva e inclinado sobre un enorme mamotreto.

Filosofo. Fragonard. 1764. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Filosofo. Fragonard. 1764. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Sin embargo, considerando la obra es de Fragonard, yo pensaría más bien que este cuadro no tiene carácter religioso y que pudiera tratarse de un viejo verde enfrascado en la lectura de historias picantes…

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Siempre Goya

Retrato de Tomas Perez Estala. Goya. Oleo sobre lienzo.Detalle. 1795. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Tomas Perez Estala. Goya. Oleo sobre lienzo.Detalle. 1795. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

A este personaje también se le sale el alma por los ojos, o lo que se supone es el alma, es decir el rebose de una satisfacción, la de haber llegado a ser alguien en la sociedad de su tiempo, nada más ni nada menos que que Intendente de la provincia de Almadén.  No vemos aquí su porte, pues me limito a mostrar el rostro de este despiadado retrato de la mano de Goya, pero la actitud y la mirada de este funcionario me hace pensar en cómo sería la jornada laboral de sus subordinados…

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Gentes de Hamburgo

Quien no parecería haber tenido una jornada laboral excesivamente dura, es esta dama finisecular. Pero, las apariencias engañan, o quizás su trajín con los nueve hijos que tuvo de un prohombre de Hamburgo, más que desmejorar su lozanía, le infundían entusiasmo.

Retrato de Elisabeth Hudtwalcker. Jean Laurent Mosnier. Oleo sobre lienzo.Detalle. hacia 1798. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Elisabeth Hudtwalcker. Jean Laurent Mosnier. Oleo sobre lienzo.Detalle. hacia 1798. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

En realidad, su marido, heredero de una próspera industria de aceite de pescado, era un activo partidario de las Luces. No me cabe la menor duda, de que su querida Elisabeth también le infundía luz, al menos si creemos a la que despide este extraordinario retrato de Jean Laurent Mosnier (París 1743 – San Petersburgo 1808), pintado durante su etapa de exiliado en Hamburgo.

Disculpen si no puedo evitar el pensamiento de que eran las ventas de aceite de hígado de bacalao y de grasa de ballena de su rico marido, las que permitían comprarle a su señora los sombreros y pagar un amplio servicio doméstico, incluidas las niñeras e institutrices.

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Nos vamos al siglo XIX…

¡Y quien nos introduce es Inmanuel Kant !

Inmanuel Kant por Friedrich Hagemann. Marmol. 1801. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Inmanuel Kant por Friedrich Hagemann. Marmol. 1801. Kuntshalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Aquí no es luz lo que brota del retrato, más bien el mundo se sepulta en el cerebro del filósofo, quien parece habérselo sorbido entero a través de sus ojos.

Cuando esta efigia suya se esculpió tenía setenta y siete años y le quedaban tres de vida. Es significativo que pose sin la característica peluca con la que se le representa siempre.

Es como si ya no le hicieran falta no sólo los adornos, sino ni tan siquiera los sentidos, como si el Espacio y el Tiempo se hubieran quedado mudos en sus labios.

Su mano sin embargo seguía escribiendo, acababa de publicar la Lógica y se entretenía en el repaso de las más de 3000 páginas de apuntes que los alumnos de sus clases de Geografía habían compilado para él. Puede que cuando posaba para el escultor, soñase con aquellos mundos de ultramar que nunca visitó pero de los que disertó con detalles exóticos durante varias décadas. ¿O se estaría haciendo una de sus preguntas? ¿aquella de “qué puedo esperar?”

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¡Ay de los románticos!

Quien no deja de darnos cierta pena, es este joven pintor alemán, Philipp Otto Runge (1777-1810), de quien, como de tantos otros artistas y literatos románticos, la tuberculosis truncó una prometedora carrera, llena de innovaciones plásticas, cuando sólo tenía treinta y tres años y además había publicado su teoría de los colores (La Esfera de color), sobre la que mantuvo correspondencia con Goethe.

 Autorretrato. Philipp Otto Runge con 25 años. 1802. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Autorretrato. Philipp Otto Runge con 25 años. 1802. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

La prueba de su saber hacer y de su forma diferente de retratar es el grupo de los niños de una familia de rancio abolengo, que hoy sería visto como un anticipo de un hiperrealismo de matices oníricos y secretamente inquietantes

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Y si no lo creen, piensen en cómo les mira este infante…

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Los niños de la familia Hülsenbeck. Philipp Otto Runge. 1805 a 1806. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

El retrato de Paulina también va cargado de presentimientos sin fondo…

Retrato de Paulina. Philipp Otto Runge. 1805. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Retrato de Paulina. Philipp Otto Runge. 1805. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Parece que, con la mirada, le esté diciendo al pintor: ¿Mi querido Otto, por cuánto tiempo podré verte todavía? 

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A Bianca Capello era más bien el pintor alemán de estilo clasicista y técnica impecable,  Anselm Feuerbach (Espira 1829 – Venecia 1880), quien estaba encantado de tenerla como modelo.  

Bianca Capello por Anselm Feuerbach. 1864 a 1868. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Bianca Capello por Anselm Feuerbach. 1864 a 1868. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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No podían faltar los impresionistas

Deambulando por las salas del Kunsthalle de Hamburgo en busca de fisionomías, es inevitable que salgamos de Alemania y nos orientemos hacia la luz de los rostros del impresionismo francés. El museo está bien provisto.

Josephine Gaujelin por Degas. 1867. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Josephine Gaujelin por Degas. 1867. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

En este caso, es una bailarina y actriz francesa que aparece en varios cuadros de Edgar Degas consagrados al mundo del ballet. Dicen que encargó su retrato, pero que al encontrarse frente a su propia mirada sintió que la imagen de sí misma no le era favorable y lo rechazó.

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Todo lo contrario parece decirnos Madame Henriot, una actriz retratada en varias ocasiones por Renoir. 

Madame Heriot. por Renoir. 1882. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Madame Henriot. por Renoir. 1882. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Quien no estaba de buen humor, cuando el impresionista alemán Max Liebermann la inmortalizó un año más tarde en su actitud enfurruñada, era la pequeña Eva

Eva. Max Liebermann. 1883. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Eva. Max Liebermann. 1883. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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El llamado postimpresionismo

El estado de ánimo es el contrario en la modelo de este cuadro famoso, varias veces recreado por Edvard Munch. Probablemente sus divagaciones, si las hay, no tengan que ver nada con las de Kant. Bien podría estar levitando como una santa teresa: “¡Vivo sin vivir en mí!”

Madonna. Edvard Munch. 1893 a 95. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Madonna. Edvard Munch. 1893 a 95. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Cezanne

Autorretrato. Cezanne. 1877 a 78. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Autorretrato. Cezanne. 1877 a 78. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Quien si estaba obligado a vivir en sí, y bastante frustrado por cierto, era Cezanne, escarnecido hasta el sarcasmo por los críticos de arte, quienes justo en este mismo año en que se autorretrataba, lo habían fustigado de modo inmisericorde con la mayor ceguera, con ocasión de la tercera muestra impresionista en París (1877).

Lo he puesto al final con esa mirada de interrogación del sufridor nato, pues sin él no se podría haber llegado a la revolución cubista de nuestro siguiente artista…

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En el siglo XX

El marchante Clovis Sagot. Picasso. 1903. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

El marchante Clovis Sagot. Picasso. 1903. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Picasso desmontaba los rostros para volverlos a montar a su manera, pero para llegar a eso fue necesaria la magia de Cezanne, en cuyas obras nunca se sabe si la escena, los paisajes, los cuerpos o los rostros están en trance de aparecer o de desaparecer.

Con Picasso se esfuman, pero por un instante, sólo el tiempo que él necesita para recrearlos cual un dios de la pintura, para que queden ahí, inmutables, para siempre.

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Por el contrario Paula Modersohn-Becker (Dresde 1876 – Worpswede 1907) no aspiró a diosa, sólo quiso ser pintora, aunque permanentemente insatisfecha, compulsiva, dispuesta a quemarse en el intento.

También vivió y pintó en París, pero ella, no obstante haber sido una apasionada admiradora de Cezanne, no desmonta a nadie como Picasso, sino todo lo contrario. En este cuadro parece como si ella misma se hubiese introducido en la mirada de la anciana. Una pintora joven que siente ya con los sentimientos de una vieja.

Campesina anciana. Paula Modershon Becker. 1903.Oleo y tempera. sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Campesina anciana. Paula Modershon Becker. 1903.Oleo y tempera. sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Fue una pintora alemana, y una de las representantes más precoces del movimiento expresionista en su país.

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Renoir fiel a sí mismo

La tamborilera. Renoir 1909. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

La tamborilera. Renoir 1909. Oleo sobre lienzo. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Ya no es la forma de los años ochenta del siglo anterior, Renoir a sus sesenta y ocho años pinta como quien respira y respira como quien ama, en particular a las fieles modelos de su entorno, jóvenes ideales de una arcadia luminosa.

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Expresionismo alemán

Mujer rumana. Max Beckmann 1922. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Mujer rumana. Max Beckmann 1922. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Nada que ver con el ambiente de depresión posbélica de la Alemania en que vivía Max Beckmann cuando entre uno y otros de sus lienzos desgarrados, captó la lúcida mirada de esta mujer de rictus amargo. Es bien sabido que a los nazis no les agradó su nueva objetividad, es decir su mirada, más dura aún que la esta modelo, y su arte fueron considerados “degenerados”.

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Algo parecido ocurría por aquellos años con Otto Dix, miembro de la misma corriente artística y también víctima de la persecución nazi, que en su caso lo tuvo en prisión y en un tris de acabar ante el paredón.

Estos rostros, en especial el del niño, hablan por sí solos de lo que el artista entreveía en el futuro cercano de Alemania.

Maternidad. Otto Dix 1924. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Maternidad. Otto Dix 1924. Detalle. Oleo sobre lienzo. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Pero Anita Rée (1885-1933) no sobrevivió al acoso.

A ella no sólo la asediaron por sus obras, sino en particular por ser de familia judía.

Se quitó la vida tres años después de haberse retratado a sí misma en este lienzo.

Fue un conserje del Kunsthalle de Hamburgo quien salvó este cuadro, junto con otros de la misma pintora, escondiéndolos en su propio piso, defendiéndolos de la quema de las obras del arte degenerado.

Autorretrato. Anita Reé. 1930. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

Autorretrato. Anita Reé. 1930. Detalle. Kunsthalle. Hamburgo. Foto R.Puig

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Y, así, perplejos ante al futuro del arte y el de este mundo, que creemos conocer, pero de cuyo futuro lo ignoramos todo, nos despedimos de Hamburgo, por hoy.


Convergencias de Arte y Literatura (II): el museo imaginario de Benito Pérez Galdós

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Las novelas de Torquemada. Foto R.Puig

Las novelas de Torquemada. Foto R.Puig

Para el profesor Joaquim Parrellada

Estuve leyendo las Novelas de Torquemada de Galdós hace algunos meses, en un volumen muy usado que perteneció a mi padre. De vez en cuando vuelvo a encontrarme con autores salidos de los anaqueles de la casa familiar y abrirlos es una forma de revivir lo que hace años leían mis padres. Las páginas no sólo hablan de los escritores y sus ficciones. Llevan algo añadido que no sé explicar.

Pero, a lo que íbamos…

Pienso que entre los efectos de la reducción de la enseñanza de las Humanidades en nuestro sistema educativo (por no hablar de daños colaterales) está el de que muchos bachilleres ya no entienden los significados de gran parte de las obras de la escultura y pintura clásicas, y de no pocas del arte moderno. Podría ser que a alguno que pase como turista por las salas de un museo, le pique la curiosidad y se le antoje googlear en la pantalla de su androide. Pero sospecho que las historias, mitos, personajes y símbolos que los lienzos o las esculturas presentan les habrán de parecer cosas de marcianos.

Quizás por eso, el redactor jefe que protagoniza la última novela de Umberto Eco (Numero Zero, Milano, Bompiani, 2015, pp. 18 y 19) se hace la siguiente reflexión:

…me he dado cuenta de que para describir a alguien o algo me refería a situaciones literarias: no era capaz de decir que un tal paseaba en una tarde tersa y clara, sino que decía que andaba ‘bajo un cielo de Canaletto’. Después he entendido que también lo hacía D’Annunzio: para decir que una tal Constanza Landbrook tenía determinadas cualidades, escribía que parecía una criatura de Thomas Lawrence. De Elena Muti observaba que sus rasgos recordaban ciertos perfiles de los cuadros del Moreau joven, y que Andrea Spirelli recordaba el retrato del gentilhombre desconocido de la Galería Borghese. De modo que para leer una novela necesitaríamos hojear algunos fascículos de historia del arte de los que se venden en los quioscos.

Lo que el personaje de Umberto Eco reprocha a D’Annunzio es un uso simplista de un recurso retórico, la ekfrasis, que en sentido amplio consiste en tratar del contenido de un género expresivo en el interior de otro, con fines descriptivos. De forma restringida se entiende como la descripción de una obra de arte plástica (pintura, escultura, arquitectura, etc.) en el seno de un texto literario (como la del escudo de Aquiles por Homero).

Entre ambos extremos hay definiciones y estudios sesudos para todos los gustos sobre este término que en griego antiguo significaba descripción y que, a mi modo de ver, no tiene por qué considerarse solamente como un recurso literario, pues también puede, en sentido inverso, serlo pictórico o escultórico, cuando un texto inspira un lienzo o una escultura.

Curiosamente, el mismo protagonista de la novela de Eco que descalificaba a D’Annunzio, usa la misma figura retórica casi ciento noventa páginas más tarde (p.206):

Al crepúsculo, yo, ensombrecido, miraba al lago que se sumía en sombra. La isla de San Jorge, radiante bajo el sol, surgía de las aguas como la isla de los muertos de Böcklin

La isla de los muertos. Arnold Böcklin II (1880). Museo de Arte de Basilea

La isla de los muertos. Arnold Böcklin II (1880). Museo de Arte de Basilea

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De museos con Don Benito

Pero volvamos a Galdós, un maestro de la descripción, en cuya obra encontramos la ekfrasis en todos sus sentidos. En ocasiones alude a los rasgos del personaje de un lienzo o de una escultura para apoyar los de los protagonistas de sus novelas. En otras ocasiones sus referencias, sobre todo pictóricas, crean la atmósfera adecuada al episodio, describen el entorno de la historia y, de paso, ilustran sus amplios conocimientos en materia de pintura. No en vano tenía una cultura artística notable y mantenía amistad con varios pintores de su tiempo.

La cuestión es que no sólo es difícil para nuestros estudiantes entender los motivos de la pintura o la escultura clásicas, sino que no podrán entender muchas de las descripciones de Galdós cuando reenvían a una obra de arte para representar plásticamente al personaje o al entorno en que este se mueve.

Por mi parte me limito a ilustrar, con las obras de arte que el autor saca a colación, algunas ekfrasis extraídas de mis últimas lecturas galdosianas: Tormento y Las novelas de Torquemada. Un estudio exhaustivo de las ekfrasis en toda la obra de Galdós, que yo sepa, está por hacerse. El artículo de J.J. Alfieri sobre El arte pictórico en las novelas de Galdós (Anales galdosianos. Año III, 1968) es una panorámica de la conocida afición del escritor la pintura y a su amistad con pintores contemporáneos con escuetas referencias a sus obras.


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TORMENTO

(Edición de Teresa Barjau y Joaquim Parrellada, Barcelona, Crítica, 2007)

El primero extracto se refiere a rasgos corporales de la protagonista, no sin una suave ironía

Amparo

Pero lo más llamativo en esta joven era su seno harto abultado, sin guardar proporciones con su talle y estatura. La ligereza de su traje en aquella ocasión acusaba otras desproporciones de imponente interés para la escultura, semejantes a las que dieron nombre a la Venus Calipigia (p. 215)

Venus Calipigia. Museo de Capodimonte. Napoles. Foto Wikipedia

Venus Calipigia. Museo de Capodimonte. Napoles. Foto Wikipedia

Una analogía y una forma culta de referirse a unas nalgas, sin caer en piropos de andamio, que bien podría animar a los alumnos a visitar el Museo de Capodimonte en Nápoles, si en su viaje de fin de estudios les toca Italia.

El segundo describe a un viejo clérigo que dirige espiritualmente al joven sacerdote, amante de Amparo, Don Pedro, y a la hermana beatona de este.

El padre Nones y Doña Marcelina

El escueto y rechupado clérigo, la señora con cara de caoba y vestido negro, tomaron asiento en la sala. El primero parecía haber escapado de un cuadro del Greco. La segunda estaba emparentada con los Caprichos de Goya (p.376)

El Greco. Retrato de Juan Pimentel. Museo Bonnat. Bayona. Detalle

El Greco. Retrato de Juan Pimentel. Museo Bonnat. Bayona. Detalle

Lo del Greco puede que no emocione mucho al alumno, pero los Caprichos, podrían comentarse como predecesores del comic moderno y de la estética del Halloween. Que nuestro pintor universal me perdone, pues sólo trato de dar pistas pedagógicas a los desesperados profesores de literatura

Goya.Chiton. Detalle.Los Caprichos

Goya.Chitón. Detalle.Los Caprichos

LAS NOVELAS DE TORQUEMADA

(Alianza Editorial, 1967)

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D.José Bailón (amigo de D. Francisco Torquemada)

(Torquemada en la hoguera)

Eran D. José Bailón un animalote de gran alzada, atlético, de formas robustas y muy recalcado de facciones, verdadero y vivo estudio anatómico por su riqueza muscular. Últimamente había dado otra vez en afeitarse; pero no tenía cara de cura, ni de fraile, ni de torero. Era más bien un Dante echado a perder

Escuela italiana. Dante Alighieri. Wikimedia

Escuela italiana. Dante Alighieri. Wikimedia

Dice un amigo mío, que por sus pecados ha tenido que vérselas con Bailón, que éste es el vivo retrato de la sibila de Cumas, pintada por Miguel Ángel, con las demás señoras sibilas y los profetas, en el maravilloso techo de la Capilla Sixtina.

La sibila de Cumas. Detalle. Miguel Ángel. Sixtina

La sibila de Cumas. Detalle. Miguel Ángel. Sixtina

Parece, en efecto, una vieja de raza titánica que lleva en su ceño todas las iras celestiales. El perfil de Bailón y el brazo y pierna, como troncos añosos; el forzudo tórax y las posturas que sabía tomar, alzando una pataza y enarcando el brazo, le asemejaban a esos figurones que andan por los techos de las catedrales, despatarrados sobre una nube

Espatarrados sobre una nube. Iglesia del Gesù. Roma. Foyo R.Puig

Despatarrados sobre una nube. Iglesia del Gesù. Roma. Foto R.Puig

Lástima que no fuera moda que anduviéramos en cueros para que luciese en toda su gallardía académica este ángel de cornisa. En la época en que lo presento ahora pasaba de los cincuenta años (capítulo 3)

Despatarrado. Sixtina

Despatarrado. Sixtina

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Y algunos capítulos más tarde:

En aquel momento tenía el hombre actitud muy diferente de la de su similar en la Capilla Sixtina: sentado, las manos sobre el puño del bastón, éste entre las piernas dobladas con igualdad, el sombrero caído para atrás, el cuerpo atlético desfigurado dentro del gabán de solapas aceitosas, los hombros y cuello plagados de caspa. Y sin embargo de estas prosas, el muy arrastrado se parecía a Dante y ¡había sido sacerdote en Egipto! Cosas de la pícara Humanidad… (capítulo 6)

Rafael. Retrato de Dante.Vaticano

Rafael. Retrato de Dante.Vaticano

Aquí el profesor podría explicar a los alumnos que Miguel Ángel era un admirador de la obra de Dante y que los frescos de la Sixtina se inspiran en detalles su obra, por lo que no es extraño que el atuendo y el perfil de la Sibila de Cumas, pintada entre 1508 y 1510 se parezcan al autor de la Divina Comedia pintado por Rafael en 1511 en las estancias del Vaticano, según un patrón fisionómico que procede del Giotto.

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El mendigo que se parece a San Pedro

(Torquemada en la hoguera)

De vuelta a casa, ya anochecido, encontró, al doblar la esquina de la calle de Hita, un anciano mendigo y haraposo, con pantalones de soldado, la cabeza al aire, un andrajo de chaqueta por los hombros, y mostrando el pecho desnudo. Cara más venerable no se podía encontrar sino en las estampas del Año Cristiano. Tenía la barba erizada y la frente llena de arrugas, como San Pedro; el cráneo terso y dos rizados mechones blancos en las sienes. (capítulo 5)

San Pedro penitente. Luis Tristan. Patrimonio Nacional. Palacio Real

San Pedro penitente. Luis Tristan. Patrimonio Nacional. Palacio Real

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(Torquemada y San Pedro)

– Pues ya que habla de cuentos, voy a referirle uno muy viejo que puede interesarle. El por qué y el cómo y cuándo de esta costumbre que tengo de llamarle a usted San Pedro.

– Venga, venga.

– La primera coincidencia es que aquel hombre se me pareció a un San Pedro, imagen de mucha devoción, que podrá usted ver en San Cayetano, en la primera capilla de la derecha, conforme se entra. La misma calva, los mismísimos ojos, el cerquillo rizado, las facciones todas, en fin, San Pedro vivo y muy vivo. Y yo conocía y trataba a la imagen del apóstol como a mis mejores amigos, porque fui mayordomo de la cofradía de que él era patrono, y en mis verdes tiempos le tuve cierta devoción. San Pedro es patrono de los pescadores; pero como en Madrid no hay hombres de mar, nos congregábamos para darle culto los prestamistas que, en cierto modo, también somos gente de pesca… Adelante. Ello es que el pobre haraposo era igual, exactamente igual al santo de nuestra cofradía. (II, capítulo 5)

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Rafael

(Torquemada en la cruz)

Rafael no chistó. La cabeza inclinada sobre el pecho, el cabello en desorden, esparcido sobre la frente, parecía un Cristo que acaba de expirar, o más bien Eccehomo, por la postura de los brazos, a los que no faltaba más que la caña para que el cuadro resultase completo (II, capítulo 5)

Luis de Morales. Eccehomo. Colección Placido Arango. Foto Caylus

Luis de Morales. Eccehomo. Colección Placido Arango. Foto Caylus

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(Torquemada en el Purgatorio)

Dijo esto sonriendo, los brazos rodeando la cabeza, en actitud semejante a la dela maja yacente de Goya.

–  Me parece bien. Y ahora… a dormir.

– Sí señor; el sueño me rinde, un sueño reparador, que me parece no ha de ser corto. Crea usted, señor Marqués amigo, que mi cansancio pide un largo sueño.

–  Pues te dejo. Ea, buenas noches.

La maja desnuda.Detalle.Goya. Museo del Prado

La maja desnuda.Detalle.Goya. Museo del Prado

– Adiós -dijo el ciego con entonación tan extraña, que D. Francisco, ya junto a la puerta, hubo de detenerse y mirar hacia la cama, en la cual el descendiente de los Águilas era, salvo la ropa, una perfecta imagen de Cristo en el Sepulcro, como lo sacan en la procesión del Viernes Santo (III, capítulo 12)

Cristo muerto. Paso de Semana Santa. Valdepeñas

Cristo muerto. Paso de Semana Santa. Valdepeñas

Aquí va a ser difícil explicarle al alumno cómo puede ser que el ciego Rafael haya pasado en pocos instantes de una postura de maja de Goya a parecerse al Cristo muerto de los pasos de Viernes Santo.

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Fidela

(Torquemada y San Pedro)

Con tener dos años menos que su amiga, y poquísimas, casi invisibles canas que peinar, Fidela representaba más edad que ella. Desmejorada y enflaquecida, su opalina tez era más transparente, y el caballete de la nariz se le había afilado tanto, que seguramente con él podría cortarse algo no muy duro. En sus mejillas veíanse granulaciones rosadas, y sus labios finísimos e incoloros dejaban ver, al sonreírse, parte demasiado extensa de las rojas encías. Era, por aquellos días, un tipo de distinción que podríamos llamar austriaca, porque recordaba a las hermanas de Carlos V, y a otras princesas ilustres que viven en efigie por esos museos de Dios, aristocráticamente narigudas.

Maria de Austria. Hermana de Carlos V. Jan Cornelisz

Maria de Austria. Hermana de Carlos V. Jan Cornelisz

Resabio elegantísimo de la pintura gótica, tenía cierto parentesco de familia con los tipos de mujer de una de las mejores tablas de su soberbia colección, un Descendimiento de Quintín Massys (I, capítulo7)

Quentin Massys. Descendimiento 1511.Museo Bellas Artes Amberes

Quentin Massys. Descendimiento 1511.Museo Bellas Artes Amberes

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El padre Gamborena:

(Torquemada y San Pedro)

Hasta los andares del buen eclesiástico revelaban la grave noticia de que era mensajero, y antes de llegar, venía diciéndola con los pies, con el compás seguro y rítmico, con el ruidillo que hacían las suelas sobre el entarimado… Detuviéronse al fin los pasos en la puerta; abrióse esta con lentitud ceremoniosa, y en el rectángulo, como luminosa figura en marco negro, vio aparecer Torquemada la persona del misionero de Indias, su cara de talla antigua, de caliente y tostada pátina, la calva reluciente, el cuerpo todo negro, los ojos de angélica expresión.

San Francisco de Borja Martinez Montañés. Iglesia de la Anunciación. Sevilla

San Francisco de Borja Martinez Montañés. Iglesia de la Anunciación. Sevilla

D. Francisco clavó en él los suyos, diciéndole con la mirada: «Ya sé… ya». Y él, con voz patética, solemne, terrible, que sonó en los oídos del tacaño como el restallar de los orbes al desquiciarse, le dijo: «¡Señor, Dios lo ha querido!» (I, capítulo 15)

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Don Francisco Torquemada

(Torquemada en la cruz)

Sí, señorita… El hombre se va afinando. Ayer le vi y no le conocí, con su chisterómetro acabado de planchar, que parecía un sol, y levita inglesa… Vaya; a cualquiera se la da… ¡Quién le vio con la camisa sucia de tres semanas, los tacones torcidos, la cara de judío de los pasos de Semana Santa, cobrando los alquileres de la casa de corredor de frente al Depósito! (II, capítulo 7)

Estereotipo de-judio. Presentacion de la virgen. Maestro-de Calzada. Museo de Bellas Artes. Valencia. Foto R.Puig

Estereotipo de judío. Presentación de la Virgen. Maestro de Calzada. Museo de Bellas Artes. Valencia. Foto R.Puig

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Torquemada ante la inminente muerte de Fidela

(Torquemada y San Pedro)

Pero no: si le anunciaban la muerte, ¿cómo soportar la noticia? Además, los criados todos se le habían hecho tan antipáticos, que no quería nada con ellos, y si por acaso le contestaban algo desagradable, trabajillo le había de costar no emprenderla con ellos a puntapiés. Tanta llegó a ser al fin su ansiedad, que entreabrió la puerta. Frente a esta, extendíase una ancha galería bien iluminada. ¡En su dorada cavidad cuánta tristeza! Pasos se oían, sí; pero no muy lejanos, arriba, allá, donde estaba pasando… lo que pasaba. En el fondo de la galería vio una figura enorme, desnuda, con la cabeza próxima al techo, y las piernazas encima de una puerta. Era un lienzo de Rubens, que a D. Francisco le resultaba la cosa más cargante del mundo, un tío muy feo y muy bruto, amarrado a una peña. Decían que era Prometeo, un punto de la antigüedad mitológica: picardías muy malas debió de hacer el tal, porque un pajarraco le comía las asaduras, suplicio, que a juicio del Marqués de San Eloy, estaba muy bien empleado.

Prometeo. Rubens. Museo de Arte de Filadelfia

Prometeo. Rubens. Museo de Arte de Filadelfia

Más acá vio a una ninfa que también le cargaba, casi en cueros la muy sinvergüenza, con los pechos al aire, y tan tiesa como si se hubiera tragado el palo del molinillo. No se acordaba Torquemada de su nombre; pero ello era también cosa de tirios y troyanos… Ganas le dieron súbitamente de salir con una estaca y emprenderla a palos con la estatua (copia de la Dafne de Nápoles) que decoraba el fondo de la galería, y hacerla pedazos, para que aquella pindongona no le señalara más con su dedo provocativo, ni se le riera en sus barbas… Pero habría sido disparate romperla, valiendo lo que valía (I, capítulo 15)

Apolo y Dafne. Capodimonte

Apolo y Dafne. Museo de Capodimonte. Nápoles

No he podido localizar ninguna escultura de Dafne en el Museo de Capodimonte, aunque sí este luneto mural que la representa perseguida por Apolo, el mismo tema de la escultura famosa de Bernini en la Galería Borghese de Roma. El gesto de señalar con el dedo que irrita a Torquemada no aparece en ninguna de las dos obras. Galdós está probablemente recreando una versión imaginaria que sirve mejor a su intención literaria (aunque no se puede descartar que la idea venga de otra representación de la ninfa).

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Cruz

(Torquemada y San Pedro)

Bien quisiera ella mostrar su espíritu evangélico en las proporciones de sublime virtud que las vidas de santos nos ofrecen. Mas no era culpa suya que la regularidad de la existencia, en nuestro perfilado siglo, imposibilite ciertos extremos. Con fuerzas se sentía la noble dama para imitar a la santa Isabel de Murillo, lavando a los tiñosos, y tan cristiana y tan señora como ella se creía.

Murillo. Santa Isabel de Hungría curando tiñosos.

Murillo. Santa Isabel de Hungría curando tiñosos.

Pero tales ambiciones no era fácil que se viesen satisfechas; el mismo Gamborena no se lo habría permitido, por temor a que padeciera su salud. Ello es que su imaginación se exaltaba más de día en día, y que su voluntad potente, no teniendo ya otras cosas en qué emplearse, se manifestaba en aquella, para gloria suya y de la idea cristiana (II, capítulo 6)

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El Palacio de Torquemada

(Torquemada y San Pedro)

En la parroquia de San Marcos, y entre las calles de San Bernardo y San Bernardino, ocupa el palacio de Gravelinas, hoy de San Eloy, un área muy extensa. Alguien ha dicho que lo único malo de esta mansión de príncipes es la calle en que se eleva su severa fachada. Esta, por lo vulgar, viene a ser como un disimulo hipócrita de las extraordinarias bellezas y refinamientos del interior. Pásase, para llegar al ancho portalón, por feísimas prenderías, tabernas y bodegones indecentes, y por talleres de machacar hierro, vestigios de la antigua industria chispera. En las calles lateral y trasera, las dependencias de Gravelinas, abarcando una extensísima manzana, quitan a la vía pública toda variedad, y le dan carácter de triste población. Lo único que allí falta son jardines, y muy de menos echaban este esparcimiento sus actuales poseedoras, no D. Francisco, que detestaba con toda su alma todo lo perteneciente al reino vegetal, y en cualquier tiempo habría cambiado el mejor de los árboles por una cómoda o una mesa de noche.

La instalación de la galería de Cisneros en las salas del palacio, dio a este una importancia suntuaria y artística que antes no tenía, pues los Gravelinas sólo poseyeron retratos de época, ni muchos ni superiores, y en su tiempo el edificio sólo ostentaba algunos frescos de Bayeu, un buen techo, copia de Tiépolo, y varias pinturas decorativas de Maella.

La caida de los gigantes. Francico Bayeu. Museo del Prado

La caida de los gigantes. Francico Bayeu. Museo del Prado

Lo de Cisneros entró allí como en su casa propia. Pobláronse las anchurosas estancias de pinturas de primer orden, de tablas y lienzos de gran mérito, algunos célebres en el mundo del mercantilismo artístico. Había puesto Cruz en la colocación de tales joyas todo el cuidado posible, asesorándose de personas peritas, para dar a cada objeto la importancia debida y la luz conveniente, de lo que resultó un museo, que bien podría rivalizar con las afamadas galerías romanas Doria Pamphili, y Borghese. Por fin, después de ver todo aquello, y advirtiendo el jaleo de visitantes extranjeros y españoles que solicitaban permiso para admirar tantas maravillas, acabó el gran tacaño de Torquemada por celebrar el haberse quedado con el palacio, pues si como arquitectura su valor no era grande, como terreno valía un Potosí, y valdría más el día de mañana. En cuanto a las colecciones de Cisneros y a la armería, no tardó en consolarse de su adquisición, porque según el dictamen de los inteligentes, críticos o lo que fueran, todo aquel género, lencería pintada, tablazón con colores, era de un valor real y efectivo, y bien podría ser que en tiempo no lejano pudiera venderlo por el triple de su coste.

Tres o cuatro piezas había en la colección, ¡María Santísima!, ante las cuales se quedaban con la boca abierta los citados críticos; y aun vino de Londres un punto, comisionado por la National Gallery, para comprar una de ellas, ofreciendo la friolerita de quinientas libras. Esto parecía fábula. Tratábase del Masaccio, que en un tiempo se creyó dudoso, y al fin fue declarado auténtico por una junta de rabadanes, vulgo anticuarios, que vinieron de Francia e Italia. ¡El Massaccio! ¿Y qué era, ñales? Pues un cuadrito que a primera vista parecía representar el interior de una botella de tinta, todo negro, destacándose apenas sobre aquella obscuridad el torso de una figura y la pierna de otra. Era el Bautismo de nuestro Redentor: a este, según frase del entonces legítimo dueño de tal preciosidad, no le conocería ni la madre que le parió. Pero esto le importaba poco, y ya podían llover sobre su casa todos los Massaccios del mundo; que él los pondría sobre su cabeza, mirando el negocio, que no al arte. También se conceptuaban como de gran valor un París Bordone, un Sebastián del Piombo, un Memling, un beato Angélico y un Zurbarán, que con todo lo demás, y los vasos, estatuas, relicarios, armaduras y tapices, formaban para D. Francisco una especie de Américas de subido valor.

 Zurbaran. Museo del Prado

Zurbaran. Museo del Prado

Veía los cuadros como acciones u obligaciones de poderosas y bien administradas sociedades, de fácil y ventajosa cotización en todos los mercados del orbe. No se detuvo jamás a contemplar las obras de arte, ni a escudriñar su hermosura, reconociendo con campechana modestia que no entendía de monigotes; tan sólo se extasiaba, con detenimiento que parecía de artista, delante del inventario que un hábil restaurador, o rata de museos, para su gobierno le formaba, agregando a la descripción, y al examen crítico e histórico de cada lienzo o tabla, su valor probable, previa consulta de los catálogos de extranjeros marchantes, que por millones traficaban en monigotes antiguos y modernos.

¡Casa inmensa, interesantísima, noble, sagrada por el arte, venerable por su abolengo! El narrador no puede describirla, porque es el primero que se pierde en el laberinto de sus estancias y galerías, enriquecidas con cuantos primores inventaron antaño y ogaño el arte, el lujo y la vanidad. Las cuatro quintas partes de ella no tenían más habitantes que los del reino de la fantasía, vestidos unos con ropajes de variada forma y color, desnudos los otros, mostrando su hermosa fábrica muscular, por la cual parecían hombres y mujeres de una raza que no es la nuestra.

Apolo y Dafne. Bernini. Galeria Borghese

Apolo y Dafne. Bernini. Galeria Borghese Roma

Hoy no tenemos más que cara, gracias a las horrorosas vestiduras con que ocultamos nuestras desmedradas anatomías. Conservábase todo aquel mundo ideal de un modo perfecto, poniendo en ello sus cinco sentidos la primogénita del Águila, que dirigía personalmente los trabajos de limpieza, asistida de un ejército de servidores muy para el caso, como gente avezada a trajinar en pinacotecas, palacios y otras Américas europeas (I, capítulo 6)

El palacio de Gravelinas y la Colección Cisneros constituyen otra fantasía literaria de Galdós (como el dedo de Dafne que molesta a Torquemada). La creación de este lugar ficticio constituye una topotesia en la que reúne múltiples obras de arte existentes y, además, describe otras que ha modificado intencionalmente o que se han transformado en su memoria.

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Con ocasión del entierro de Fidela

(Torquemada y San Pedro)

La papeleta de invitación era tan sencilla como elegante; eligiose el coche estufa de mayor magnificencia que había en Madrid; encargáronse coronas de una riqueza fenomenal, y por fin, se preparó la capilla ardiente con toda la suntuosidad de que tan soberbia morada era susceptible. El gran salón se pavimentó de negro. En las paredes fueron colocados los seis colosales lienzos del Martirio de Santa Águeda, por Tristán

Santa Agueda. Luis Tristán. San Benito. Retablo de la vida de Jesús. Yepes. Toledo

Santa Agueda. Luis Tristán. San Benito. Retablo de la vida de Jesús. Yepes. Toledo

y otros asuntos religiosos y místicos de gran apariencia; en el fondo un altar riquísimo, con el tríptico de Van Eyck,

Jan van Eyck. Triptico de María y el niño con San Miguel y Santa Catalina

Jan van Eyck. Triptico de María y el niño con San Miguel y Santa Catalina. Dresde

y debajo un Eccehomo del divino Morales. Murillos y Zurbaranes formaban la Corte a un lado y otro.

Agnus Dei. Zurbaran. Museo del Prado

Agnus Dei. Zurbaran. Museo del Prado

La parte inferior de los cuatro testeros fue tapizada de negro con galón fino de oro, y se colocaron otros dos altares con imágenes de superior talla: Cristo en la columna, de Juan de Juni, la Dolorosa de Gregorio Hernández.

Dolorosa. Gregorio Hernandez. Valladolid

Dolorosa. Gregorio Hernández. Valladolid

Los bancos que alrededor de la estancia se pusieron, de nogal claveteado, eran también obra maestra de la carpintería antigua, y procedían de las colecciones de Cisneros. En los tres altares, lucían relicarios de fabulosa valía, relieves de marfil, y bronces estupendos. Donoso, otros dos amigos de la casa, artistas o amateurs de refinado gusto, dirigían la faena, ayudados de un sin fin de criados, costureras, carpinteros, etc… Cruz y Augusta iban a ver, y a dar una opinión, pero no podían estar constantemente allí. Toda la fuerza de voluntad de la primera no bastaba a distraerla de su inmenso dolor. Ordenaba que no se omitiese gasto, ni detalle alguno que aumentar pudiera el esplendor de aquel homenaje, bien corto para lo que la pobrecita muerta merecía (II, capítulo 1)

De este modo, para describir la riqueza ostentosa de Don Francisco Torquemada, convertido en parlamentario y en Marqués de San Eloy, procede Galdós a acumular en su galería ficticia del “Palacio de Gravelinas” las obras de una imaginaria colección Cisneros, a base de obras que conoce y otras que recrea, que le sirven para crear el ambiente que el usurero no aprecia más que por su valor pecuniario, pero que ha aceptado adquirir a regañadientes, azuzado por su aristocrática cuñada Cruz, quien, tras años de penurias, se toma la revancha a costa del capital del marido de su hermana.

La mayoría de las obras que Galdós menciona se localizan actualmente en museos y colecciones de España y de Europa, aunque en alguna identificación de autor o tema le haya podido traicionar la memoria. Ese “cuadrito” del “Bautismo de nuestro Redentor” de Masaccio todo oscuridad del que habla, como decíamos antes, parece fruto de su elaboración literaria. De hecho el joven artista (murio antes de cumplir 29 años) dejó un fresco del Bautismo de los neófitos en la Capilla Brancacci de Florencia, que el paso del tiempo ha desdibujado. También pudiera ser que, en este como en otros casos, se trate de obras que desde entonces han desaparecido. De hecho, de la ubicación de ocho de las diecinueve tablas del políptico de Pisa de Masaccio nunca más se supo. Sería curioso que Galdós estuviese especulando con esa historia. Claro que tampoco faltan falsificaciones y pastiches que se han colado en los mejores museos y colecciones.

De un modo u otro, en un barrio real de su Madrid, por la bajada de la calle de San Bernardo, se dio el escritor el capricho de crear una galería de fábula, enriqueciendo así lo que en su extensa obra literaria puede llamarse con propiedad “el museo imaginario de Benito Pérez Galdós”.

Galdós por Sorolla. Casa Museo Perez Galdós. Las Palmas de Gran Canaria

Galdós por Sorolla. Casa Museo Perez Galdós. Las Palmas de Gran Canaria

Conclusión

Galdós entreteje unas ficciones en las que las costumbres, vidas y rasgos de sus personajes, ilustrados mediante varias formas de la ekfrasis, dan como resultado unos textos polisémicos. En torno a ellos podrían reunirse los estudiantes y los profesores de historia del arte y de literatura en una clase interdisciplinar, que pudiera ayudar a los alumnos a introducirse no sólo en el arte de la descripción y en el aprecio de uno de nuestros mejores escritores de novela realista, sino también a mejorar su conocimiento de los motivos de historia del arte, que cada día van siendo más extraños a su mundo y a sus preocupaciones, y a ponerlos en el contexto de la historia de España y de las condiciones de vida en los entornos urbanos de hace más de un siglo.

Enlaces a los textos de Galdós que hemos citado (Biblioteca Virtual Cervantes):

Tormento

Torquemada en la Hoguera

Torquemada en la cruz

Torquemada en el purgatorio

Torquemada y San Pedro


De exposiciones por Estocolmo (II): miscelánea de rostros en la Academia de Bellas Artes (Fisionomías XXII)

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Gipsoteca y Hall de entrada. Academia de Bellas Artes. Estocolmo. Foto R.Puig

Gipsoteca y Hall de entrada. Real Academia de Bellas Artes. Estocolmo. Foto R.Puig

El Museo Nacional de Bellas Artes de Estocolmo sigue cerrado por obras. Pero eso no quiere decir que no exponga sus colecciones en las salas de otras instituciones. Este es el caso de la muestra “El Artista”  en la Real Academia de Bellas Artes, que reúne obras del Museo y de la Academia con otras en préstamo de colecciones privadas y del Museo de Arte Moderno de Estocolmo.

Sería demasiado largo para este cronista repasar el conjunto. Las reproducciones en el catálogo son excelentes, no así las notas sobre las obras y las apresuradas cartelas bajo los cuadros que no hacen honor a la selección ni a la interesante división temática del recorrido. Las obras corresponden a épocas, soportes, estilos y contenidos diversos unidos por su conexión con los artistas, sus visiones, su mundo y su personalidad. Dediqué  dos buenas horas a la visita, en compañía de mi viejo amigo Gunnar, buen conocedor de la pintura sueca y emparentado con algunos de sus artistas, pero me voy a limitar a una pequeña selección que responde a mi interés por las fisionomías.

Empezando por Rembrandt. 

Desde sus reducidas dimensiones (15,5 x 12 cm), su autorretrato nos desafía con la mirada inteligente de un joven pintor de 24 años, dispuesto a abrirse camino en la vida y en el arte. Por entonces ya tenía su taller en Leiden. Un año después, alentado por su mecenas Constantijn Huygens, se mudó a Amsterdam.

Rembrandt. Autorretrato. 1630. Museo Nacional.Estocolmo.

Rembrandt. Autorretrato. 1630. Museo Nacional.Estocolmo.

Sólo con esto la visita ha merecido la pena.

Para que apreciemos la distancia entre el quehacer pictórico de aquel joven holandés y el de los pintores palaciegos en Estocolmo, veamos dos retratos, uno de fines del mismo siglo de Rembrandt y otro de las primeras décadas del siguiente. Si bien la reina Cristina pudo atraer a Descartes al frío (y a la muerte prematura) en Estocolmo, sacándole de la acogedora Holanda, ni ella ni los monarcas que la sucedieron pudieron enrolar a los pintores que descollaban en los Países Bajos, aunque sí lo consiguieron con arquitectos, expertos en fortificaciones y en armamento, o constructores navales, procedentes de los Países Bajos.

Cuando el pintor de la Corte sueca David Klöcker Ehrenstrahl (1628 – 698) pintaba su autorretrato, la monarca llevaba ya dos años enterrada en Roma, donde había conseguido acumular una impresionante colección de obras de arte. Muchas acabaron en los Museos y en la Biblioteca del Vaticano. Se preguntarán de dónde sacaba el dinero durante su “exilio” final en Roma (1667 -1689) para convertirse en mecenas y seguir viviendo como una monarca: pues de las rentas que le pagaban los arrendatarios de su tierras en Suecia, gracias al sudor de los siervos de la gleba que las cultivaban.

David Klöcker Ehrenstrahl. Autorretrato 1691. Detalle. Museo Nacional. Estocolmo.

David Klöcker Ehrenstrahl. Autorretrato 1691. Detalle. Museo Nacional. Estocolmo.

El siguiente es el retrato del arquitecto real, Nicodemus Tessin, obra de George Engeldhardt Schöder (1684 – 1750), otro pintor cortesano sueco. Es otra prueba de que los artistas en Suecia no se beneficiaban demasiado de la calidad de la vanguardia barroca europea.

George Engeldhardt Schöder. Retrato de Nicodemus Tessin. c.1720.Detalle. Real Academia de Bellas Artes. Estocolmo.

George Engeldhardt Schöder. Nicodemus Tessin. c.1720.Detalle. Real Academia de Bellas Artes. Estocolmo.

Pero es que, además, este señor podría ser hermano del anterior. ¿Economía creativa, manierismo a la francesa?

La reducción del tamaño de las pelucas unas décadas más tarde, parece que redundo en el incremento de la calidad artística de los retratos, en una mayor simpatía del retratado y hasta en guiños de complicidad con el espectador. El rococó era “la vie en rose”. Al menos así me lo confirma en su autorretrato la mirada del pintor sueco Alexander Roslin (1718-1793), que anduvo retratando a la realeza de toda Europa, con algunas escapadas a la Corte de Estocolmo.

Alexander Roslin. Autorretrato dentro de El Artista y su mujer retratando a Henrik Wilhem Peillls.Detalle. 1767.Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Alexander Roslin. El Artista y su mujer retratando a Henrik Wilhem Peill. Detalle. 1767.Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Juega al autorretrato dentro del triple retrato en el que su mujer Marie Suzanne Giroust, la de dulce nombre y amigable rostro, no sólo maneja los trebejos de pintar con la misma soltura que el marido, sino que en el fondo es el ama de la situación.

El triple retrato fue un regalo para el amigo retratado y un homenaje a la excelente pintora (maestra en la técnica del pastel) que fue su mujer.

Alexander Roslin. El Artista y su mujer retratando a Henrik Wilhem Peill. 1767.Museo Nacional. Estocolmo

Alexander Roslin. El Artista y su mujer retratando a Henrik Wilhem Peill. 1767.Museo Nacional. Estocolmo

Lo cual no obsta para que también él tuviera un alter ego en Estocolmo, un reputado grabador de monedas y medallas…

Lorens Pasch el joven. Retrato del grabador de monedas Gustav Ljungberger. 1770.Detalle. Academia de bellas Artes. Estocolmo. Foto R.Puig

Lorens Pasch el joven. Retrato del grabador de monedas Gustav Ljungberger. 1770. Detalle. Academia de Bellas Artes. Estocolmo. Foto R.Puig

El hecho fue que el pintor que retrató al prohombre era Lorens Pasch el Joven (1733 – 1805), quien estudió con Roslin en París, y su influencia debió de ser tan grande que acabó viendo las facciones del maestro en los rostros de sus retratados.

Una artista de gran calidad fue la danesa  Bertha Wegmann  (1846 – 1926), representada en la muestra por su retrato de la pintora, sueco-alemana, Jeanna Bauck  (1840 -1926). Es una obra en el mejor estilo impresionista germánico en la que que capta la amabilidad acogedora de su amiga y colega.

Bertha Wegmann. La artista Jeanna Bauck. 1881. Detalle. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Bertha Wegmann. La artista Jeanna Bauck. 1881. Detalle. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Otras pintoras lo debieron de tener un poco más difícil, a juzgar por su gesto, algo reconcentrado la primera y malhumorado la segunda, al menos en dos retratos de la exposición que las recuerdan:

La pintora y escultora francesa Rosa Bonheur (1822 – 1899) estuvo abocada a sus labores hasta que su padre pintor la introdujo en su taller. Llegó a ser una reconocida especialista en la pintura de animales y se hizo acreedora a la condecoración de la Legión de Honor.

Edouard Dubufe. La artista Rosa Bonheur. 1857.Detalle. Museo Nacional de Versalles. Estocolmo. Foto R.Puig

Edouard Dubufe. La artista Rosa Bonheur. 1857.Detalle. Museo Nacional de Versalles. Estocolmo. Foto R.Puig

En su esfera personal sufrió los prejuicios de la sociedad de su época, pues se la consideraba lesbiana (etiquetada como garçon manqué), por que compartió su vida desde joven y sucesivamente con dos amigas artistas.

El segundo rostro es el de la artista multifacética Tyra Lundgren (1897 – 1979), activa en escultura, cerámica, cristal, pintura y arte textil, así como escritora.

Tyra Lundgren. Autorretrato. Detalle. 1921. Museo de Arte Moderno. Estocolmo. Foto R.Puig

Tyra Lundgren. Autorretrato. Detalle. 1921. Museo de Arte Moderno. Estocolmo. Foto R.Puig

Su autorretrato es de cuando vivía en Francia e Italia y refleja la influencia del cubismo. Si me atengo a esa inmensa curiosidad creativa que la llevó a explorar y a descollar en tan variadas ramas de las artes plásticas, pienso que, además de reconcentrada, su mirada es la de una mujer de 24 años dispuesta a dar la batalla y abrirse camino en un mercado europeo del arte tan imprevisible y explosivo como fue la época de las vanguardias. Puede que a ello se deba su gesto desafiante y un poco malhumorado.

A la pintora finlandesa Helene Schjerfbeck (1862 – 1946), que se formó en Helsinki y París y tuvo una buena acogida en los países nórdicos, la enfermedad de sus últimos años la llevó a pasar sus últimos años en un sanatorio sueco, tras el paso por otro de Finlandia durante la lucha de sus habitantes contra la invasión soviética.

Este autorretrato de 1937 es despiadadamente honesto.

Helene Schjerfbeck. Autorretrato. Detalle. 1937. Museo de Arte Moderno. Estocolmo. Foto R.Puig

Helene Schjerfbeck. Autorretrato. Detalle. 1937. Museo de Arte Moderno. Estocolmo. Foto R.Puig

No doy por terminado mi paseo, pero por hoy lo dejo aquí, no sin dejarles un acertijo que pone a prueba sus conocimientos de la pintura sueca moderna. Una pista: se trata de un detalle de un cuadro de un pintor sueco, un lienzo que ha alcanzado la cotización más alta en el mercado de la pintura sueca del siglo XX.

La solución el próximo domingo.

Nils Dardel.  La muerte del dandy.  Detalle. 1918.  Museo Nacional.  Estocolmo. Foto R.Puig

 

 

 



De exposiciones por Estocolmo (y III): el dandy y la muerte (Fisionomías XXIII)

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Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle (autorretrato). 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

En la exposición de la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo que venimos comentando hay un cuadro del artista más cotizado del mercado del arte sueco en el siglo XX,  Nils Dardel (1888-1943), miembro del grupo de “los ocho” artistas suecos  que coincidieron en París en los primeros años del siglo pasado. Además de Dardel  lo formaban Tor Bjurström, Birger Simonsson, Leander Engström, Isaac Grünewald, Sigrid Hjerten, Einar Jolin y Gösta Sandels (de la mayoría de ellos hemos mostrado obra en este blog).

Para algunos críticos, el más hermético aunque puede que el más  socialmente activo y trotamundos del grupo, fue este dandy de familia aristocrática, que comenzó bajo la influencia del fauvismo, pero también del expresionismo de Munch y, tras afirmarse como retratista neo-impresionista, cultivó también unas temáticas de la ensoñación que algunos han calificado como proto-surrealistas.

Pero puede que su más significativa obra de arte fuese él mismo, identificado con su propio rol y representando con su vida la figura del dandy que, mientras morían millones en las trincheras, se autorretrataba moribundo, fiel a su papel.

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Tres años antes, Georges Paul Leroux (1877 – 1957), un pintor bien conocido entonces en Francia, contemporáneo de Dardel y combatiente de la I Guerra Mundial  representaba la muerte de forma muy diferente.

Georges Paul Leroux. Slodados enterrando a un camarada. 1915. weimarart.blogspot.se

Georges Paul Leroux. Soldados enterrando a un camarada. 1915. weimarart.blogspot.se

Y un impresionista que combatió del otro lado, Otto Dix (1891 – 1969), daba también su visión en grabados que reflejaban su experiencia directa.

Otto Dix. Transporte de un herido. Grabado. 1924.British Museum

Otto Dix. Transporte de un herido. Grabado. 1924.British Museum

No es que el sueco fuese distinto del resto de sus compañeros escandinavos en el grupo de París -síntoma quizás de la vivencia artística en aquella Suecia neutral- , al menos por la obra que yo conozco. Lo que ocurre es que él fantasea con la muerte, pero sin ponerla en relación con las muertes que se vivían en el continente europeo por esos mismos años.

Y, de los conflictos bélicos, apenas una alusión a la revolución rusa en una representación de los vagones de Transiberiano, donde los viajeros van custodiados por soldados cosacos, unos de guardia y otros roncando, lo que más parece un detalle exótico captado por un adinerado viajero.

Nils Dardel. El expreso transiberiano. 1918. Fuente. Dardel.info

Nils Dardel. El expreso transiberiano. 1918. Fuente. Dardel.info.php

De hecho Nils viajaba por Japón en aquellos años y mientras estallaba la revolución rusa atravesaba Rusia en el Transiberiano. Cuando comienza la II Guerra Mundial deja Suecia para instalarse en Nueva York, viaja por Centroamérica y muere de un infarto a los dos días de inaugurar su última exposición en Manhattan.

El resto de los rostros de El dandy moribundo están trabajados con cuidado y a mi modo de ver reflejan otras influencias además de las del expresionismo y el fauvismo de aquellos años.

Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig.

Nils Dardel. La muerte del dandy. Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig.

La joven triste que apoya el mentón sobre la almohada del moribundo recuerda a la niña enferma que Edvard Munch pintó entre 1885 y 1886 (Galería Nacional de Oslo), pero también tiene un aire a las fisionomías de los prerrafaelitas.

Los otros dos rostros femeninos son una muestra del retrato delicado y de línea clara que caracteriza uno de los estilos que cultivó Dardel, puede que anticipándose al recuento de las tres mujeres que desempeñarían un papel importante es su vida.

Nils Dardel.  La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

En todo caso, la evocación de las santas mujeres de un santo entierro o de los protagonistas de un descendimiento se refuerza con el otro personaje, una especie de discípulo doliente, que enjuga sus lágrimas

Nils Dardel.  La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Nils Dardel. La muerte del dandy.Detalle. 1918. Museo Nacional. Estocolmo. Foto R.Puig

Mi opinión es que Dardel ha representado, consciente o subconscientemente, una parodia de su propia muerte, que además de los personajes necesarios incluye la preparación de un sudario, el paño de lágrimas y en el lugar del árbol de la cruz, una especie de palmera.

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Nils Dardel. La muerte del dandy. 1918

Hablábamos de prerrafaelismo y pues no en vano los pintores de esa corriente se inspiraron en el Quattrocento italiano, me viene a la mente el Perugino.

Perugino. Pietà. National Gallery of Ireland

Perugino. Pietà. National Gallery of Ireland

Nils Dardel, no debieron serle extraños los enterramientos y descendimientos de Cristo de los muchos museos que en sus correrias tuvo que encontrar.

Correggio. Descendimiento. Galería Nacional de Parma.

Correggio. Descendimiento. Galería Nacional de Parma.

No me alargaré con otros muchos ejemplos. En literatura se habla de intertextualidad, de forma parecida a como el las artes plásticas se puede hablar de la transmisión de modelos iconográficos y de composiciones que se repiten a lo largo de las épocas. El que los artistas los repitan a propósito o sin casi darse cuenta no cambia el resultado. La corriente fluye de unos a otros.

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Lo que supongo que no se imaginaba Dardel es que más de 70 años después de su muerte su forma de vestir por aquellos comienzos del siglo XX sería recuperada por un modisto sueco.

Nils Dardel. Fuente. Oscarjakobson.com

Nils Dardel. Fuente: Oscarjakobson.com

Y que conste que mi intención no es publicitaria sino todo lo contrario, pues detesto el slim fit y no me afecta el que, si ando yo calientese ría la gente. Prefiero la holgura, pasada de moda, ay, de la vestimenta de Humphrey Bogart. 

Los pantalones de Humphrey Bogart

Los pantalones de Humphrey Bogart. Fuente: elle.com

 


Fisionomías (XXIII) en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid

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Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Fue en el mes de julio en Madrid cuando visité el Museo Lázaro Galdiano, un lugar apacible retirado del tráfago y de las riadas de turistas, en la parte alta de la calle de Serrano. No había estado en esa mansión de maravillas desde hace una eternidad. Sería difícil que yo pudiese dar una descripción general de esta generosa colección, engastada en el palacete que fue su casa y que refleja las pasiones y preferencias de un fecundo editor y mecenas, José Lázaro Galdiano (Beire, Navarra, 1862 – Madrid, 1947).

En mi caso, me reduzco a dar cuenta de una breve cosecha de fisionomías, fruto de mi manía de ir a la caza de ellas cuando visito algún museo. Es poca cosa, pero a pesar de haber disfrutado durante mi visita de muchas de las obras de la colección permanente y de las exposiciones temporales en marcha, el lector curioso puede encontrar suficiente información sin mi ayuda. Estos son los límites de haberme especializado en rostros.

No obstante, recomiendo la lectura del artículo Coleccionar para educar el gusto: José Lázaro Galdiano de Amparo López Redondo, Conservadora de la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid.

El texto concluye así:

Fuera de las peculiaridades de la personalidad de cada coleccionista es importante señalar la admirable labor llevada a cabo por un reducido grupo de esa burguesía emergente que como Lázaro supo asumir en la época de la restauración política, tareas de mecenazgo y de defensa del patrimonio artístico que tradicionalmente ostentaron la monarquía, la aristocracia y la Iglesia y que la administración del Estado no había asumido todavía. Gracias a las colecciones creadas por ellos se conservan hoy importantes obras de arte que en la mayor parte de las ocasiones fueron donadas al Estado para enriquecer los grandes museos o como en este caso permanecer unidas para honrar la memoria de su benefactor.

Colecciones que son un lamento por el pasado esplendor perdido y también constituyen la base de una nueva percepción de la obra de arte.

José Lázaro como otros muchos coleccionistas, crea con su selección de obras un microcosmos desde el que interpretar la historia recreando una estética y una moral. En este sentido puede considerarse que la Colección Lázaro Galdiano es una colección romántica pues en su creación hay algo más que la simple acumulación de objetos bellos, hay además la intención testimonial de reinventar la historia.

La colección es una parte muy activa de la experiencia vital del hombre. Lázaro viajó por toda Europa visitando museos y comprando libros de arte, su biblioteca es un claro reflejo de sus conocimientos artísticos; su entusiasmo por las exposiciones y los museos; también lo son. Escribió a su esposa más de treinta cartas comentándole sus compras de obras de arte y las visitas a museos como la Wallace Collection, la Dulwich, el Kensington, el Louvre o el Museo de Berlín. Visitas absorbentes que en ocasiones le dejaban exhausto pues en el placer contemplativo se olvidaba hasta de almorzar. Entre esas cartas, hay una escrita en Viena en Julio de 1926 en la que relata a su esposa unas reflexiones sobre el arte que en cierto modo resumen una parte de su experiencia como coleccionista: «El arte, al revés que la moda, gana todos los años en valor, sobre todo para mí que pienso que esos objetos me han dado tanta dicha educándome y refinando mi gusto».

Amparo López Redondo, UNED. Espacio, Tiempo y Forma Serie VII, H. a del Arte, t. 20-21, 2007-2008, págs. 301-314.

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Fisionomías de los varones

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Comienzo por un niño castellano, bien nutrido y feliz, a quien sólo le falta que un hilillo de baba (o de leche materna) se deslice por la comisura de sus labios. Cuando vean ustedes a la mamá entenderán por qué el niño está contento. Nada de esos niños jesús q los que el barroco pintará pensando en su futura pasión, incluso con unos clavos en las manos. Quién lo tallase y lo policromase tenía otra visión y otros modelos en mente. Los aires y las reglas artísticas de Trento no le habían llegado aún.

En todo caso, este Jesús un poco andrógino no es desde luego el anterior niño castellano unos años después. Por muy admirable y misterioso que sea, hay una inseguridad de adolescente extraordinariamente captada por alguno de aquellos artistas que se formaron en el arte de mostrar los pliegues del alma y las ambigüedades del gesto. ¿Tuvieron algo que ver en todo eso la luz y las interminables nieblas del invierno lombardo que matizaban de palidez las apariciones del sol en la ribera lombarda de la llanura padana?

Círculo de Leonardo Da Vinci. El Salvador adolescente. finales del s.XV.Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R. Puig

Círculo de Leonardo Da Vinci. El Salvador adolescente. Final s.XV. Museo Lázaro Galdiano. Foto R. Puig

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En el el museo hay otras fisionomías, rostros prestados para la guerra. No entiendo nada de armaduras y por tanto no sé si rostros de hierro como este se estilaban en tiempos de Leonardo da Vinci (1452 – 1519) y si la moda había ya decaído cuando la batalla de Pavía (1525), librada en esa ciudad de las riberas del Po. El caso es que me ha interesado el contraste entre el rostro temeroso de arriba pintado por aquellas tierras y este yelmoque quizás siga el modelo de los  que campearon en actitud muy diferente por la llanura padana.

Yelmo del s. XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Yelmo. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

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Narices

En julio, iniciaba mi crónica en el Jardín Botánico de Madrid con el perfil de Carlos III, en el que destacaba su prominente nariz. Pues bien, aquí también encontramos otras que no son mancas.

En la Antigüedad y en la Europa de los Habsburgo un buen apéndice nasal se consideraba signo de realeza, aunque parece que la cosa viene ya de Ciro el Grande. Comentaba irónicamente Erasmo que el tener la nariz como el pico de un águila era una muestra de poderío e imperio, a semejanza del pájaro rey de las aves. Incluso en este busto, que se estima fue esculpido en el siglo XVI siguiendo modelos romanos, nos hallamos quizás  ante un emperador. Claro que también pudo ser de algún adinerado pretencioso que quiso retratarse así, con su toga y sus rizos a la romana.

Anónimo del s.XVI. Busto de romano. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Anónimo del s.XVI. Busto de romano. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Quien si era de verdad él mismo, con su hermosa nariz, es el aquí retratado, dicen que por Goya. Este hombre, que cuentan fue de muy afable trato, era un fraile que no por serlo dejó de pensar liberalmente en tiempos difíciles. se trata de Fray José de la Canal (Ucieda, Santander, 1768 – Madrid, 1845).

Extraigo aquí del blog del museo un resumen biográfico de este hombre que, sólo con mirar su retrato, me da que fue una buena persona:

Atribuido a Goya. José de La Canal. 1824 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Goya. José de La Canal. 1824 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Eminente historiador agustino de tendencias liberales, redactor de los periódicos madrileños El Ciudadano Constitucional y El Universal en los difíciles años de 1813-1814 y a causa de ello temporalmente represaliado, prior del convento de San Felipe el Real, miembro de la Société des Antiquaires de Normandía que fundara Arcisse de Caumont en 1823, y al final de sus días director de la Real Academia de la Historia. El 18 de abril de 1845 sus restos mortales fueron conducidos al cementerio de la Patriarcal en un humilde carro, acompañado de cinco coches ocupados por miembros de la Academia de la Historia y la Academia de la Lengua.

 

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Contemporáneo suyo fue Arthur Wellesley (Dublin, 1769 – Kent, 1852) más conocido por su título de duque de Wellington. Este cuadro no es de Goya, pero la nariz sí era también un signo de predestinación en este ilustre guerrero irlandés que tras sus campañas imperialistas en la India, desarrolló  una fulgurante carrera europea, a quien la historia colocó siempre en el lugar justo y en el momento oportuno, en especial en Portugal y en España. Cuando enarcaba las cejas ganaba una batalla. Y el triunfo le coloreaba los pómulos. La campaña de España contra las tropas napoleónicas le valió unos pocos títulos nobiliarios. Además, un Fernando VII  demasiado rumboso le regaló todas las obras maestras (unas 90) de colecciones españolas que Pepe Botella (José Bonaparte) estuvo a punto de llevarse de España. Ahora están en Londres, en la Apsley House, hoy Museo Wellington.

Atribuido a John Jackson. El Duque de Wellington. 1820 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a John Jackson. El Duque de Wellington. 1820 a 25. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

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Y el monarca que vemos a continuación ya estaba destronado y exiliado en Flandes, cuando como compensación pudo pagarse el honor de ser pintado por el retratista de Carlos V, me refiero a Bernard Van Orley (1487/1491 – 1541), quien no disimuló el malhumor del personaje.

Van Orley. Christian II de Dinamarca. s. XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Van Orley. Christian II de Dinamarca. s. XVI. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

Cristián II (1481 – 1559) también tenía un buen apéndice nasal, signo de predestinación, no a un solo título real, no, pues a este hombre le cayeron sobre los hombros, por ser hijo de quien era, nada menos que tres reinos: Dinamarca, Noruega y Suecia. Además estuvo casado con la segunda hija de Felipe el Hermoso y la Reina Juana I de Castilla  (Juana la Loca), Isabel de Austria (Bruselas 1501 –  Zwijnaarde, Gante 1526) que durante un tiempo fue también reina de Suecia hasta que Gustav Vasa logró expulsar a los daneses del trono de  Suecia (para sustituir un régimen despótico por otro de la misma índole). De modo que por esos laberintos de la historia de las dinastías europeas, esta hija de Juana la Loca está enterrada con en la Iglesia de San Canuto en Odense (Dinamarca). Pero ella y su marido murieron en el exilio en Flandes.

En Suecia es recordado como Christian el Tirano, entre otras cosas por la matanzas que organizaba, so pretexto de herejía luterana, contra los opositores suecos, entre las cuales destacó el baño de sangre de Estocolmo (1519), una especie de noche de San Bartolomé, aunque unas decadas antes de la de París y de estilo escandinavo. De las matanzas de su sucesor cunero ya hemos hablado aquí.

Pieter Pourbus, El Viejo. Monje. Segunda mitad del s.XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Pieter Janzs Pourbus. Monje . Detalle.  2ª mitad s.XVI. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

El pintor que retrató a este monje benedictino belga era otro reconocido retratista flamenco,  Pieter Pourbus (1523 -1584)  que en este cuadro ha captado el estado de ánimo de un joven religioso, no en actitud mística, sino ensimismado en sus preocupaciones, a saber por qué. La prueba de la fidelidad pictórica del artista es que ni siquiera ha olvidado un grano molesto que campea en la mejilla izquierda de este hombre, consagrado o en vías de pronunciar los votos que le van a apartar del mundo y de sus pompas.

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Fisionomías de mujeres

Y está es la joven señora castellana, satisfecha de tener su bebé bien alimentado y feliz al que hemos visto más arriba.

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

 

 

Justus Van Egmont. Retrato de dama. 1650 a 55. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Justus Van Egmont. Dama de medio cuerpo. Detalle. 1650 a 55. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

¡Ah! ¡Las perlas! ¿Que tendrán las perlas que fascinan a las señoras y a sus retratistas de postín?

Para empezar tenemos las perlas de las damas que inmortalizaron tres pintores flamencos y uno de la escuela inglesa que tanto le debió a los artistas de los Países Bajos, los cuatro de la segunda mitad del siglo XVII.  Aunque ninguna de ellas, a pesar de sus nutridos collares alcanza a la joven de la perla de Johannes Vermeer (1632 – 1675), obra de la misma época. Con una sola perla superó los collares que rodean el cuello de sus contemporáneas. ¡El mérito al pintor!

Ludolf De Jongh. 1655 a 1660. Retrato de dama.Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Ludolf De Jongh. 1655 a 1660. Retrato de dama.Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

 

Peter Lely. Retrato de dama. ca. 1665. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Peter Lely. Retrato de dama. ca. 1665. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

En el caso del siguiente retrato, da la impresión de que el salto de dos siglos ha traído consigo la multiplicación por dos de los collares.

Federico de Madrazo. Gertrudis Gómez de Avellaneda. 1857. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Federico de Madrazo. Gertrudis Gómez de Avellaneda. 1857. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

No sé si por fortuna familiar o por los derechos de autora, esta ilustre escritora y poetisa nacional cubana, hija de indianos españoles,  Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814 – 1873), pudo compensar un poquito sus sinsabores amorosos y matrimoniales dejándose retratar con una mirada desafiante por el mismo pintor que unos años antes había ya pintado a Isabel II.

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Pero yo me quedo con el retrato de una joven atribuido a otra mujer, Sofonisba Anguissola (1535 – 1625), una pintora italiana que llegó a nonagenaria, lo que para la época era una excepción

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Joven dama. Detalle. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

No se identifica a la retratada, pero su fisionomía coincide con la del retrato que hizo Pantoja de la Cruz  de Isabel de Valois (1546 – 1598), a la que casaron con Felipe II  cuando aún no había cumplido los 14 años, a la misma edad en que lo habían hecho con su madre, Catalina de Medicis, casada con el rey de Francia. Da la casualidad que Sofonisba Anguissola no sólo llegó a la corte de España como pintora, sino que fue también dama de compañía de aquella Isabel de Francia que fue la tercera esposa del adusto monarca quien cuando los esponsales ya tenía 33 años de edad.

Este es sólo un detalle de un cuadro que así se describe en la ficha del museo:

De pie y casi de cuerpo entero, se representa la joven en un interior apoyando la mano derecha sobre una mesa. Mira al frente, con gesto sereno, ricamente vestida: saya de vivo terciopelo rojo sobre camisa, ambos bordados en oro. Lechuguillas de encaje y pelo oscuro recogido con un adorno de pedrería. Sobre el vestido, rico collar y cinturón de oro y pedrería.

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano.

Nada que ver con el retrato que la misma artista le hizo a Felipe II que sólo tiene en común con su joven esposa la típica golilla de la época, y si maneja entre sus dedos unas bolitas, no son perlas, sino cuentas del rosario

Felipe II por Sofonisba Anguissola. Museo del Prado

Felipe II por Sofonisba Anguissola. Museo del Prado

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Pero a todo esto, buscaba yo, para terminar esta crónica, algún retrato al óleo del hombre que tantos coleccionó. Pero pareciera que aquí también vale lo de en casa del herrero cuchara de palo, pues sólo he podido dar con su retrato al pastel cuando el mecenas andaba por la treintena. Es obra del malogrado Joaquín Vaamonde (1872 – 1900)

Retrato al pastel de José Lázaro Galdiano por Joaquín Vaamonde. Pinterest.com

Retrato al pastel de José Lázaro Galdiano por Joaquín Vaamonde. Pinterest.com

Por desgracia da la sensación de que alguien lo estropeó emborronando la nariz del filántropo


Algunos rostros del Rijks Museum de Amsterdam (Fisionomías XXIV)

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Fachada de la Berg Poort. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Fachada de la Berg Poort. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

El 31 de agosto pasé el día en los museos de Amsterdam. Es bien sabido que el Rijks Museum concluyó hace tres años una cuidadosa remodelación arquitectónica a cargo del estudio de arquitectura de Antonio Cruz y Antonio Ortiz que ha durado diez años. La conclusión de las obras se interrumpió algunos años por el bloqueo de la poderosa Federación de Ciclistas de Amsterdam, que reclamaba que el pasaje de la galería central del Museo, donde se ubica la entrada al mismo, quedase abierto a la circulación de las bicicletas. Obtenida su reivindicación, la nube de ciclistas que a diario atraviesa por ahí, se ahorra cinco minutos de pedaleo. Un retraso y aumento de presupuesto que al encargado de la venta de libros de arte y de catálogos de la excelente tienda de arte del museo, con el que conversé, le parece que ha sido una cacicada. Pero ustedes vayan y juzguen pos sí mismos. Por mi parte, yo llegué a pié y en tranvía desde el camping en que me hospedaba, que tiene un aspecto idílico visto desde el puente por el que se va andando a la parada del tranvía

El camping de Zeeburg junto al Rijnkanaal de Amsterdam. Foto R.Puig

El camping de Zeeburg junto al Rijnkanaal de Amsterdam. Foto R.Puig

Es el más cercano al centro y está abierto todo el año, sobre todo para las multitudes de jóvenes a quienes atrae la ciudad, no tanto por sus museos, como por otras ofertas y diversiones. No obstante, aunque los servicios estén sucios y, si no quieres esperar más de media hora a pié firme para poderte duchar has de hacerlo cuando clarea y la mayoría duerme bajo las tiendas, en el camping reina el buen humor y durante mis dos pernoctas se respetó el silencio debido.

A la espalda y frente a la entrada del camping discurre majestuoso el Rijnkanaal de Amsterdam

El Rijnkanaal de Amsterdam cerca del camping de Zeeburg. Foto R.Puig

El Rijnkanaal de Amsterdam cerca del camping de Zeeburg. Foto R.Puig

Que algunas barcazas circulen cargadas de gas no debería ser un motivo de preocupación

Un barcaza cargada de gas pasa frente a la entrada del camping. Foto R.Puig

Un barcaza cargada de gas pasa frente a la entrada del camping. Foto R.Puig

Tampoco yo debería divagar más con mi composición de lugar, pues el objeto de esta crónica eran mis recuerdos de la visita al Rijks Museum…

La Pintura. Altorrelieve de la fachada principal. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La escuela de pintura. Altorrelieve de la fachada principal. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

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Hay que llegar temprano

Ya me lo advirtieron a la entrada, pues accedí al museo justo cuando abría sus puertas: “vaya primero a ver las obras de Rembrandt, si es que quiere verlas en paz”. ¡Pobre de mí! bastó que me entretuviese en algunas salas previas, para que, en llegando al sancta sanctorum del artista, me fuese imposible adentrarme en La ronda nocturna, el cuadro que preside la Galería de Honor.

No sé cómo explicarlo, pero hay obras que piden no sólo contemplación, sino un movimiento interior que te lleve a pasar del otro lado del lienzo, a moverte entre los personajes y sentir, pincelada a pincelada, el proceso de creación de las fisionomías de los protagonistas y de la magia y la atmósfera del momento. Algo así como tratar de verse cara a cara con Rembrandt en el trance de pintar.

La Galeria de Honor. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La Galeria de Honor. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Pero dirán ustedes que lo que yo pido es soñar despierto en la sala de un museo sin que nadie me despierte. Así que dejémoslo estar. Un día quizás…

Afortunadamente los turistas no se amontonaban ante otras obras en las salas laterales…

La conspiración de los bátavos. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La conspiración de los bátavos. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

"La novia judía". Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

“La novia judía”. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

y pude dejarme secuestrar por ellos durante unos instantes.

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El arte de tallar la madera

Que la tradición del expresionismo centroeuropeo viene de lejos es conocido. También es más fácil circular con calma por la colección de esculturas tardomedievales del museo, recoletas en su penumbra y menos frecuentadas. Así que, voy a referirme a mi encuentro con algunas de esas obras.

En primer lugar, un tema clásico del siglo XV y del siglo XVI: el encuentro (diríamos hoy que el flechazo) de otros dos consortes judíos, Joaquín y Ana, que Durero también grabó y los artistas de la talla interpretaron por toda Europa, entre ellos los imagineros españoles.

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Encuentro de Joaquín y Ana, “Maestro de Joaquín y Ana”. s.XV.Rijksmuseum. Foto R.Puig

Esta es una talla a caballo entre el Gótico y el Renacimiento, obra de un anónimo escultor holandés.

De perfil gótico es La Virgen con el niño de Adriaen van Wesel (ca. 1415 – ca. 1490), que recuerda a las esculturas de las catedrales europeas, con sus sonrisas apenas apuntadas y sus rostros inclinados benevolamente hacia los fieles que imploran favores.

La Virgen y el niño. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La Virgen y el niño. Adriaen van Wesel. ca. 1470. Detalle. Rijksmuseum. Foto R.Puig

De carácter abiertamente expresionista es la muerte de la Virgen del mismo escultor, quien, pocos años más tarde, pasa del lirismo al drama, adecuándose al nuevo encargo, un retablo para la Cofradía de Nuestra Señora de la iglesia de San Juan en ‘s-Hertogenbosch, de la cual formaba parte Anthonius van Aken, el padre de el Bosco (ca.1450 – 1516). Hay algunas obras del genio del Jardín de las Delicias que guardan semejanza con otras tallas de van Wesel, por ejemplo la tabla de San Juan Evangelista en Patmos del Museo de Berlín. La figura del evangelista está inspirada en la talla del escultor que formaba parte del mismo retablo (hoy en el Het Noordsbrabants Museum). Está documentado que Jheronimus  van Aken (el Bosco) y su padre  conocieron a Adriaen van Wesel y las obras que talló para la iglesia de San Juan de su ciudad.

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. ca. 1475 – 1477. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV.  Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Es el rostro de una María agonizante, ataviada como una viuda holandesa y rodeada por unos apóstoles con caras tristes, circundadas de abundantes cabellos cuidadosamente trabajados, en una demostración de virtuosismo en la talla de la madera.

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La Dolorosa 

Tres lustros más tarde, un artista florentino afincado algunos años en los Países Bajos, Pietro Torrigiano (1572 – 1428), famoso por haber roto de un puñetazo el tabique nasal de su paisano Miguel Angel, realizó un busto de la Virgen Dolorosa que rompe los cánones de la expresión gótica y que hasta puede decirse que tiene un aire surrealista.

Mater dolorosa. Atribuida a Pietro Torrigiano principios del s.XVI. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Mater dolorosa. Atribuida a Pietro Torrigiano, ca. 1507. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Dicen que esta dolorosa la encargó la que sería regente de los Países Bajos y tutora del futuro Carlos V, la Archiduquesa Margarita de Austria (1480 – 1530), tras enviudar por segunda vez y perder prematuramente a su hermano Felipe el Hermoso (1478 – 1506).

Pero si hemos de hablar de surrealismo ¿qué me dicen de este San Vito de facciones góticas, ensimismado y en trance de freírse en aceite hirviendo con apenada serenidad? Originalmente era una talla de madera, que más tarde fue policromada en el siglo XVII.

San Vito en el aceite hirviendo. ca.1500. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

San Vito en el aceite hirviendo. ca.1500. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

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Contrastes del destino

¡Qué diferente tratamiento el que un pintor, también del siglo XVII, le dio al joven con el que concluimos nuestra crónica!

El pintor de las familias más pudientes de la oligarquía de Amsterdam, Bartholomeus van der Helst, retrató así al hijo de Andries Bicker, alcalde de Amsterdam, uno de los más ricos comerciantes de los Países Bajos y varias veces embajador, cuyo retrato se puede ver en el museo junto al de su hijo.

Gerard Andriesz Bicker (1622 – 1666) tenía a la sazón veintidós años y -a diferencia de San Vito– su relación con el aceite se reducía probablemente a los platos que le servían sobre una mesa bien provista.

Retrato de Gerard Andriesz Bicker. Bartholomeus van der Helst. c. 1642. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Retrato de Gerard Andriesz Bicker. Bartholomeus van der Helst. ca. 1644. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig


De dos días en Londres (II): la pintura crepuscular de Paul Nash en la Tate Britain

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The Pyramids on the sea. Paul Nash 1912. Tate. London

The Pyramids on the sea. Paul Nash 1912. Tate. London

Para refrescar mis escasos recuerdos sobre la vida y la obra de Paul Nash (1889-1946) aproveché la última tarde en Londres para visitar la exposición antológica a él dedicada por la Tate Britain.

Acercarse a este venerable museo londinense desde la boca de metro de Pimlico, por el borde del Millbank (A3212) a la caida de la tarde, tiene el atractivo de la vista dorada del otro lado del Támesis cerca del puente de la A202; para empezar, la del propio puente y de las cinco torres que se interponen entre la estación de Vauxhall y el Támesis

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

o, a continuación la fortaleza del Servicio Secreto, el M16, que quizás les resulte familiar por las películas de James Bond, y que aquí les muestro acariciada por los últimos rayos del sol y reflejándose en el río

Yendo a la Tate Britain. Puente sobre la A202 y sede del M16 Foto R.Puig

Yendo a la Tate Britain. Puente sobre la A202 y sede del M16 Foto R.Puig

así como los siguientes edificios en la orilla del Albert Embankment (A3036)

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain.  Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

A unos doscientos metros del puente, tras nuestro breve paseo al borde del Támesis al borde del crepúsculo, llegamos a la Tate Britain

La Tate Britain. Foto R.Puig

La Tate Britain. Foto R.Puig

Sólo hay que subir las escalinatas y entrar en el vestíbulo…

El vestíbulo de la Tate Britain. Foto R.Puig

El vestíbulo de la Tate Britain. Foto R.Puig

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Paul Nash

Crepusculares fueron también la vida y la obra de Paul Nash (1889 – 1946), en varios sentidos. Por un lado, su baqueateada existencia coincidió con las postrimerías del dominio imperial británico, por otro, sus vaivenes para definirse como artista reflejaban la propia indecisión de la pintura británica en la primera mitad del siglo XX, tironeada entre una tradición en declive y el reclamo del modernismo desde el otro lado del Canal de la Mancha.

Nash ya era un notable dibujante, acuarelista, artista gráfico, de inspiración simbolista y romántica, y surrealista avant la lettre al principio de la década de 1910. El mundo vegetal y el paisaje son sus lugares preferidos, en los que, salvo para algunos rostros femeninos etéreos y prerrafaelitas, la figura humana es mínima. Nunca descolló en la representación de las formas humanas. pero los árboles asumen, en una especie de transposición mística, el papel del ser humano.

Paul Nash. The Wanderer 1911. Acuarela, tinta y carboncillo. British Museum

Paul Nash. The Wanderer 1911. Acuarela, tinta y carboncillo. British Museum

Más tarde, en los años de la Segunda Guerra Mundial, recobrará en sus lienzos al óleo  los tonos de las acuarelas de las dos colinas de Wittenham de antes de la Gran Guerra y la perspectiva aérea que había en sus paisajes de aquellos años

Paul Nash. View from Wittenham Clumps 1913. Acuarela.Tullie Art Museum

Paul Nash. View from Wittenham Clumps 1913. Acuarela. Tullie Art Museum

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Los desastres de la guerra

Las circunstancias inmundas de la I Guerra Mundial hicieron, a pesar suyo, que Paul Nash saltase a la primera plana de la vida artística británica con ocasión de las matanzas y la destrucción, de unas dimensiones inéditas, en los frentes europeos

Sunset. Ruins of the Hospice Wytschaete. Paul Nash 1917. Imperial War Museum. London

Sunset. Ruins of the Hospice Wytschaete.  Paul Nash 1917. Tinta y pastel sobre papel.  Imperial War Museum. London

Cementerio militar británico de Wytschaete. Foto CWGC

Cementerio militar británico de Wytschaete. Foto CWGC

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Paul Nash trabajaba como ilustrador y grafista, de inspiración romántica y prerrafaelita, cuando los tratados de 1839, que garantizaban la neutralidad de Bélgica y la inviolabilidad de su territorio, fueron pisoteados por una de las potencias firmantes, Alemania, que agredió e invadió el plat pays para atacar más fácil y rápidamente a Francia.

Inglaterra, por motivos de legalidad internacional y por sus propios intereses estratégicos al otro lado del Canal de la Mancha, entró en la guerra en agosto de 1914. Nash se alistó en servicios en el ejército, prestando servicios en el territorio de Inglaterra. Pero en 1916 se produce el desastre de la Somme y es enviado en febrero de 1917 al saliente de Ypres, en la línea del frente por el momento estabilizada. En mayo, antes del asalto que precedió a los horrores de aquella zona, se rompió varias costillas en una caída desde un parapeto. Probablemente el ser repatriado para curarse le salvó la vida. A su vuelta a Londres, comenzó a procesar sus sensaciones.

Paul Nash. The Orchard 1917. Acuarela

Paul Nash. The Orchard 1917. Acuarela

Su acuarela de los árboles alineados tras las alambradas con las dos aves muertas, que data de su tiempo de convalecencia, ya están diciendo algo. No sólo estaban muriendo los combatientes, 539 británicos, entre otros de la Commonwealth, y franceses, que están enterrados en uno de los muchos cementerios militares en torno a Ypres, el de Poperinghe, sino también los que, fusilados por cobardía o deserción por sus propios compañeros (17 en este cementerio) quedaron marcados como tales con una C o una D en la lápida.

Los árboles pueden reverdecer, incluso tras la opresión de la alambradas, pero los hombres, una vez que la guerra los ha plantado bajo tierra, ya no vuelven.

Cementerio de soldados caídos en la I Guerra Mundial en Poperinghe cerca de Ypres

Cementerio de soldados caídos en la I Guerra Mundial en Poperinghe cerca de Ypres

Los integrantes del Hampshire Regiment de Nash cayeron casi todos en la carnicería que comenzó una semana después de que él fuese repatriado.

Cuando retornó al frente de Flandes lo hizo en el papel de un Artista Oficial de Guerra y lo que contempló fue el horror de la destrucción total en torno a Ypres, la aniquilación de naturaleza y hombres.

En la batalla de Passchendaele, Frente de Ypres. Fuente WGC

En la batalla de Passchendaele, Frente de Ypres. Fuente CWGC

Cuando volvió a Inglaterra, enfermo de los bronquios por efecto de los gases lanzados por el ejército alemán, no le bastó el dibujo ni la acuarela, Nash comenzó a trasladar sus bocetos al lienzo. Comenzó a pintar al óleo.

We are making a new world. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

We are making a new world. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

En una naturaleza destruida los árboles, que eran como seres animados en su etapa de dibujo y grafismo, se presentan ahora como símbolos de la muerte no sólo del paisaje vegetal, sino también de la vida animal y humana.

Menin Road en el frente de Ypres. Fuente Gobierno australiano

Menin Road en el frente de Ypres. Fuente Gobierno australiano

Cerca de Menin Road en el frente de Ypres

Cerca de Menin Road en el frente de Ypres. Fuente CWGC

Paul Nash. The Menin Road 1918 19. Imperial War Museum

Paul Nash. The Menin Road 1918 19. Imperial War Museum

Granaderos ingleses en Ypres. Fuente walkleyhistory.files

Granaderos ingleses en Ypres. Fuente Walkleyhistory.files

The Mule Track. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

The Mule Track (El sendero de los mulos). Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

He visto la más espantosa pesadilla de un país, como jamás fue concebido ni por Dante ni por Poe, indecible absolutamente indescriptible. En los quince dibujos que hice te he podido dar una vaga idea de un tal horror, aunque sólo desde dentro, y formando parte de ello, puedes llegar a sentir esta naturaleza terrible y lo que los hombres en Francia tienen que afrontar

(los hombres, “men”, son los soldados expedicionarios británicos en el frente de Flandes occidental)

Sólo el mal y la encarnación del demonio pueden ser maestros de ceremonias en esta guerra: no se percibe ni el más tenue reflejo de la mano de Dios. La salida del sol y su ocaso son blasfemas burlas del hombre; sólo la lluvia negra, que baja de una nubes heridas e hinchadas o a través del amargo negro de la noche, armoniza con la atmósfera de una tierra así. La lluvia sigue sin parar, el fango pestilente adquiere un maldito color amarillo, los cráteres de los proyectiles están llenos de un agua de un verde blancuzco, las carreteras y los senderos cubiertos por pulgadas de limo. Los negros árboles moribundos humean y sudan, y los obuses no cesan.

No soy ya un artista interesado y curioso, soy un mensajero que quiere devolver la palabra a esos hombres que se baten, para que llegue a aquellos que quieren que la guerra dure para siempre. Débil, inarticulado, será mi mensaje, pero contendrá una amarga verdad y ojalá les queme sus almas malvadas.

De una carta de Paul Nash a su mujer el 16 de noviembre de 1917 (BOYD, p.38)

Wire. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

Wire. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

Cementerio de Ixelles. Tumbas de las dos guerras mundiales. Foto R.Puig

Cementerio de Ixelles. Tumbas de las dos guerras mundiales. Foto R.Puig

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La costa como lugar

Antes de apasionarse por De Chirico y de su conversión al Surrealismo continental (el Manifiesto Surrealista es de 1924) Paul Nash plasmó su visión de las costas de las Romney Marshes (las marismas de Romney)

The Shore. Paul Nash 1923. Leeds Museum

The Shore. Paul Nash 1923. Leeds Museum

Las playas de Dymchurch. Fuente Ashe Alarms

Las playas de Dymchurch. Fuente Ashe Alarms

por las playas de Dymchurch 

Winter Sea. Paul Nash 1925 37. York Art Gallery

Winter Sea. Paul Nash 1925-37. York Art Gallery

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Durante los años de su esfuerzo por conectar su surrealismo espontáneo y personal con el europeo y por seguir las corrientes artísticas del continente Paul Nash extraviaba su propio estilo, aunque mejoraba su técnica en la pintura al óleo. Fue el alma y el inspirador de la Exposición Internacional Surrealista en Londres en 1936, la primera en su género, donde también expuso las que consideraba sus mejores tentativas surrealistas. Aquellos trabajos exigieron mucho de él, comprometieron su economía, le dejaron exhausto y minaron su salud.

Blue House on the Shore. Paul Nash 1930 31. Tate. London

Blue House on the Shore. Paul Nash 1930-31. Tate. London

Sobre su período surrealista, se puede encontrar información y obra en el sitio oficial de la Tate Britain, donde hay un vídeo de cinco minutos que resume bien esta exposición antológica de su obra.

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Propaganda de guerra

El Ministerio de la Guerra británico aceptó de nuevo a Nash como pintor de guerra al comienzo de la II Guerra Mundial. Tras la batalla de Inglaterra en 1940, en la que la RAF derrotó a la LUFTWAFFE sobre las costas de Inglaterra, quedaba mucha guerra por delante y a los artistas también se les pedía que participasen en el esfuerzo por levantar la moral de victoria entre la población.

Nash se incorporó, no sin renuencias y también por necesidad económica, a esta labor aunque no en el frente. Lo que el pintó fueron los residuos del frente, en este caso a partir del cementerio de los bombarderos alemanes cerca de Oxford donde estuvo tomando fotos y apuntes. Su cuadro de El Mar Muerto no sólo es una magnífica alegoría de las marejadas bélicas que azotan las orillas de la Historia y del trágico fin de los hombres y las máquinas que quieren cambiar el mundo con bombardeos. Es además un alegato contra la visión heroica de la guerra. Los restos de tanta locura yacen bajo la luna y un búho blanco sobrevuela a lo lejos los esqueletos de la industria bélica. El lienzo no gustó al Ministerio del Aire.

Dead Sea. Paul Nash 1940 41. Tate. London

Dead Sea. Paul Nash 1940 41. Tate. London

Tampoco les pareció bien otro cuadro, el de la batalla de Alemania, que trataba de simbolizar una inminente victoria mostrando con vívidos colores el espectáculo de columnas de humo negro y de un cielo al rojo durante los asoladores bombardeos con los que los británicos se desquitaron, en 1944 y sobre el territorio alemán, de los que ellos habían sufrido en 1940. Aunque a los que le pagaban no les gustase, se trata de un excelente cuadro de factura casi abstracta, en el que reafirmaba su vuelta a los colores de su imaginario natural, aunque en este caso los hongos no sean de los que crecen en el campo.

Por entonces sus bronquios y sus pulmones ya estaban sembrados de las secuelas de la inhalación de gases en las trincheras de Ypres.  Le quedaban dos años de vida escasos.

Battle of Germany. Paul Nash 1944. Imperial War Museum. London

Battle of Germany. Paul Nash 1944. Imperial War Museum. London

Y es, en definitiva, al final de su vida, cuando sus paisajes reflejan de nuevo esa sensibilidad de sus dibujos y acuarelas que encontraba en los lugares naturales que él denominaba places.

De vuelta en Langley Marish Paul Nash vuelve a ser Paul Nash y sus obras finales se nutren del humus de una trayectoria vital y artística exclusivamente suya. A pesar de la precariedad y de los problemas familiares de los últimos meses de su vida, sus crepúsculos, sus lunas y sus soles, sus campos y sus árboles, al borde de la abstracción, demuestran que se ha reencontrado con sus sitios de partida.

Murió de un paro cardíaco mientras dormía. Era el 1 de julio de 1946.

Landscape of the Vernal Equinox. Paul Nash 1944. Scottish National Gallery of Modern Art.

Landscape of the Vernal Equinox. Paul Nash 1944. Scottish National Gallery of Modern Art.

La muerte, en la cual todos pensamos, creo que es la única solución al problema de cómo poder volar. Pienso que si la muerte llega a darnos esto, la muerte será algo bueno

Paul Nash, Counterpoint magazine, 1945


Referencias:

(BOYD 2007) David Boy Haycock, Paul Nash, Tate, Coll. British Artists, London 2007

Orestes Ferrara, La Guerra Europea, causas y pretextos, Madrid, Sociedad Española de Librería, Biblioteca de Ciencias Sociales y Políticas, 1917 (aprox)


Breverías erasmianas (XXVIII): de animales y de hombres

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El alce nos observa.Foto R.Puig

El alce nos observa.Foto R.Puig

De paseo por el parque

Hace unos días estuve visitando con mis nietos el parque de Slottsskogen (“el bosque del castillo”) en Gotemburgo y observando a los animales que viven ahí. Aunque en algunos casos, somos más bien nosotros los observados.

Los alces, repantingados, nos contemplan o pasan olímpicamente de nosotros…

Pareja. Foto R.Puig

Pareja. Foto R.Puig

A los “pingüinos de Humboldt”tampoco les importamos mucho…

Esperando a Godot. Foto R.Puig

Esperando a Godot. Foto R.Puig

ellos a lo suyo, moviendo sus torpes caderas, pero siempre de etiqueta…

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o surcando las aguas como torpedos

Como pinguinos en el agua. Foto R.Puig

Como pingüinos en el agua. Foto R.Puig

Las ocas ni se dignan mirarnos

Las damas exquisitas. Foto R.Puig

Las damas exquisitas. Foto R.Puig

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En el Museo de Historia Natural de Gotemburgo

Claro que, para animales de otras latitudes, hemos de contentarnos con su presencia para siempre inmóvil en el museo, dentro del mismo parque.

El término “historia natural” creo que lo popularizó Plinio el Joven con su Naturalis Historia de entretenida lectura, en la que se mezclan datos y descripciones acertadas junto con lo que los romanos imaginaban sobre especies lejanas. Más o menos como antes había hecho Aristóteles en su Historia de los animales.  

Para siempre pensativo. Foto Dimitris Papadopoulos

Para siempre pensativo. Foto D. Papadopoulos

La visita tiene algo de mágico y melancólico. Leyendo todas las cartelas explicativas podríamos pasar horas y días. Así sabemos la procedencia del animal, la fecha en que su cuerpo fue disecado, etc.

Por un lado es algo triste, por otro es un homenaje a las especies que comparten el planeta con nosotros y una fuente inagotable de conocimientos. En general da la impresión de que los taxidermistas han buscado presentar la fisionomía amable, casi humanizada de los mamíferos.

Aquí ni frío ni calor.Foto R.Puig

Aquí ni frío ni calor.Foto R.Puig

Recuerdo alguna visita con mi padre o mi abuelo al de Madrid, en el Paseo de la Castellana. Pienso que el interés por la zoología y por los animales que suscitaban estos museos, sobre todo en aquellos años lejanos, cuando no había tantas reservas naturales como hoy y los viajes a safari parks no existían, ni teníamos programas televisivos que pudiesen sustituir el encuentro directo con la fauna del mundo, y, además,  faltaba tanto para que internet nos lo pusiese en bandeja.

Ni pincho ni corto..Foto R.Puig

Ni pincho ni corto.Foto R.Puig

Salvo en alguna película americana en technicolor, al estilo de Mogambo, en la que Clark Gable se paseaba con Grace Kelly en salakot por las sabanas africanas, no era fácil que viésemos un rinoceronte o un hipopótamo en movimiento.

Aquí duermo.Foto R.Puig

Aquí duermo.Foto R.Puig

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Otras evocaciones

Pero me van a disculpar si, al hilo de esta visita, y porque el año que viene de acabar no deja sólo añoranzas y alegrías, vuelvo a alguna analogía de los escritos de Erasmo contra la guerra…

Erasmo no aludía a un oso disecado, sino posiblemente a un espectáculo organizado en alguna celebración cortesana de aquellas que emperadores y reyes tenían el dudoso gusto de organizar, cuando escribía:

¿Quieres saber cuán feroz es la guerra, cuán horrible, cuán indigna es del hombre? ¿No has visto nunca a un león peleando con un oso? ¡Qué fauces, qué rugidos, qué jadeos, qué ferocidad, qué carnicería! Al espectador, aunque esté a salvo, se le ponen los pelos de punta.

¿Algo que objetar Foto R.Puig

¿Algo que objetar ? Foto R.Puig

Sólo los poderosos podían pagarse el espectáculo de un león vivo (el rey de Portugal organizó incluso un combate  entre un rinoceronte y un elefante) enfrentándolo con un oso

El león que rugió. Foto D. Papadopoulos

El león que rugió. Foto D. Papadopoulos

También eran ellos los que organizaban las guerras que Erasmo denunciaba cuando continuaba así:

Pero mucho más horrible, mucho más feroz es la visión de un hombre cargado de armas y venablos atacando a otro hombre. ¿Quién creería, dime, que se trata de seres humanos si la costumbre del mal no nos hubiera privado de la capacidad de asombro? Ojos que arden, palidez en los rostros, furor en la marcha, la voz es como un chirrido, el estruendo demencial, el hombre es todo hierro, las armas rechinan, las bombardas disparan sus rayos. Si los hombres se devorasen y bebiesen la sangre para alimentarse la cosa sería más amable: pero a lo que algunos han llegado es a realizar por odio lo que la costumbre o la necesidad harían más excusable. Más aún, todo esto se está volviendo más cruel gracias a las fechas envenenadas y a las infernales máquinas de hoy en día. Ya no encontramos por ninguna parte rastro de humanidad.

Erasmo de Rotterdam, Adagios del poder y de la guerra y Teoría del Adagio, Madrid, Alianza Editorial, Libro de bolsillo, 2008, Edición, traducción y presentación de Ramón Puig de la Bellacasa, pp.207-208 (del comentario al adagio “Dulce bellum inexpertis”: “La guerra atrae a quienes no la han vivido”)

Las guerras de siempre, cuyos efectos hemos seguido viendo en este año que acababa ayer

Tras los bombardeos contra civiles en Al-Mashhad district. Alepo. 26.07.2016 Fuente Syrianarchive.org

Tras los bombardeos a civiles en Al-Mashhad, Alepo. 26.07.2016. Fuente Syrianarchive.org

…aquellas desdichas que forman el séquito habitual de toda guerra, incluso de la más afortunada y justa: el pueblo empobrecido, los notables abrumados de impuestos; ¡tantos ancianos desamparados y al mismo tiempo anonadados por la muerte de sus hijos! (desgracia peor que perder la vida a manos del enemigo y con ella la capacidad de sufrir); ¡tantas ancianas privadas de sus bienes y a quienes así se aniquila con mayor crueldad que por la espada! ¡Tantas mujeres viudas, tantos niños huérfanos, tantos hogares en duelo, tanta gente próspera reducida a la miseria! En cuanto a la ruina moral ¿de qué sirve mencionarla, cuando nadie ignora que de la guerra se derivan todas las calamidades de la vida? Ella engendra el desprecio del deber, la indiferencia ante las leyes, la osadía y la prontitud para todo tipo de crímenes. De esta fuente nace una turba de bandidos, ladrones, sacrílegos, asesinos. Y, lo que es muchísimo más grave, esta pestilencia tan funesta no sabe fijarse límites, nacida en un rincón cualquiera no sólo invade como una epidemia las regiones vecinas, sino que por ánimo de lucro o a causa de un casamiento o de una alianza arrastra a las más lejanas a participar en el tumulto y en el desastre públicos. Aún más, la guerra engendra la guerra, de un amago de guerra nace una verdadera y de una insignificante surge una guerra total

Op.cit., pp.205-206

Después de un ataque químico en Aleppo.06.09.2016. Fuente Syrianarchive.org

Después de un ataque químico en Aleppo.06.09.2016. Fuente Syrianarchive.org

…entre fieras la guerra es un duelo que enfrenta a dos contendientes y dura muy poco. Aunque el combate sea muy sangriento en cuanto uno de los dos resulta herido se separan. ¿Cuándo se ha oído que como hacen los hombres a menudo cien mil bestias salvajes se despedacen mutuamente? Todavía más, aunque ciertas fieras sienten una hostilidad instintiva hacia animales de otra especie, también hay otras que a la inversa están unidas por una amistad genuina y firme. En cambio, lo que une a un hombre con otro hombre, sin importar quien sea, es una lucha perenne, sin que haya alianza alguna entre mortales que tenga suficiente consistencia.

Op. cit., p.207

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Los organizadores cambian, las víctimas son siempre las mismas…

Y ahora pasamos pagina. Dagens Nyheter. 29 dec.2016

“Y ahora pasamos pagina”. Dagens Nyheter. 29 dec.2016

…y cuando tratan de buscar un lugar seguro, cuando ejercen ese derecho al asilo que debe reconocerse a toda persona humana, la de alcanzar un sitio donde vivir una vida normal, hay quienes también se organizan voluntariamente, esta vez para cazar a los emigrantes como se cazan animales, como esta patrulla de voluntarios en la frontera de Bulgaria con Turquía

Patrulla de

“Cazadores de emigrantes”. Foto NiklasThegerström. Dagens Nyheter. 29 dec.2016

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Así escribe más adelante Erasmo

Imagina pues que un vi­sitante extraño procedente de esas ciudades lunares en las que mora Empédocles, o de uno de esos mundos que Demócrito ha intuido, llega al nuestro deseoso de conocer la vida que se lleva aquí. Y que, informado de los pormenores, se entera de que existe cierto animal, admi­rablemente compuesto de un cuerpo (característica que comparte con las bestias) y de un alma (que refeja la imagen de la mente divina), que alcanza tal grado de no­bleza que aunque exiliado en la tierra impera sin embar­go sobre todos los restantes animales, que debido a su origen celeste porfía en pos de celestiales e inmortales destinos…

Cuando contemple desde allí que los demás animales se comportan como corresponde a su especie siguiendo las leyes naturales, no apeteciendo nada que no les dicte la naturaleza, mientras que el único animal que chalanea, comercia, disputa y guerrea consigo mismo es el hombre ¿acaso no llegará a la conclusión –basándose en lo que ha oído– de que el hombre es cualquier otro animal en lu­gar del mismo hombre?

Op.cit., pp. 224-22

No obstante, a pesar de los pesares, siempre hay razones para esperar y, a comienzos de un nuevo año, vale la pena pensar en ellas.

Motivos para apostar por el género humano

Erasmo lo explicaba así:

…la naturaleza ha querido que el hombre reciba el don de la vida no tanto para sí mismo como para orientarlo hacia el amor, para que entienda bien que está destinado a la gratitud y a la amistad. Es así que no le dio un aspecto feo u horrible como a otros sino dulce, pacífico, marcado con el sello del amor y la ternura. Le dio una mirada afectuosa que refleja los movimientos del alma. Le dio unos brazos capaces de abrazar. Le dio el sentido del beso para que las almas puedan unirse al mismo tiempo que se unen los cuerpos. Sólo a él le acordó la risa, signo de alegría. Sólo a él las lágrimas, símbolo de clemencia y misericordia. ¿No le dio acaso una voz que no amenaza ni es temible, sino que, a diferencia de las fieras, es amistosa y agradable? No contenta aún con estos dones, la naturaleza reservó al hombre el uso de la palabra y de la razón, atributos que contribuyen sobre todo al establecimiento y al fomento de la benevolencia, de modo que nada entre los hombres se resuelva por la fuerza. Le inculcó el odio a la soledad, el gusto por la compañía. Plantó en lo más profundo de su ser los gérmenes de la bondad.

Op. cit., pp. 202-203

El trabajo de los cascos blancos de Siria. Fuente Euronews

El trabajo de los cascos blancos de Siria. Fuente Euronews

Cuando, batiendo records de brutalidad, hay regímenes criminales que destruyen todo aquello que pueda aliviar el dolor y consideran a los hospitales como dianas de sus bombas y al personal sanitario y a los socorristas como objetivos a abatir, hay quienes confirman, en la práctica y sin saberlo, creyentes o no, las mismas convicciones de Erasmo

Porque atender a las necesidades de todos es precisamente lo propio y característico de Dios. Pues si no, ¿qué otra cosa es ese extraordinario placer espiritual que sentimos al saber que alguien se ha salvado por causa nuestra? El mecanismo por el que un favor significativo crea un vínculo es el mismo que hace que un hombre trabe amistad con otro. De este modo Dios ha puesto al hombre en este mundo como réplica de sí mismo, para que a la manera de una divinidad terrestre vele por la salvación de todos. Hasta los animales mismos lo presienten, pues vemos que no sólo los que son inofensivos sino también las panteras y los leones, e incluso otras bestias más feroces que éstas, buscan la protección del hombre en ocasiones de gran peligro. Aquí está el asilo de todos en las situaciones extremas, aquí el altar sacrosanto de toda la creación, ésta es el áncora de salvación que a nadie falla.

Op. cit., pp 203-204

En un hospital de Sanaa. Yemen. Foto Muhammed Huwais. Dagens Nyheter. 29 dec.2016

En un hospital de Sanaa. Yemen. Foto Muhammed Huwais. Dagens Nyheter. 29 dec.2016

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En el primer día del 2017

Aquí estamos, como decía Erasmo, llamados por nuestra naturaleza humana a ser en última instancia “asilo de todos en las situaciones extremas”. En todo caso, podríamos probar a serlo, si no de todos, al menos de algunos.

A todos los que se asoman a este blog, les deseo que el nuevo año se porte bien con ellos y que -como hace unas horas me auguraba un muy buen amigo- nos traiga aquello que necesitamos, pero no lo que tememos.

Y que, en la medida de nuestras posibilidades, contribuyamos a aliviar en el 2017 a quienes el 2016 les trajo aquello que temían.


Referencias

Sobre la razón de ser, la finalidad, la imparcialidad  y los propios controles de fiabilidad del Syrianarchive se puede consultar, su mismo sitio web: https://syrianarchive.org/

Más detalles sobre el origen y los operadores de esa iniciativa en una crónica de hace tres días de la agencia de noticias DW (Deutsche Welle), en su versión en inglés, que considero objetiva e imparcial


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